Acabo de leer un artículo en el que se cita al filósofo Bordieu, que afirma que” el fracaso es generador de fracaso, como si de una herencia cultural se tratara”. Al leer este pensamiento he sentido un cierto escalofrío personal y un auténtico temblor profesional. ¿Cómo vamos a admitir este planteamiento desde el arte de la enseñanza? ¿Qué capacidad de lucha tendríamos cada jornada laboral? ¿Cómo seguir la batalla docente día tras día? ¿Me están vaticinando que la meta es irremediablemente el fracaso para muchos de los jóvenes que se acercan cada día a nuestras aulas? Esto no es un buen pensamiento porque carece de bondad. Y sigo reflexionando, si amo mi trabajo, ¿por qué en mi cabeza supuestamente adiestrada para la pedagogía me han surgido términos como “batalla”, “lucha y fracaso”?
Me debato entre el respeto infinito por la profesión más noble del hombre y el sentimiento de impotencia cotidiana. Es imposible y hasta carente de solidaridad no escuchar a compañeros y compañeras que pasean su frustración y su agotamiento profesional por los pasillos de nuestros centros con lamentos tan justificados como vacuos. Los comparto: “¿dónde están los recursos? ¿ quién ayuda a la escuela que se ve cada día más desbordada por responsabilidades que antes le eran ajenas?¿qué hace la clase política por la “clase educativa”? No los asumo: ¿Dónde está la vocación real del docente? ¿ qué hay de nuestra capacidad motivadora?¿Qué fue de nuestra creatividad? ¿qué de nuestra natural habilidad para la “adaptación al medio”? Esas han sido, desde siempre, valores intrínsecos a nuestra profesión. Tal vez nos falte optimismo, pero a la mayoría de nosotros no nos faltan ganas, puede que nos falten recursos pero podemos crear otros, y quizás nos falle el sistema pero somos capaces de reinventar otro.
Nos está invadiendo un sentimiento oscuro, es fácil dejarse llevar por la agonía que algunos enseñantes arrastran, pero hay demasiado por hacer, demasiadas metas que cumplir. El fracaso no puede convertirse en nuestra herencia cultural. Hay que buscar otros medios, otras inquietudes, otros caminos. Somos transmisores de conocimiento, pero también de valores, somos generadores de emociones, productores de experiencias y formadores de conductas, exploradores de personalidades y constructores de ciudadanos ¿hay alguna aventura más inagotable? ¿hay alguna profesión más exigente , inquietante, apasionante y honorable? No la hay.
Puedo compartir las sombras pero prefiero reivindicar nuestra inagotable capacidad de asombro, podría picar el anzuelo del tedio pero prefiero usar el anzuelo de la palabra para rescatar pensamientos, puedo quejarme de la ignorancia pero también puedo reconocer la ignorancia y encender el deseo de saber.
Para muchos ser profesor no es una profesión valorada, no proporciona dinero ni poder, carecemos de reconocimiento y somos objeto de crítica fácil para parte de la sociedad, pero somos, pese a quien le pese, y parece que le pesa y mucho a esta clase política, los mensajeros de siglos de cultura y patrimonio, los forjadores de la sociedad del futuro y será , en parte, como nosotros queramos que sea; reivindicativa, solidaria, colectiva ,optimista y luchadora o indolente, sumisa, egoísta y conformista. Tenemos una materia prima incalculable y una corriente de energía vital inagotable, ningún trabajo es más generoso en juventud, risas y palabras que la enseñanza.
Son momentos grises para todos, pero la escuela es el pilar más fuerte sobre el que podemos cimentar el cambio. Nosotros lo sabemos, los que hacemos la escuela. Reivindico desde aquí el ánimo y la fuerza necesarias, defiendo la bondad y la honorabilidad de nuestra profesión y rechazo el pesimismo y la crítica inservible.
Hasta aquí mi particular apología de nuestra labor .Si me he excedido en la exposición de opiniones propias basadas en el apasionamiento, pido disculpas , si me he atrevido a valorar las actitudes de otros más expertos que yo ,pido disculpas y si este escrito no ofrece la calidad que se esperaba de él, también pido disculpas. Sin embargo mis profesores me enseñaron a ser persona de palabra sincera y de pensamiento firme y por esto último doy las gracias.
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