El Tejar de Ingenieros, como se dice de Teruel, no existe. Bueno, en campaña electoral sí. El resto del año los únicos visitantes son las ratas e insectos en abundancia. Esos y la basura. Es como si no existieran. “Nos comen las ratas. Hemos tenido que sacrificar los borregos rodeados de basura”, denuncian. Hacen un llamamiento al Gobierno y se preguntan dónde están los controladores de barriadas, la empresa de limpieza, los políticos... Todos esos que tienen la obligación de velar por barriadas como la del Tejar. “Aunque quedamos pocas familias viviendo en la zona, pedimos un poco de vista hacia nuestro barrio. La zona en la que vivimos ciudadanos de Ceuta con familias, hijos menores que no pueden jugar por posibles infecciones o lesiones, ataques de bichos e insectos, serpientes e insalubridad. Pagamos nuestros impuestos como la ciudadanía de cualquier barriada”, insisten. Pero el caso que se les hace es nulo. Ni limpieza ni eliminación de matojos secos “que solo traen malos olores y bichos de todo tipo e incendios”.
Con el calor la situación ha empeorado. Todos los años ocurre lo mismo, es como si vivir en el Tejar llevara obligado nacer con corazón activista, de crítica constante, de lucha. A todo esto les obliga el sistema porque les ignoran. Un niño del Tejar no tiene los mismos recursos que otro que resida frente a la Ribera, por ejemplo, donde vive el alcalde Juan Vivas al que le piden que se patee el barrio y vea las condiciones en que tienen que vivir. Solo quieren que esa igualdad entre barriadas se cumpla, porque ahora solo es una farsa. Acuden a este periódico para sacar a la luz su situación, porque no tienen a quién trasladar sus problemas y denuncias. Incongruentemente el Ayuntamiento paga a personas para que les atiendan y trabajen por mejorar la ciudad. Otra farsa. Casi del mismo calado que creerse que un niño del Tejar tiene los mismos derechos que otro.