El gran Francisco Ibáñez ha fallecido a los 87 años, dejando muy huérfana la cultura popular española, de su gracia socarrona, pero amable y de buen talante, catalana (nació en Barcelona) de influencia alicantina por parte de padre y andaluza por parte de madre; nada como la diversidad para ver de lejos.
Ha amenizado la obra de Ibáñez a generaciones, durante épocas difíciles, en momentos claves de una España en vías de desarrollo y más pendiente de morderse a sí misma que de reírse, algo absolutamente vital para la salud, tanto la individual como la colectiva. Ello lo convierte no sólo en un ingenioso narrador y un genio expresando con sus viñetas mucho más de lo que abarca la vista, sino un verdadero superhéroe.
Porque estamos hablando nada menos que del padre de los agentes secretos más famosos de nuestro país, que ocupan lugar en el olimpo de los fans. Además de Mortadelo y Filemón, como es obvio, sus creaciones como 13 rue del Percebe (gran inspiración, por cierto, de la serie ya mítica ‘Aquí no hay quien viva’) forman parte de la obra a revisar por cualquiera que estudie historia contemporánea de España. El botones Sacarino “nació” en 1963. Rompetechos en 1964 y Pepe Gotera y Otilio llegaron en 1966.
Especialista en historias de perdedores con toda la gracia, sin duda influencia del aire que puede respirarse tras una guerra civil, que marca al más pintado, se escondía bajo capas de corrección de la lupa franquista. Ibáñez se caracterizó por el humor blanco, sutil pero sin militancia, y esa fuese la clave para gustar a todos y sobrevivir en la cultura española durante la dictadura.
Mérito que tuvieron tantos otros, a la cabeza me viene sin ir más lejos el maestro Berlanga. “La censura no era tan influyente, era impensable que te rompieran una página a menos que te propasaras mucho. Yo dibujaba con un ojo puesto en la página y otro en la censura, para curarme en salud", dijo en una ocasión para una entrevista.
Con Mortadelo y Filemón y su publicación de 1969 “El sulfato atómico”, se abrió la puerta grande de su leyenda, y hasta la actualidad, un autor de absoluta vigencia, figura fundamental para entender quiénes somos y hacia dónde vamos. Curiosidad: dibujaba calvos a la mayoría de sus personajes porque así era más productivo, tardaba menos en acabar las tiras cómicas.
En cine, porque de eso va este espacio y mucho tuvo que ver la obra de Ibáñez con este mundo de la gran pantalla, destacó la película animada El armario del tiempo, de 1971, el acercamiento de Javier Fesser con actores de carne y hueso y aire castizo en La gran aventura de Mortadelo y Filemón de 2003 y con animación digital en Mortadelo y Filemón contra Jimmy el Cachondo, además de otra cinta con actores, Mortadelo y Filemón. Misión: Salvar la Tierra, de 2007.
Todas ellas, claro está, en clave de humor e intentando con mayor o, normalmente, menor suerte, captar la esencia inimitable de la obra gráfica del autor, que fiel a su carácter, siempre se mostraba magnánimo y amable con el resultado de las películas basadas en sus personajes.
Todas las palabras de elogio para este autor y su excelsa obra, no porque ya no esté entre nosotros, sino porque se las merece. Por fortuna, el tiempo ya lo puso en su sitio en vida, no necesita el elogio gratuito tras su lamentable desaparición.
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