A España le está cayendo la madre de todas las tormentas en forma de suspicacia internacional, y nuestras cuentas públicas no sólo evidencian que no éramos lo mayores de edad que decíamos, sino que cual adolescente ibérico estándar hemos de pedir ayuda a mamá cuando el asunto se pone feo. Pero que nadie se avergüence ni se tire de los pelos del bigote mientras haya una Eurocopa en juego. Ahí no nos gana ningún soso burócrata. ¡Ole, arsa! El día después de que mi país haya tenido que ser rescatado económicamente desde el exterior a mí me daba un poco de pudor salir hablando de cine (es por ello que espero que perdonen que el comienzo de estas líneas haya sido algo atípico), y más de este tipo de cine palomitero y desenfadado, pero he mirado hacia Polonia y los sonrientes y enchaquetados palcos hispanos viendo un partido de fútbol en pie mientras suena el himno me han hecho pensar que debo de estar exagerando. Si nuestros preparados líderes no se paralizan de miedo y sí lo hacen por un evento deportivo, seguramente estaré siendo más negativo de lo que la ocasión requiere. Y si Manolo el del Bombo puede sonreír, show must go on, que diría Queen (traducido al castellano, “Dios proveerá”): hablemos sin rubor de Men in black 3.
A riesgo de sentirme el enanito gruñón de Blancanieves, ahora que las adaptaciones de cuentos están tan de moda, avanzo que no comparto lo oído y leído que aseguraba que en esta tercera entrega Barry Sonnenfeld, director de confianza de los Cohen (no en vano era su responsable de fotografía habitual), hacía remontar la devaluada saga extraterrestre que llamó la atención hace ya demasiado tiempo por su descaro y originalidad. Las recomendaciones positivas dieron con mis reticentes huesos una semana tarde y ante la ausencia de otro estreno de mayor interés en una sala de cine para ver esta última pepita de oro del Midas Will Smith, que todo lo que toca lo convierte en taquillero, tipo hábil y listo desde sus comienzos, pero lamento disentir y debo ser honesto con aquel que me lea advirtiendo que acabé resoplando y mirando el reloj mucho más de lo admisible; no descarto haber sido víctima de las expectativas, uno de los grandes enemigos de este negocio.
La cinta vuelve a unir a la pareja formada por Smith y Tommy Lee Jones, aunque en esta ocasión este último se muestre desganado en su papel y salga muchos menos minutos, dado que el argumento obliga al protagonista agente J a viajar al pasado para evitar el asesinato del personaje de Jones, encarnado de joven por un Josh Brolin (No es país para viejos) que hace un trabajo impecable y parece de verdad la misma persona. La química entre actores más o menos funciona bien y algunos momentos con alienígenas marca registrada de la casa siguen funcionando, así como el valor seguro del últimamente más hiperactivo que nunca Danny Elfman a cargo de la banda sonora. Pero hasta ahí llega el fuelle, y la ridiculez condensada de gag tras gag a cual con menor gracia y de chiste tras chiste como paso previo a otro nuevo chiste es todo lo “nuevo y fresco” que puede aportar esta tercera parte innecesaria que, además, llega con una década de retraso. Y es que cuando se lo han pensado tanto para hacerla…
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