A Ceuta le marcan unos condicionantes por su mera ubicación geográfica. La inmigración constituye un factor determinante que se convierte en sensible cuando se trata de menores. A ellos, a los niños, hay que proteger por encima de todo y la Ciudad tiene que desplegar múltiples recursos para atender a todos los que llegan sin previsión alguna.
Con este panorama se ha topado el Gobierno local este mes de agosto, al registrarse hasta 300 entradas de menores. Los recursos disponibles, insuficientes, han tenido que ampliarse para atender con dignidad a quien llega. Ceuta ha estado al nivel esperado, sin salidas de tono, con un presidente de la Ciudad que ha sabido ser leal, que conoce a la perfección las obligaciones existentes, pero que también debía defender su tierra más allá de siglas políticas.
La llamada de urgencia, esa petición de auxilio, ha sido clave para que no solo los focos mediáticos sino también los políticos hayan tornado a este lado del Estrecho, al objeto de trasladar qué está pasando y cómo está respondiendo la ciudad.
Vivas no es Clavijo, Vivas sabe cuáles son no solo las normas que deben cumplirse sino los derechos de unos niños que deben prevalecer sobre cualquier apreciación partidista.
La llamada desde Ceuta ha obtenido las atenciones debidas y este miércoles la ministra de Juventud e Infancia, Sira Rego, ponía los pies en nuestra ciudad para conocer de primera mano qué pasa y reunirse con quienes saben. Los mensajes de la ministra han sido claros. Hay que dar una solución estructural y comprometida a la inmigración de menores, y hay que aplicar principios básicos como los de solidaridad y lealtad.
Este no es un problema de Ceuta, tampoco lo es del resto de España. Es un asunto que compete también a Europa y que debe ser tratado con el nivel de responsabilidad y madurez que exige.
No estamos hablando de crisis puntuales, estamos ante un asunto de calado, que permanece, que es cíclico y que tiene que tener una respuesta seria basada en reparto solidario de acciones y en derivaciones adecuadas.
No se trata de buscar naves, emplazamientos, pedir dinero. No. Se trata de normalizar una situación que está ahí, que afecta a Ceuta como ciudad frontera que es y que se tiene que asumir con la envergadura necesaria, con respuestas comunes, dignas y que nos definan como país.
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