Hubo un tiempo en el que se encargó un estudio sobre el nivel de presión laboral que había en el ámbito sanitario. Se hablaba del síndrome del quemado, de la presión soportada, de las condiciones laborales. Todo eran críticas hacia la forma en que debían prestar servicio cuando todavía el Hospital se encontraba en las viejas instalaciones de la Cruz Roja. De allí se pasó al HUCE, un centro universitario, de presencia, que parecía iba a terminar con todos los males. Pero va a ser que no, va a ser que los males no es que sean los mismos, es que van a más, ya que la situación ahora es inasumible.
Si pensamos que el problema afecta solo a los sanitarios estamos más que equivocados. De cómo estén ellos dependerá la atención que se nos preste, de la situación límite en la que se encuentren dependerá la respuesta asistencial prestada, por mucho que luego nos dibujen estadísticas para contarnos que todo va bien.
Hoy por hoy no es así, aunque nos tilden de catastrofistas y exista una respuesta oficial siempre ajustada a lo que los gestores quieren ‘vender’. Engañarse es de ilusos, presentar lo que no funciona al contrario constituye un juego peligroso, más aún cuando se tiene entre las manos la salud de toda una población. Tiempo tuvo la ministra de ofrecernos soluciones, pero optó por ejercer de locuaz ‘chica Rajoy’ en vez de cumplir con lo que se espera de ella.