En las tardes calurosas del verano, en el medio día, cuando despunta el sol al alba, antes de que anochezca...ahí están, en todas partes: en la mesa, volando cercanas a nuestros oídos.
El zumbido de las moscas es el resultado de la vibración de sus alas, ya que pueden llegar a aletear 200 veces por segundo.
En el aleteo de comunican, buscan pareja mientras vuelan en todas direcciones.
Las espantamos de la cara sudorosa, de los brazos arremolinados para cazarlas, de las pierna que cosquillean subiendo y bajando la piel que habitamos. Las eliminamos como si aplaudiéramos para que cesen en su acoso constante.
No ven la salida al deambular por los cristales de las ventanas, interpretan que son libres en la cárcel acristalada.
Vienen solas, dos, cincuenta; se avisan para la bacanal servida en platos de comensales. Ululan como jauría que busca su presa.
Parecen inmortales aunque las matemos, son constantes, invencibles; conquistan el lugar que ocupamos, vuelven a volver en un tiempo infinito que no cesa.
Nada puede con ella pues las guerras químicas que empleamos se volatizarán a las primeras de cambio regresando ufanas al ataque.
Las moscas devoran a las compañeras que perecen, las alimentarán y ellas alimentarán a otras en una cadena de solidaridad inconsciente.
Se reproducen a cientos, viven tres días, no son conscientes de su destino porque no son conscientes. No saben del tiempo, de los días, de su ubicación, del sentido de su existencia. No están ni felices ni tristes, no hacen planes, no se esconden, no tienen miedo aunque presientan el peligro.
Andan a saltos, silenciosas. No podemos sentir sus pasos y atacarán como kamikaces a sus objetivos.
Se esconden en la noche, el reino de la oscuridad es de los mosquitos. Unas y otros no planearon guerras conjuntas pues no saben de su poder. Tres días no son suficientes para planificar los ejércitos.
Conquistan el universo que ignoramos: heces, basura, carroña, animales indefensos ante ellas, cadáveres. Las noticias del festín son más rápidas que las redes sociales.
Se retiran a los cuarteles de invierno, desaparecen, parecen extinguirse aunque sabemos que es solamente una tregua.
Imaginémonos que somos moscas en proceso de metamorfosis. Moscas inteligentes, racionales, con principios morales, con capacidad para decidir.
¿Qué pensarán las otras moscas de nosotros?
¿Pensarán que nosotros somos las moscas? ¿Y si es cierto? ¿Qué sucedería entonces?
Tal vez no sucedería nada, nada de nada. Seguiríamos apelotonados en la mierda como ahora estamos. Debemos recordar que la vida dura tres días.