Las muertes tienen su precio social. Ni las desgracias, aun siendo las mismas, se tratan de igual manera. Las hay que se silencian por siempre. Ocurre en Ceuta en donde mueren y desaparecen jóvenes en su intento por llegar a España sin que esta situación merezca una mínima referencia en cualquier medio de comunicación nacional. No existen. Así de simple.
Desde el inicio de este 2023 han muerto 13 personas intentando cruzar a Ceuta. Esos son los casos que sabemos, contar los desaparecidos que probablemente hayan perdido la vida es imposible. De algunos nos enteramos por sus familias, otros desaparecen en plena ruta sin que nadie haga sonar la voz de alerta.
Siempre hubo clases, también para morir. Y las muertes en la Frontera Sur parecen estar condenadas al olvido. Lo están al otro lado del Estrecho pero también aquí, en nuestra tierra, en donde se hacen referencias a estas desgracias solo cuando le viene bien a la agenda política.
Ya saben, los partidos son tan impresentables que solo hablan de la inmigración y sus dramas cuando les aporta algún beneficio. No les importa nada más que eso.
Siempre hubo clases, hasta para morir. Las desgracias no se miden por igual aunque sean todas ellas un ejemplo de la tragedia ocurrida a la vista de todos. Una tragedia sin remedio y sin dotación de recursos para intentar identificaciones con el fin de devolver cierta dignidad a los familiares.
Esos muertos no importan. Es así de simple. Mueren, desaparecen, se pierden y a nadie importa. Son números y estadísticas usadas únicamente si son un reflejo de nuestras especificidades que se pueda traducir en dinero.