El martes 11 de junio, consideré que debía cambiar mi horario que ya está suficientemente asentado por años de trabajo en mi vida y supongo que bastantes otras personas también lo habrán hecho para poder presenciar. por TV, el desarrollo de la Sesión del Congreso de los Diputados ya que, a mi juicio, suponía la continuidad oficial del anuncio por S.M. el Rey de España de su abdicación.
Naturalmente era algo nuevo y convenía vivirlo, lo más directamente posible, ya que de algo nuestro y muy importante se trata. Había que seguir ese camino abierto para aprender y también para poner en juego nuestros conceptos de la vida de nuestro país. Era necesario verle la cara al problema y considerar sus soluciones posibles.
Esta es la razón por la que me pareció natural cambiar mi horario y no me arrepiento de ello ya que he podido ser testigo de actitudes personales y de grupo, en el Congreso de los Diputados, que eran importantes. La cuestión fundamental era comprobar si habíamos aprendido los españoles a considerar en su verdadero valor a nuestra Nación. Naturalmente ha habido de lo uno y de lo otro: de los que consideran que la Nación demanda sacrificios a los que hay que dar respuesta positiva y la de aquellos otros que, al contrario, siguen pensando que la Nación no existe, que no se necesita para nada y que hay que oponerse a cualquier hecho que indique esfuerzos para la seguridad y el buen nombre de nuestra Nación.
Hace ya bastantes años que los españoles supimos dar un paso decisivo en la vida política de nuestro país. Habíamos tenido unos años de gobiernos poco fuertes que nos condujeron a una Guerra Civil muy dura que dejó heridas muy hondas en uno y otro bando y que a lo largo de cuarenta años se trató de que fueran mitigándose . Tal vez no se logró del todo y en ese estado de cosas hubo una gran mayoría que aceptó, de buen grado y con ilusión, la proclamación de Juan Carlos I como Rey de España. Desde entonces se ha trabajado con interés, por gran parte de los españoles, para que cada día tuviera más prestigio y valía la Nación española y ésta necesita de continuidad porque han sido muchas las adversidades a las que hacer frente
Hay que seguir el camino que fue emprendido; hay que culminar el trabajo de que España sea una gran Nación y para eso hace falta, como cuestión imprescindible, la unidad de todos los españoles en un esfuerzo personal - cada uno el suyo - que sea serio y eficaz. Debemos estar en la línea de cabeza de todas las realizaciones y para ello hace falta inteligencia personal y afán de trabajo por causas nobles e importantes para la Humanidad. Somos una Nación pequeña pero la voluntad y el rendimiento de cada español debe orientarse en una misma dirección: amar a España y quererla fuerte y digna de la más alta consideración. España tiene capacidad para ser una gran Nación; depende de la voluntad y buen hacer de todos los españoles.