Uno de los lujos que me puedo permitir cuando la actualidad (más bien la carencia de la misma) de la cartelera me insta a ello es la de compartir con el respetable alguna que otra joya de mi lista mental de favoritos. Concentremos pues el interés en Master and Commander, un clásico moderno del cine de aventuras basado en las populares novelas navales de Patrick O´Brian que en 2003 aunó reconocimientos múltiples y merecido aplauso popular. Nominada a 10 premios Oscar, incluido el de mejor película, y ganando el de mejores efectos sonoros (absolutamente brutales en el realismo) y el de mejor fotografía, igualmente meritoria (vaya excelsos planos de batalla…). Los trabajos de guión y realización de Peter Weir, uno de los grandes (Matrimonio de conveniencia, La costa de los mosquitos, Único testigo, El club de los poetas muertos o El show de Truman entre otros títulos se encuentran en su filmografía), nos transportan con maestría al interior de la Surprise, un imponente navío inglés de la época napoleónica, convirtiéndonos durante más de dos deliciosas horas en uno más de la tripulación.
El capitán Jack Aubrey (Russell Crowe) comanda una peligrosa expedición para la captura de un corsario que actúa bajo bandera francesa y que podría decantar en el mar la guerra que mantiene el Reino Unido contra Napoleón. Asistimos a un sorprendente juego del gato y el ratón en el que se torna el proceso de persecución, que hace pasar varias veces a británicos y franceses de cazadores a cazados en un ejercicio de fluidez y tensión argumental que conecta a la perfección con los espectadores.
Crowe interpreta con mucha personalidad y ligero exceso de alegría a un capitán que es mucho más que eso para una tripulación entre la que tenemos a nombres como Paul Bettany (estupendo contrapeso del protagonista) o James D'Arcy, y que le seguiría al fin del mundo. Teniendo en sus escenarios de batalla los puntos álgidos, el film equilibra ritmo de acción con sublimes momentos de tensa espera, diálogos bien escritos e interpretados, y momentos de camaradería del día a día para la retina que no tienen mucho que envidiarle a los cañonazos, abordajes y demás ingredientes indispensables para una aventura de este calibre. No podemos dejar de mencionar junto a las citadas virtudes de la cinta una poderosa y elegante banda sonora que les resultará familiar aunque no hayan visto la película, así como el abierto final que deja las cosas exactamente como deben. Cine con mayúsculas del que ya no se hacía cuando Peter Weir se lanzó a construir este trabajo injustamente eclipsado en el tremendo año de su estreno con títulos enfrente como El señor de los anillos: El retorno del rey, Lost in Translation, Mystic River, La joven de la perla o Buscando a Nemo.
Si no tuvieron la enorme fortuna de verla en el cine cuando se estrenó, recomiendo encerrarse con ella y un bol de palomitas en una habitación que cuente con una pantalla lo más grande posible y un buen equipo de sonido, a ser posible envolvente. Ya lo agradecerán, ya…
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