Detrás de un caso de suicidio se esconde una persona. Hombre o mujer con nombre y apellidos que tenía una familia, unos amigos. Atrás deja una vida a la que decidió ponerle punto y final en un momento determinado. Su círculo cercano se queda con ese dolor que no se puede explicar, solo se traduce en la falta de respuesta a lo ocurrido. Los datos avalan que esto sucede, pese a que en la actualidad continúe a espaldas de la sociedad. Relativamente, algo se hace por visibilizarlo a través de teléfonos de ayuda o asociaciones que ofrecen atención en casos como este. Por ejemplo, el pasado mes de mayo el Ministerio de Sanidad lanzó la línea 024, cuya funcionalidad es la de atender a los usuarios que presenten dicha conducta.
Y previo a que se produzca tal desenlace, en la mayoría de casos se demuestra que antes hubo una ideación. Según revela la ‘Encuesta sobre salud mental en tiempos de pandemia (cuarta ola) en la población general de las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla’, confeccionado por los Colegios Oficiales de ambas poblaciones, el 67,4% de la muestra (1.040; 80% Ceuta y 20% Melilla) ha tenido durante ese periodo pandémico un pensamiento autolítico. Es decir, en algún momento dado tuvieron la tentación de quitarse la vida o autolesionarse con algún material externo.
Este síntoma se encuentra dentro del marco depresivo. Este no es solo único, sino que en él también se hallan “el decaimiento o falta de energía; la inutilidad o sentimiento de culpabilidad; tristeza, desesperanza o auto-abandono; falta de concentración o pérdida de ilusión por actividades que antes se consideraban como favorita”, según explica este documento. Entonces, “más de la mitad admiten que han tenido pensamientos de este tipo, aunque se debe decir que no todos lo van a llevar a la práctica, pese a que este dato sea significativo”, explica Antonio Cabrera Rada, vocal de la Junta de Gobierno del Colegio Oficial de Psicólogos de Ceuta (COPCE).
Dicho crecimiento guarda relación con la pandemia de la Covid-19. Los datos más recientes que publicó el Instituto Nacional de Estadística cifró en 3.941 las personas que se quitaron la vida en 2020. Un 7’4% más respecto al año anterior. Más en detalle, el Observatorio del Suicidio en España vislumbra que el 74% de las víctimas mortales fueron hombres (2.938) y un 26% mujeres (1.011). Una media de 11 personal al día.
“En los años anteriores, mucha gente ha perdido su puesto de trabajo o su negocio, lo hay quien ha perdido a uno o varios familiares, al igual que está el que arrastra secuelas del virus. Este dolor lo llevan consigo y hay casos en los que han decidido quitarse la vida”, manifiesta Cabrera. Pero además, comenta que “ahora con el hecho de no llegar a final de mes a causa de la subida de precios y no costear los gastos”, igualmente desencadena en la desesperación y pérdida de ilusión por todo.
Las cifras hablan por sí solas, la COVID-19 destapó que existe otra pandemia latente, la de la salud mental. “En los próximos meses, uno de cada cuatro españoles va a manifestar alguna de estas dolencias”, asevera este psicólogo. Por lo que, desde el COPCE y junto a la investigación que publicaron a finales de 2021, lo que pretenden es “sensibilizar a las autoridades y decirles que necesitamos instaurar los psicólogos de cabecera; demandamos que los haya en la Atención Pública para paliar estos problemas y que dejen de obviar esta difícil realidad” porque “una salud, sin salud mental, no es una salud integral”. Y estas últimas palabras las ejemplifican con la clarividencia de que “un cuadro clínico de ansiedad, se puede somatizar con la falta de conciliación del sueño, pérdida del apetito o la infelicidad”.
El suicidio se puede prevenir en la mayoría de los casos. El primer paso se encuentra en el diálogo con el círculo más cercano, amistoso o familiar. No tener pudor de manifestarlo, ayuda en la pronta solución que se le puede dar a tal complicada tesitura. Por el lado del receptor, lo aconsejable es no juzgar al que lo comenta, sino escucharlo detenidamente para que este se sienta respaldado. A posteriori, lo conveniente es ponerlo en manos de un especialista, el cual le dará una solución. Todo ello favorece en la detección temprana de esta ideación autolítica que más tarde se puede llevar a la acción.
Más allá, se encuentran asociaciones a nivel estatal, como puede ser ‘Papágeno’ o ‘La niña amarilla’. Igualmente, el Teléfono de la Esperanza (717.003.717) o, enfocado a las nuevas tecnologías, se encuentra la aplicación móvil ‘Prevensuic’.
El último informe del Centro Europeo de Monitoreo de Drogas y Adicción apunta que España es el país del mundo con mayor consumo legal de benzodiacepinas. “Hemos normalizado el estar tomando tranquilizantes, antidepresivos, ansiolíticos durante años. Esto no debería ser normal”, explica Antonio Cabrera. Una de las explicaciones a este hecho se encuentra en la baja ratio de profesionales de la salud mental que hay en España, la cual se compone de 6 por cada 100.000 habitantes. Cifras que se alejan de la media europea, siendo de 18. Pero aún cabe matizar la realidad de esta ciudad, donde la cifra desciende hasta el 2’5. Y, según recoge la ‘Encuesta sobre salud mental en tiempos de pandemia (cuarta ola)en Ceuta y Melilla’, “los caballas solo cuenta con 36 psicólogos clínicos, uno de los datos más bajos”.
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