“Nadie escucha a los estudiantes y somos unos de los más perjudicados en toda esta pandemia”. Estas son las primeras palabras al descolgar el teléfono de Antonio Javier González Domínguez, un joven de Ceuta de 26 años que estudia o estudiaba cuarto curso de Filología Clásica en la
Universidad de Málaga. Este año se quedará sin estudiar las asignaturas que le quedan para concluir su grado porque le despidieron de su trabajo por el
COVID-19. Nació en Ceuta y vivió aquí hasta los 7 años, cuando se fue a Fuengirola con su madre, pero desde entonces sigue viniendo todos los años a su ciudad paterna. “Las consecuencias del COVID-19 en mi caso han sido que yo estudiaba en la Universidad de Málaga y me mantenía de lo poco que ganaba en una tienda de ropa en la que trabajaba y dando clases particulares. No llegaba casi nunca a fin de mes, pero mi madre y mi abuela me ayudaban con lo poco que podía. Al menos podía estudiar”, relató.
Vino el dichoso confinamiento y les hicieron ERTE. Al principio, todo bien porque cobraba como siempre. Pero el 1 de mayo se le terminó el contrato y no le pudieron renovar.
“Total, me quedé sin nada. Pagué facturas, alquiler y estaba aún peor que antes. Además, en medio del confinamiento, pedí permisos para poder viajar a casa de mi familia porque la situación era insostenible. No me dieron los permisos. También pedí
becas en la UMA y me las denegaron después de haber adjuntado mil cosas, pero bueno. Días después, ya me dejaron viajar a Ceuta”, prosiguió el joven ceutí.
Tuvo que dejar el piso en el que vivía de alquiler porque no podía permitirse seguir pagándolo. “Mi padre vino desde Ceuta hasta Málaga a recogerme para llevarme para allá, ya que no podía llevarme todo lo que tenía a Las Palmas de Gran Canaria donde reside mi madre y hermanos”, siguió.
Su objetivo era irse a casa de su madre, pero el costo del avión con todas sus pertenencias era “elevadísimo”, así que decidió venirse a Ceuta, donde estuvo un mes y dejó muchas de sus cosas para después irse a Las Palmas, donde sigue aún.
Obviamente este año no puede seguir estudiando porque no tiene dinero. “¿Tengo yo la culpa de que el COVID-19 haya generado todo esto? Entiendo que la situación es complicada para todos, pero es que nadie me escucha. Necesito ayuda. Me he quedado este año sin poder estudiar debido a no tener trabajo. La situación de no poder trabajar como todos los años para poder pagarme la carrera ha hecho que no pueda estudiar este año”, concluyó Antonio Javier.
Este ceutí es uno más de los estudiantes en el limbo: sin beca y con problemas para pagar una universidad que este año no será presencial y cuyo curso es más incierto que nunca.
“La Universidad decidió hacer los exámenes presenciales y no podía viajar a Málaga”
Otra odisea ha sido poder hacer los exámenes de recuperación online. “Como todos los estudiantes, tengo asignaturas que dejé para septiembre debido al colapso y el estrés. En un principio, la universidad decidió hacer los exámenes de recuperación del primer semestre presenciales sin tomar en cuenta la situación de cada persona. Económicamente me era imposible viajar a Málaga para hacer esos exámenes, pero tras mucho reclamar y hablar con los profesores y todo pude hacerlos online”, explicó.