Opinión

Sin uñas ni dientes

"Con uñas y dientes” es una expresión popular de una gran fuerza comunicativa con la que se pretende describir la reacción defensiva de un ser humano cuando se siente atacado en su propia identidad. Nos conduce allí donde el instinto natural prevalece sobre cualquier otra consideración. Así protege una madre la vida de su criatura ante una agresión. No hay una pasión comparable.
Hubo un tiempo en el que los ceutíes nos sentíamos imbuidos de un espíritu identitario propio del que emanaban todos nuestros anhelos colectivos. Teníamos conciencia de pueblo. Estábamos dispuestos a defender Ceuta “con uñas y dientes”. Todo aquello pasó. Son muchas y variadas las causas que han contribuido a disipar este sentimiento hasta… ¿su extinción? Siempre hemos albergado la esperanza de que el estado de catatonía fuera transitorio. Éramos conscientes de que el enorme poder el estado (político, administrativo y mediático) era capaz de “vendar los ojos” de la ciudadanía hasta el extremo de ocultar lo que era una evidencia. El relato (falso) reiterado infinitamente desde todas las versiones y perspectivas posibles, intentando instalar en la sociedad ceutí la idea de que “Ceuta es una Ciudad normal, perfectamente ensamblada en la España de las Autonomías, cuya españolidad está absolutamente garantizada, y con un brillante porvenir”; lograba su efecto. Ceuta estaba profundamente anestesiada. A pesar de los arduos y amargos intentos de una minoría por explicar con crudeza cuanto estaba sucediendo sobre el fututo de nuestra tierra, la inmensa mayoría prefería mantenerse refractaria a la verdad, ensimismada en una realidad tan confortable (psicológicamente) como inexistente.
La única forma de revertir este áspero y lánguido camino hacia la nada, era que la fuerza de los hechos terminara por despertar al pueblo de su letargo. Era razonable pensar que ante la certidumbre de que “estamos vendidos” se produjera una reacción virulenta exigiendo derechos y políticas de estado que nos devolvieran la dignidad robada. Quizá la única incógnita era saber que hechos podrían tener una carga explicativa suficiente para desmontar el sólido andamiaje de mentiras primorosamente construido durante veinticinco años por todas las instituciones del estado.
El llamado “conflicto de la frontera” podría ser, perfectamente, uno de esos hechos de exuberante fuerza pedagógica como para mostrarnos lo que significa Ceuta en las entretelas del estado. Los gravísimos problemas que se producen en el entorno fronterizo han puesto de manifiesto (a la vista de todos) lo que desde hace muchos años venimos denunciando algunos: “Todas las decisiones políticas que se toman en relación con Ceuta están supeditadas a la voluntad de Marruecos; y teniendo en cuenta que este país mantiene sus pretensiones anexionistas, nuestro futuro está en sus manos”.
A pesar de ello, Ceuta es incapaz de unirse, de revolverse y de combatir por sus legítimos derechos como pueblo. ¿Todavía hacen falta más pruebas?… ¿o es que ya no tenemos ni uñas ni dientes?

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