Muchos los llaman los héroes de la playa. Personas que vigilan cada palmo de la costa de Ceuta para que no ocurran incidencias. En cambio, ellos —los socorristas— se toman la modestia de decir que esta es su obligación, su trabajo diario durante los tres meses estivales.
Detrás de esta unidad profesional se encuentra la empresa Marsave. En 2016 aterrizó en la ciudad autónoma tras presentarse al concurso público. La finalidad era evidente, la de cubrir el servicio de salvamento y seguridad. Desde entonces no han hecho más que crecer, adaptarse al entorno y aumentar el trabajo sumando más zonas de playa. En los comienzos eran solo cinco y en la actualidad ocho. Eso sí, acondicionadas con un puesto de socorro, así como supervisores, enfermeros y socorristas. “Nuestra intención es continuar y que la Ciudad esté por la labor. Nosotros estamos contentos”, dice Rachid Lahasen, quien toma el cargo de coordinador en Ceuta.
En cuanto a los recursos de transportes, Marsave cuenta con tres embarcaciones que se localizan en el puerto. Dos son motos acuáticas, una para la bahía norte y otra para la sur. Además de estas, cuenta con una embarcación semirrígida. Habitualmente, las motos están en continuo funcionamiento, gracias a la versatilidad que brindan, así como la rapidez que otorgan a la hora de asistir a una emergencia. Aunque “cuando el tiempo no acompaña, lo aconsejable es utilizar la semirrígida por su estabilidad y seguridad”, especifica Lahasen.
A todo esto se añade que las ambulancias están presentes. La empresa cuenta con dos, una de soporte vital avanzado y otra básica. Ambas adaptadas con la medicación e instrumentos que no pueden faltar y un equipo sanitario capacitado para cualquier tipo de urgencia. Lahasen remata con que “disponemos de un vehículo 4x4 de intervención rápida; una moto eléctrica con la que hacemos vigilancia proactiva en zonas de difícil cobertura como la Potabilizadora; y otra de 125 cc para desplazarnos por las distintas playas y así supervisar que todo vaya correctamente”.
Considerada una de las más populares por la gran afluencia de bañistas, la playa del Chorrillo recibe una media de mil usuarios al día y, con la llegada del fin de semana o festivos, se alcanzan hasta los 4.000. “Tenemos que estar muy atentos, contamos con cuatro socorristas pagados por la Ciudad y nuestro coordinador nos ha metido otro de más para ofrecer una ayuda más efectiva”, explica la jefa del equipo en esta zona de la costa ceutí, Soraya Chairi Bennyamna.
Esta joven de 20 años entró en la empresa en 2020, después de que realizara un curso de formación. Sus primeras veces fue de correturnos e iba de una playa a otra. “Con esto aprendí las necesidades que existen en cada una”, explica. Esta experiencia le ha brindado la responsabilidad que carga sobre sus hombros en la actualidad. Siempre atenta a sus compañeros, enseñándoles en cada hueco libre para que, cuando les toque enfrentarse a un caso real, sepan como desenvolverse. “El lema que tenemos es el de estar atentos, prevenidos y preparados para lo que se nos pueda venir encima”, comenta Chairi.
En especial, los casos de emergencia más frecuentes en el Chorrillo son los llamado “eco rojo”. Es decir, “el socorrista interviene cuando la víctima ha sufrido una hemorragia masiva, presenta respiración anormal o el estado de consciencia se ha visto agravado”, así reza en un papel colocado en el puesto de socorro. Del mismo modo, dentro de esta nomenclatura puede encontrarse “un desmayo, golpe de calor o una hipertensión que se da en la superficie terrestre”, matiza Chairi. Por ejemplo, “hace unas semanas tuvimos el caso de una mujer que se golpeó en la cabeza con una roca y otra que padeció una bajada de los niveles de glucemia”, añade.
Nadie queda exento de sufrir un percance de este calibre, la salud puede sorprendernos y dar un vuelco en cualquier momento. Incluso, sufrir un accidente. Pero siempre hay un grupo al que se define como “vulnerable”. Este se comprende de niños y mayores. “No podemos perder de vista a los más pequeños y menos cuando se encuentran en la orilla o juegan dentro del mar”, explica Soraya, quien añade que “igual sucede con una persona mayor a la que le puede dar un ataque de pánico dentro del agua”.
A renglón seguido, las cuatro escolleras de la playa del Chorrillo se convierten en la atracción de adolescentes y no tan jóvenes que optan por lanzarse desde lo alto hacia el mar. No aprecian el riesgo que esto supone, por lo que el cuerpo de socorristas debe prestar atención para así evitar este aparente divertimento. Entre los compañeros de esta zona, comentan que no sería la primera vez que se interviene a un paciente que se ha fracturado un hueso a causa de esta actividad. Similar es lo que sucede en el Puente del Cristo. “No perciben el peligro que existe y más si la marea está baja, ya que puede suceder una desgracia”, explica la jefa de equipo. En estos casos, lo que suelen hacer es alertar a la Policía para que asistan a la zona con el fin de evitar que lo hagan. Durante el paso mes de junio, Marsave contabilizó en la ciudad autónoma un total de 1.613 avisos que se hicieron a los usuarios por esta práctica, saltar desde un puente o escollera.
Las motos de agua y embarcaciones de recreo a motor se convierten en otro foco que los socorristas no pueden perder de vista. Ellos, desde sus escalares altas de madera situadas a pie de playa, divisan estos vehículos a través de los prismáticos de largo alcance. La normativa marítima manifiesta que no se puede sobrepasar las boyas que separan la zona de baño. “En algunos casos los tenemos que advertir porque la cruzan”, explica Jesús Pérez Soto, vigilante en la zona del Chorrillo. El alto grado de ocupación de estas zonas dificulta que este tipo de actividades puedan realizarse sin poner en peligro a los bañistas, por lo que este se convierte en un deber para los socorristas para que prevalezca la seguridad de los usuarios.
Ceuta cuenta con lugares de difícil acceso, donde los vehículos de socorro, cuerpos de seguridad, así como los viandantes, se ven limitados para llegar hasta la zona. En lo que se lleva de temporada, Marsave ha estado presente en al menos un caso que aún no olvida, sino que retiene en su mente Omar Abdela, que trabaja de marinero para esta empresa. “La playa de la Potabilizadora es una zona alejada, que no tiene apenas presencia policial y menos mal que estamos nosotros para velar por la seguridad de los usuarios a partir de las 15.00 y hasta las 20.00 horas”, describe este joven. Este horario se lleva a cabo de lunes a viernes y, durante los fines de semana y festivos, el horario de vigilancia se amplia desde las 11.00 horas.
En cuanto a migración, este enclave se convierte en señuelo de la circulación y transporte ilegal de personas. Según explica Abdela, el pasado 17 de junio una moto de agua vino desde Marruecos conducida por una persona que llevaba a otra. Él se encontraba en la orilla, en el puesto de socorro. Lo que era una jornada tranquila, se truncó por completo. “Pude ver como se acercaba desde lejos y a unos 300 metros de la costa lo lanzó al agua”.
El cuerpo con vida quedó flotando y la moto comenzó a realizar virajes sobre este. Una manera de sobresaltar con el fin de que se viera desde la costa. En cuanto Omar lo percibió, avisó por walkie-talkie a sus compañeros y, mientras venían el resto de operativos, él no se lo pensó dos veces y se fue al rescate para evitar un ahogamiento. Al no saber en qué situación se encontraba, lo agarró para mantenerlo a flote hasta que llegara la embarcación de salvamento con el correspondiente tablero espinal. “Tan rápido como se pudo lo acercamos a la orilla, donde se encontraban los compañeros con la camilla. Menos mal que no se ahogó, pero le realizamos una intervención porque sufría hipotermia y mareos”, explica este marinero.
Asimismo, “le pusimos la mascarilla porque padeció de insuficiencia respiratoria”, añade. “Teníamos el desfibrilador a mano por si se complicaba aún más la situación”. Todo salió a pedir de boca, la vida prevaleció por encima de la muerte, pero este complicado episodio no siempre acaba igual. “Tengo guardado en la mente las personas que han muerto al cruzar la frontera. He sido testigo de algún que otro caso y eso es durísimo”, rememora Elías Mohamed, que ejerce como marinero en Marsave. “En Ceuta, esto suele ser algo frecuente. Esta es una ciudad española dentro del continente africano y vecinos de Marruecos. Al otro lado hay gente que quiere venir hasta aquí para luego cruzar a la Península en busca de una vida mejor”, manifiesta Omar Abdela.
Justo en la zona limítrofe de Ceuta, entre los dos países, se sitúa la playa del Tarajal. En este espacio de costa se respira un ambiente tranquilo. “No solemos tener problemas, esto es familiar. Todo el mundo colabora, nos ayudan para hacer nuestro trabajo más llevadero”, afirma Fuad Mustafa, coordinador de Marsave en este punto.
Pero a veces, esta calma desaparece por completo para dar paso a la acción. “Las incidencias que más tenemos son las picaduras de medusa”, explica Mustafa. La especie que más prolifera en estas aguas es la Pelagia Noctiluca. Su picadura es urticante, lo que provoca hormigueo, así como unas marcas rojas que corresponden a una “huella” ocasionada por el contacto de los tentáculos con la piel. Asimismo, “nos llega alguna contusión o herida generada por el corte con una piedra”, añade.
En este trabajo, la condición física es pieza clave, ya sea para salir rápidamente al rescate o coger a una víctima en peso. Al mismo tiempo, el factor mental es crucial. “Te tienes que concienciar de que debes salvar a la víctima, no te puedes dejar llevar por los nervios para que no te hagan pasar un mal momento. La vida de una persona es muy importante”, comenta Naufal Ali, socorrista en el Tarajal. Mente fría ante las adversidades, pero la piel es sensible ante el dolor de la muerte. “Nunca olvidaré el fallecimiento de un hombre que perdió la vida a causa de una parada cardiorrespiratoria mientras se bañaba”, rememora Mustafa.
Los socorristas están hechos de otra pasta. Ellos custodian las playas palmo a palmo para que todo se mantenga en orden. Aún quedan días de verano, más de un mes por delante de trabajo diario donde no se puede bajar el ritmo. La tranquilidad y salvaguarda de los bañistas debe imperar por encima de todo.
Ana Moreno: “Los nervios los llevo por dentro para que no los noten los pacientes”
Para una parte de la plantilla de socorristas de Marsave, este es su primer verano. Claro ejemplo es el de Ana Moreno, quien terminó la carrera de Enfermería hace apenas unos meses. El único contacto que tiene con la realidad laboral ha sido gracias a las prácticas que realizó en las ambulancias de la ciudad autónoma. “Las situaciones de emergencia a las que me he enfrentado me han servido para que esté cualificada”, expresa esta joven. Ahora todo cambia, puesto que “estoy sola, pero contenta por lo que hago”. Hasta el momento, Moreno ha visto varios eco rojos. Pero, en caso de que la situación se complique, “los nervios los debo llevar por dentro para que los pacientes no lo noten”.
Jesús Pérez: “En el Chorrillo no suele ocurrir mucho, los bañistas se comportan”
En la misma línea de los principiantes se encuentra Jesús Pérez Soto. Este joven de 20 años hizo un curso de socorrismo, el cual superó con creces. Este mundo le gustaba y decidió adentrarse en él para que en un futuro venidero pudiera ejercerlo. Sus deseos se cumplieron y, a partir del 1 de junio, empezó a trabajar con Marsave. “Estoy muy bien”, expresa Soto. Entre sus funciones está la de vigilar, avisar e indicar donde se produce la incidencia y el tipo que corresponde. En caso de que la incidencia se produzca en el agua —eco azul—, “debo traerlo hasta la orilla”. Funciones que lleva interiorizadas, pero con la salvedad de que “en el Chorrillo no suele ocurrir mucho, los bañistas se comportan”.
Los socorristas que están en la playa del Tarajal tienen una doble misión. Ni una ni otra con más prioridad, sino que ambas deben atenderse con la misma celeridad. “No solo asistimos en la playa, sino que también en la carretera”, afirma Iusra Hajaj, enfermera en el puesto de socorro. Una doble atención para que todo esté en orden. “No es la primera vez que tenemos que socorrer en el asfalto por algún accidente que haya tenido lugar”, comenta Fuad Mustafa, quien cuenta con una dilatada trayectoria profesional dentro del cuerpo de socorristas. “Tenemos que estar preparado para lo que nos avisen”, afirma con rotundidad Mustafa. Esta particularidad se da en la zona del Tarajal, lugar que colinda con la frontera, que atrae en ocasiones a una gran afluencia de vehículos rodados, así como transeúntes que vienen a España y otro que van al país vecino, Marruecos.
Estar preparado para cualquier adversidad es fundamental en el oficio del socorrista. Los simulacros siempre vienen bien para acercarse de una manera más exacta a la realidad. En este ejemplo, “el compañero que estaba en la silla ha visualizado a una persona que sabe nadar, pero que, aparentemente, le ha podido dar un ataque de nerviosismo, tirón o ansiedad y ha comenzado a ahogarse”, explica Soraya Chairi. Al acercarse, lo primero que conocen es si esta es una víctima activa o pasiva. En el primero de los casos, se refiere a “cuando la persona te puede agarrar de forma sorpresiva y esto complica el rescate”, adiciona Chairi. Para ello, el socorrista lleva un material con el que defenderse, además de que no se le puede olvidar que tiene que guardar una cierta distancia por si ocurre una reacción repentina. Por otro lado, cuando esta es pasiva, quiere decir que está inconsciente, no reacciona. Seguido de lo anterior, el jefe de equipo da el aviso a la emisora con el fin de que se entere la ambulancia, así como las distintas embarcaciones. El socorrista saca a la víctima del agua, la tiende en la orilla, donde lo espera otro compañero y la enfermera que lleva consigo el botiquín. Al percibir que está consciente, “lo ponemos en posición de seguridad y le tomamos las constantes vitales” comenta Ana Moreno. Acto seguido, al comprobar que puede andar por si mismo, lo llevan al puesto de socorro, donde allí se le pregunta qué ha ocurrido exactamente. Parece que ha quedado en un susto, el problema no ha ido mayores. Lo suficiente para que estos jóvenes aprendan un poco más.
Solución de agua salada
Este líquido se tiene para evitar la infección provocada por la picadura de medusa.
Tablero espinal
Se usa para transportar e inmovilizar a pacientes que puedan sufrir una lesión en la columna.
Gasas
En formato de compresas o vendas, este material sirve para cubrir y proteger heridas.
Desfibrilador
Aparato que diagnostica y trata ciertas arritmias y paradas, pudiendo evitar la muerte.
Prismáticos
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