Dos amigos se encontraron en la calle, cuando iban en opuestas direcciones.
-¿Adónde te diriges, Amit?- preguntó uno de ellos. -Voy a asistir a un sat-sangha (acto religioso)-fue la respuesta-. ¿Y tú?
El otro hombre, de nombre Gopal, contestó:
-No está bien decirlo, pero tú eres mi amigo, me dirijo a la casa de una cortesana que me recibe de vez en cuando. Voy a disfrutar con ella durante unas horas.
-No quiero censurarte – dijo su vecino- pero, ¿no sería mejor para tu espíritu que vinieras conmigo a la reunión religiosa? Un hombre santo, venido de la ciudad de Mathura, va a pronunciar un discurso sobre Dios y va a contar historias de las sagradas escrituras. Habrá cantos devocionales, se repartirá prashad (alimento bendecido) y será, en definitiva, una velada muy provechosa para el alma. ¿Qué me dices?
-Antes te aconsejaría que te vinieras tú conmigo –replicó Gopal-. Todo lo que me propones está muy bien, pero no puede compararse con el placer que proporcionan las mujeres, y la que yo voy a visitar es una verdadera belleza. Deja tu reunión, acompáñame a verla y gozarás de todo tipo de placeres. Habrá baile, vino y, por último, los favores de una cortesana con mucha experiencia en el arte del amor. ¿Qué te parece?
Ambos hombres continuaron hablando durante algún tiempo, pero no consiguieron convencerse el uno al otro, por lo que acabó dirigiéndose cada uno al lugar que había pensado en un principio.
Pero, Amit no pudo aprovechar su reunión religiosa. Mientras el maestro hablaba de los beneficios de la fe, él sólo pensaba en lo mucho que estaría disfrutando su amigo en brazos de una hermosa mujer, mientras él desperdiciaba su tiempo escuchando mensajes espirituales inútiles.
Y Gopal, a su vez, no hallaba placer en los brazos de la prostituta, pues su mente no hacía más que recordarle que su vecino estaría purificando su alma con enseñanzas piadosas, y perfeccionando su evolución espiritual.
Por cuestiones del karma o destino, al salir Amit del templo sin darse cuenta pisó una piel de plátano que había en el piso, y resbaló con tan mala fortuna de golpearse en la nuca y morir en el acto.
Gopal, al salir de la casa de la prostituta, iba tan entusiasmado en sus pensamientos espirituales, que no se dio cuenta de que un carro con caballos desbocados se le acercaba peligrosamente. Sin poder esquivar el carro fue arrollado por los caballos, sin que nadie pudiera salvar su vida.
Amit, al estar pensando en los placeres de la prostituta, el vino y el vicio, tuvo que reencarnar de nuevo y comenzar en otro cuerpo una nueva vida con todos los sufrimientos que esto conlleva.
Gopal, aún a pesar de haber pasado su última noche con una prostituta, su mente estuvo fija en la Divinidad, en los mensajes espirituales, en el olor a incienso del templo y en el sabor trascendental del alimento bendecido. Al morir fue directo a Vaikuntha, el mundo espiritual donde obtuvo un cuerpo eterno, lleno de conocimiento y bienaventuranza.
Enseñanza
Se dice que no se debe menospreciar el propio mundo y envidiar el del vecino. Esta historia nos enseña dos cosas muy importantes: que una mente controlada es nuestra mejor amiga y una mente desbocada es nuestra peor enemiga. De acuerdo a la tradición hindú el pensamiento final, a la hora de la muerte, va a condicionar nuestro próximo destino. Por eso hay que concentrarse en el presente, sin pensar demasiado en el pasado que ya no existe y el futuro que es incierto.