Ramadán Karim, o generoso, como gustan llamarlo. El mejor apelativo para un mes enigmático, que impone su propio ritmo, alterando las constantes vitales de toda una sociedad que abandona su traje convencional para entregarse a un cambio de conducta radical: el impuesto por la práctica milenaria de un ayuno que no sólo implica esfuerzo y abstinencia, sino convivencia y festividad.
Las mañanas se hacen largas y densas, pues muchas veces los hábitos pesan por encima de la voluntad, pero conforme van pasando las horas, crecen la ilusión y el buen humor. Por las tardes las medinas tradicionales recobran su bullicio natural, con una muchedumbre en búsqueda de los últimos alimentos calientes, o que simplemente merodea, como forma de engañar el apetito.
Como cada año, pocos minutos antes del magreb (el ocaso), hora de ruptura del ayuno, se multiplicarán las carreras, lo conductores se volverán temerarios, los guardias de tráfico se desharán en nervios y la velocidad de los coches aumentará, hasta desaparecer éstos por completo. La calle se queda entonces literalmente desierta. ¡Pero no se trata de un país en estado de excepción! El sonido del cañonazo, seguido de la voz del almuédano que anuncia la plegaria del magreb, marca el final del ayuno. La noche entonces resucita, prolongándose hasta la madrugada, en festines familiares. Los cafetines se abarrotan de hombres y de humo.
Paralelamente, en las mezquitas y zauiyas se invoca al profeta Muhammad y se exalta el mes de Ramadán, en el que Allah completó las enseñanzas del sagrado Corán. La noche del 26 al 27, se conoce como la noche del Destino (lailat-el-Qadr). Está considerada como mejor que mil meses, pues dicen que en ella el cielo se abre para escuchar el ruego de perdón de los creyentes, y que los ángeles descienden a la tierra, donde reina la felicidad hasta la aurora (bi-idhn Allah min kull amr). Las mezquitas están particularmente llenas esa noche, durante las plegarias comunes del Tarawih, tras la Isha, u oración nocturna.
Corresponde con el noveno mes del calendario lunar islámico: Ramadán, y es el cuarto pilar obligatorio del Islam. Están exentos de ayunar los niños, ancianos, enfermos, mujeres embarazadas y con la menstruación, viajeros, así como quienes tengan que cumplir con un trabajo que ponga en riesgo su vida o su salud.
Como práctica religiosa el ayuno tiene un origen antiquísimo. Fue común entre los antiguos egipcios, los asirios, los mayas, los griegos y los romanos. Fue observado desde el principio por el cristianismo, como parte inseparable de las prácticas piadosas. La Biblia hace constante referencia a él. Lo practicaron Moisés y Elías, entre tantos otros Profetas, y los judíos aún ayunan el día de Yom Kippur.
En la Iglesia Católica ha sido obligatorio un ayuno parcial para recibir la Eucaristía, aunque hoy se ha reducido a una hora. La Iglesia oriental Ortodoxa, en cambio, todavía mantiene el ayuno eucarístico de forma rigurosa. También los budistas lo practican de manera metódica, como de hecho lo hace el Dalai Lama. Los hinduistas, por su parte, ayunan en determinados días, y algunos, durante el mes de Shravan.
El ayuno en la medicina
“Antes de recurrir a la medicina, ayunad un día” decía Plutarco. Desde el punto de vista dietético, están más que demostrados los beneficios de la abstinencia de alimentos. Los estudios modernos sobre el mismo comenzaron en 1882 con el Dr. Jennings. En el siglo XX, el Dr Shelton (Estados Unidos) fue considerado uno de los mayores expertos en medicina e higiene natural. Estudió las propiedades del ayuno en profundidad, fascinado por la observación de su práctica entre los animales enfermos: “Sin pretender que el ayuno restaure la salud, sí permite al organismo curarse a sí mismo. Restablece las reacciones fisiológicas normales, y rejuvenece las células y los tejidos, al tiempo que fortalece el espíritu. Un ayuno es, a los órganos del cuerpo, como una noche de reposo al trabajador fatigado”.
En el Islam, el ayuno tiene un doble significado: espiritual y científico. Esto corresponde al hecho de que el ser humano es considerado como una entidad indivisible, formada de cuerpo y alma, cuya evolución óptima resulta del equilibrio entre ambos.
En el Islam, el ayuno tiene un doble significado: espiritual y científico
En el marco de la teología, el ayuno de Ramadán implica abstinencia de alimentos, bebida, tabaco y relaciones sexuales desde el alba hasta el ocaso, momento en el que, según la tradición, no se distingue un hilo blanco de un hilo negro. Desde una perspectiva más profunda, la mística islámica amplía la abstinencia, preservando el corazón y el pensamiento de las malas intenciones. Porque el verdadero ayuno no consiste tanto en la materialidad de la abstinencia como en la fortaleza de espíritu y el sometimiento de las pasiones, principal obstáculo para la evolución personal hacia el conocimiento de Dios. Así, el corazón y la lengua de un musulmán y una musulmana, también deben ayunar.
En el Islam el ayuno no se entiende como un acto de penitencia, como en otras religiones, sino de dominio sobre estas pasiones. De hecho, el término assawm (ayuno, en árabe), significa abstinencia, pero también estado de reposo, de tranquilidad y de equilibrio. Un estado que permite elevar la conciencia del ser humano.
Además de su contenido espiritual, el Ramadán adquiere importantes connotaciones sociales, favoreciendo, a través de la abstinencia material, el sentimiento de solidaridad con quienes están abocados de por vida a todo tipo de privaciones.
En este sentido, es importante resaltar las acciones de caridad que durante este mes ejercen asociaciones privadas y las ONG’s de todo el mundo islámico, bajo el lema “una chorba para todos”. En términos legales, la solidaridad se materializa en el zakat al fitr, o dádiva del final del ayuno, que lejos de ser un acto de benevolencia, como en otras religiones, es una obligación. De hecho, el zakat, en general (que en árabe significa purificación) –uno de los pilares del Islam-, es un impuesto obligatorio para todo musulmán, consistente en donar el 2.5 % sobre los beneficios.
En estas fechas difíciles el Ramadán, tanto por su significado social, como espiritual, puede servirnos como motivo profundo de reflexión personal y colectiva.
* Fundación de Cultura Islámica