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Suárez pisó Ceuta en plena crisis militar

Fue un cinco de diciembre de mil novecientos ochenta. Ceuta recibía la primera visita de un presidente del Gobierno: Adolfo Suárez González

Una visita que ya se había anunciado unas semanas antes. En una de esas escasas ruedas de prensas multitudinarias que ofrecía el presidente del Gobierno, Suárez convocó una en uno de los salones del Hotel Alfonso XIII de Sevilla. Más de ochenta periodistas acreditados y quien suscribe esta crónica pidió la palabra y le preguntó que cuándo sería intención suya el visitar Ceuta y Melilla. La respuesta de Suárez no se hizo esperar: “En unas semanas estará oficialmente en las dos ciudades”. Por supuesto, el aviso de la noticia del año.
Y cumplió. En una fría mañana y con fuerte viento aterrizó el helicóptero Puma del Ejército del Aire que le trasladaba desde Madrid. Le acompañaba el ministro de Industria, Ignacio Bayón. A pie de pista se encontraban el delegado del Gobierno y comandante general, Gerardo Mariñas Romero; el alcalde, Ricardo Muñoz Rodríguez y el capitán general de la II Región Militar, Pedro Merry Gordon. Uno de sus primeros actos fue la visita al acuartelamiento 'Duque de Alba' II de la Legión, donde depositó una corona de flores ante el monumento a los caídos en compañía de Merry Gordon, el teniente general que dos meses después estuvo a punto de sumarse al intento de golpe de estado del 23-F, si antes no es neutralizado por quien era gobernador militar de Sevilla, general Esquivias Franco.
Llevábamos muchos meses en España escuchando ruido de sables, de posibles intentos de golpe de Estado, malestar general entre los militares y además con un presidente Suárez que no tenía en el Ejército, precisamente, a uno de sus principales valedores. Pero se encerró solo en uno de los salones del acuartelamiento de la Legión con jefes y oficiales de la guarnición. Allí se habló de todo y de todos. Hubo momento de gran tensión, pero de allí salió un Suárez triunfante, porque en las distancias cortas era un verdadero maestro.
Por supuesto, también hubo inauguraciones, todas ellas en el puerto. Por un lado, la central de Endesa, que en esos momentos era una verdadera revolución en Ceuta y también la actual Casa del Mar. Allí, un periodista del extinto diario Sol de España, Juan de Dios Melilla, resultó herido al caer una cristalera y allí raudo que se acercó Suárez a interesarse por el mismo.
También tuvo reuniones políticas con el alcalde Ricardo Muñoz y con los parlamentarios de entonces, Francisco Olivencia, Serafín Becerra y Antonio Domínguez. La Unión de Centro Democrático le ofreció una cena en el restaurante del Parador Nacional ‘La Muralla’.

Discurso
A los postres, Suárez, tomó la palabra, y tras referirse a que no consideraba su viaje solamente como una ocasión histórica, afirmó que “no he hecho nada más que cumplir con mi obligación de presidente del Gobierno y del partido al visitar una ciudad españolísima como es Ceuta”. Se comprometió a resolver los problemas de la ciudad con la colaboración de todos los ceutíes, subrayando que había que iniciar su recuperación económica y los procesos para conseguir una población autosuficiente. A continuación habló de los momentos difíciles por los que atraviesa nuestro país, pero “mi misión es vender ilusiones, así que tened la completa seguridad de que ni ETA obtendrá una victoria política, pues será completamente desterrada de España, ni existe un programa alternativo al nuestro en el plano económico, ni los problemas autonómicos romperán la convivencia pacífica de los españoles”.
El Faro de Ceuta recibió a Suárez  con una primera página llena de fotografías de la barriada Príncipe Alfonso. El periódico reclamaba una solución urgente para terminar con unas condiciones de vida infrahumanas y pedía que se otorgase la nacionalidad española a quienes tenían derecho a ella y que se retirase más allá de la frontera a los que se encuentran en condiciones ilegales, para poner así coto a la temida marroquización.

 y «tengo la absoluta seguridad de que ganaremos también las próximas, ya que creo que todavía es válido ese eslogan, a pesar de que nos están pidiendo cuentas todos los días de gestiones que necesitan un tiempo mayor de solución».

Seguidamente, Suárez recordó los 103 años que le quedaban a Unión de Centro Democrático en el poder, indicando que lo sentía por la oposición, pues iba a tener que esperar mucho tiempo. Esta fue la razón que dio para que otras fuerzas políticas buscaran el Gobierno de coalición, al que definió como «una debilidad por nuestra parte», ratificándose en las nulas posibilidades que tiene de llevarse a cabo. Por último, hizo un brindis por el pueblo español, calificándolo de maravilloso, «esperando que tenga unos dirigentes políticos mejores de los que actualmente posee».

Suárez

Por Francisco Olivencia

Escribo estas líneas instantes después de haber conocido el anuncio del inminente fallecimiento del hombre que, desde la Presidencia del Gobierno y con el fundamental apoyo de S.M. el Rey, consiguió el indispensable consenso nacional que hizo posible aquella pacífica transición política de España hacia un régimen democrático, una transición que  admiró al mundo.
Aunque mis contactos iniciales con Adolfo Suárez tuvieron lugar en ocasión de un Congreso de la UCD, el partido centrista que aglutinó y que logró el triunfo en las dos primeras elecciones generales,  la relación de amistad que me ha unido con él fue cimentándose tras mi elección como Diputado por Ceuta en 1979. Desde entonces, en el Congreso y en La Moncloa tuvimos numerosas ocasiones en las cuales, unas veces en grupo y otras entre él y yo, pudimos hablar de los temas más variados, pero teniendo siempre a España como objeto esencial de nuestras conversaciones, aunque por mi parte le planteaba cuantas veces podía las necesidades de esta ciudad, recibiendo siempre su atención y su apoyo.
Una vez, en La Moncloa, nos dijo a un grupo de parlamentarios de UCD una frase que no olvidaré: “Le estamos hablando al pueblo de democracia y de libertad, pero no debemos olvidar que el pueblo quiere bienestar y seguridad”. En eso pretendía basar la política de su Gobierno, aunque aquellos fueran años muy difíciles.
En otra ocasión, entré en el hemiciclo cuando ya se había iniciado la sesión. Adolfo Suárez estaba sentado en su escaño –el que ahora ocupa Rajoy–. Al pasar junto a él, di un golpecito en la baranda y le dije “Hola, Adolfo”. Anduve dos pasos más, y entonces le oí que me llamaba: “Paco, ven”. Volví junto a él, y me dijo: “Gracias, porque eres el primero que hoy me saluda. Parece que después de mi acuerdo con CiU nadie me aprecia ya”. Efectivamente, había tenido reuniones con “los catalanes”, como allí se les llamaba, pero no creo que ello le hubiera supuesto el enfado de todo el grupo parlamentario, y así se lo expresé. Movió la cabeza dubitativo, y me respondió: “Ojalá”.
A él y a Marcelino Oreja, entonces ministro de Asuntos Exteriores, tuve que darles la lata una y otra vez cuando iniciaron los contactos para abrir la Verja de Gibraltar, lo que colocaría a aquella colonia en situación de privilegio respecto al comercio ceutí, en plena época de los paraguayos. Me razonaban y me prometían, pero no dejaba de insistirles. Al final, el tiempo pasó sin novedades y quien abrió la Verja fue el Gobierno de Felipe González.
Recuerdo que allá, en la llamada M-30 del Congreso (el pasillo exterior que rodea al hemiciclo)  me permití avisarle, a finales de 1980, del estado de tensión que había observado en el Ejército, provocado por la terrible actividad que por entonces desarrollaba ETA y por los recelos que estaba despertando el establecimiento del Estado de las autonomías. Sin duda tomó nota, porque unos días después decidió viajar a Ceuta y a Melilla con la finalidad principal de contactar con el Ejército. Aquí, en el acuartelamiento de García Aldave, se reunió –él solo– con los mandos y la oficialidad. Ya he contado alguna vez que tras aquella reunión le pregunté a uno de los asistentes sobre cómo se había desarrollado, a lo que me respondió: “¡Qué hombre! Éste le vende un peine a un calvo”. Precisamente en ese viaje a Ceuta se interesó por mi hermano Manolo y su posición respecto a la política, y al responderle que en ese sentido parecía estar algo desengañado, Suárez contestó. “Pues si las personas como él no quieren colaborar, me temo que no haremos las cosas bien”.  
Mi última conversación con Adolfo Suárez tuvo lugar en Ceuta, junto con mi citado hermano, cuando en 1999 vino aquel a recoger el Premio Convivencia que tanto merecía por haber protagonizado el consenso de la transición, ese consenso del que emanó nuestra Constitución y que ahora hay quienes pretenden destruir. Habían pasado diecisiete años desde la última vez que nos vimos, pero me reconoció inmediatamente e hizo gala de su innata amabilidad y de su atractiva personalidad, aun no deteriorada por el alzheimer. Fue una charla distendida y, al final, nos dimos un fuerte abrazo. Ni él ni yo podíamos imaginar entonces que sería el último.

Recibió el primer premio convivencia en 1999

El primer Premio Convivencia Ciudad Autónoma de Ceuta 1999 fue otorgado a Adolfo Suárez "por haber contribuido de forma relevante y ejemplar al fomento de los valores de justicia, fraternidad, paz, libertad, acceso a la cultura e igualdad entre los hombres durante la transición política española". En el discurso de aceptación del premio, el expresidente disertó sobre el valor fundamental de la tolerancia, trazando un paralelismo entre el ejemplo de la población ceutí y el periodo de la transición política española: "lo más importante, a mi juicio, que ocurrió en la transición política fue precisamente el reconocimiento y la comprensión del diferente, del que no piensa igual que yo en política, no tiene las mismas creencias, no se mueve por los mismos ideales, no ha nacido en la misma región y, sin embargo, no es mi enemigo sino mi complementario, el que completa mi propio yo como español y ciudadano; es decir; el descubrimiento de la tolerancia como piedra angular de la convivencia que dio como fruto la Constitución".

Acabó sus palabras con un mensaje de esperanza "ante el futuro que nos aguarda si sabemos afrontarlo juntos desde la tolerancia, la democracia y la libertad".ambiente caballa bastaba una foto para el recuerdo y continuar caminando, pues el reloj todavía les marcaba que faltaban horas para el disfrute.

La portada de nuestro periódico al día siguiente de la visita de Suárez fue un resumen fotográfico del acto que presidió en el acuartelamiento Duque de Alba, II de la Legión, con su compromiso hacia los ceutíes.
Reunión con el alcalde Ricardo Muñoz y el secretario de UCD, Pedro Martí.
Se siguió informando en la portada del domingo día siete, con una foto de la firma en el libro de oro de la Casa del Mar, al igual que una serie de abrazos que recibió por parte de algunos ceutíes cuando estaba en determinados actos. prensa se enteró de que venía un gran crucero con turistas y por eso decidieron levantar la persiana a pesar de ser Primero de Mayo. “Siempre que vienen turistas y nos enteramos abrimos, pero también es verdad que para nosotros es más fácil, pues al ser un negocio familiar no tenemos empleados a los que pagar y podemos cerrar si vemos que no entra nadie”, explicaba. Su padre aseguraba, por otro lado, que ahora los negocios requieren de un plus de sacrificio. “Hay que esforzarse más, pues no es como antaño cuando venía gente de la península. Hoy, por ejemplo, aunque no se está haciendo apenas caja al menos ‘salpican’ algunos eurillos”. Cosas pequeñas, souvenirs en la mayoría de los casos, eran los objetos elegidos. “Aunque apenas se gane dinero el hecho de que se abra ya da otra imagen de la ciudad, da más alegría y beneficia a todos”, opinaban en la tienda. Atareados respondiendo las dudas de los turistas, Hakim y su padre fueron de los pocos con una mañana entretenida.
Suárez destacó la labor que se realizó durante la Transición española y reflejó el valor de la tolerancia entre los españoles

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