Solía recordar José Luis Díaz, en el carrusel de anécdotas coleccionado a lo largo de casi cinco décadas de profesión, aquellos tiempos en los que la emisora, “de un kilowatio, se cortaba 15 o 20 veces”. Era entonces cuando se hacía el silencio en la emisión y tenía que correr rumbo al repetidor del Hacho, “todo el día monte arriba, monte abajo”, para solucionar el desaguisado. Su propia voz lo rememoraba ayer en la hora de emisión especial que los compañeros de la Cadena Ser le dedicaron, recuperando de la fonoteca una entrevista grabada en agosto de 2011, tiempos en los que ya andaba jubilado y en los que la grave enfermedad que acabó con su vida el domingo había comenzado a amenazarle.
Silencio, como el de entonces pera esta vez en su memoria, fue también el que envolvió ayer su despedida en el cementerio de Santa Catalina, donde fue incinerado en la más estricta intimidad, acompañado por sus familiares y compañeros de Radio Ceuta, la que fue casa y pasión durante 45 años. Fue sólo durante se instante, porque a lo largo de la jornada por el Tanatorio desfilaron cientos de conocidos, colegas, amigos. Todos y cada uno con los que fue forjando el apelativo de “hermano”, según coincidían muchos al tratar de definirle, al estrechar lazos en cualquiera de las pasiones que vertebraron sus 68 años: el periodismo, la Semana Santa, la vida militar... De ahí que el Tanatorio fuera una amalgama de plumillas y fotógrafos, locutores, mandos castrenses, cofrades, amigos... “Buen amigo”, “generoso”, “trabajador infatigable”, “vivió como le dio la gana”, le retrataban ayer. Incluso el propio presidente de la Ciudad, Juan Jesús Vivas, quiso sumarse con su presencia al homenaje póstumo a quien ya había sido distinguido, entre otros galardones, con la Escudo de Oro del Consejo de Hermandades y Cofradías o el título de Legionario de Honor.
La vida de José Luis Díaz se apagó el domingo, pero su voz, por esos milagros de la radio a la que tanto auxilió –durante días, meses, años–, afloró ayer, al mediodía, como respuesta a cada una de las preguntas que Antonio Martín le formulara hace algo más de dos años. En esa entrevista recordó la famosa anécdota del pelotazo que destrozó el cristal de los estudios de la EAJ-46, en las instalaciones míticas de Salud Tejero, una travesura juvenil que, por esos coqueteos del destino, acabaría convirtiéndose en el prólogo de su noviazgo con las ondas. Le obligaron a compensar el estropicio con un trabajo de ordenanza que, aunque luego nunca le descontarían del sueldo, le uniría a la casa hasta el día de la jubilación. “La radio lo ha sido todo en mi vida, a veces hasta dejar incluso la familia a un lado. Entré con 12 años y aquí estuve otros 45”, recordaba. A partir de ahí, una senda de anécdotas, las que acumuló como técnico o como locutor de deportes, en el Rocío o en decenas de pregones, en su adorada Cofradía de Los Remedios o “con la gran familia de Radio Ceuta, con José Solera o en el epílogo de la etapa en Algeciras... “A mí lo que me gustaba era la técnica, porque delante del micrófono ocurre como en el carnet de conducir, que te pones nervioso y el pie izquierdo se te va para otro lado”, aseguraba entre risas.
Ricardo Lacasa le recordaba ayer como “un amigo, un hermano, un gran profesional que siempre arrimaba el hombro y ayuda a los nuevos”. Otra de sus compañeros eternos, Beatriz Palomo, le apellidó como “el imprescindible”. La profesión anda de luto.
Asoc. de la Prensa
“Un autodidacta de la profesión, un hombre generoso”
La Asociación de la Prensa de Ceuta (FAPE-Ceuta) se unió ayer a las muestras de condolencia por la muerte de José Luis Díaz, a quien recordó como “uno de los autodidactas de esta profesión, un hombre de una entrega generosa hacia todo aquel que solicitaba su ayuda”, como demostró con su vinculación “con el mundo de las cofradías y del Ejército, dos pasiones que llevaba muy arraigadas en su corazón”. FAPE-Ceuta destacó su “entrega y amor hacia la profesión”, algo que “supone un buen faro para alumbrar este sector, tan denostado en los últimos años”.