Para el ser humano es fundamental vivir junto a otros. Lo necesita para subsistir, materialmente, y para que sus sentimientos puedan materializarse de alguna manera. Así se han ido configurando las sociedades humanas, a lo largo de los tiempos y sabemos bien que no siempre lo ha sido de forma amable y generosa. No pocas veces ha podido en el ser humano la idea de ser vencedor en lugar de servidor, dejando en el olvido la razón fundamental de la vida humana, al amor, el afán de servicio a los demás, el deseo de evitar la tristeza.
La sociedad es consciente de esa necesidad pero se olvida de ello con frecuencia porque nosotros, los seres humanos nos olvidamos de la verdad de la vida, la sinceridad del amor, y ponemos nuestra voluntad al servicio de otros postulados en los que la bondad del corazón ha sido sustituida por otros intereses de baja calidad e incluso bañados, alguna que otra vez, en la maldad. No es ese el camino que debemos seguir los seres humanos; nos hace un daño muy grave y hasta la sinceridad parece que desaparece de nuestro deseo de amar a los demás. Tenemos como ejemplo actual e l periodo preelectoral que estamos viviendo. Es un ataque, incluso personal, que se hace desde los distintos Paridos que intervienen en la campaña de propaganda. Lo que debiera ser información acerca de lo que se piensa hacer -caso de ser elegido- se convierte en crítica dura del contrario, rozando a veces lo personal. No es esto lo que un corazón humano debe ofrecer a los demás para que puedan llegar a desaparecer las dificultades que padecen muchas otras personas en sus vidas. Estamos viviendo un periodo anormal en el que parece haberse olvidado que la función primordial de todo ser humano es ayudar a cualquier otro ser humano que esté en situación difícil o, cuando menos, delicada. La felicidad no se mide por el número de votos conseguidos en las urnas, sino en lo que cada persona haya llegado a hacer por cualquier otra que lo necesitaba. Es darle parte de su corazón, dispuesto a que nadie se vaya de nuestro lado con la sensación del fracaso. La misión principal es proporcionar paz a quienes la necesitan. Hay mucha gente que, afortunadamente, actúa así, con corazón sincero y abierto al amor y siempre es momento adecuado para que cualquier persona comprenda que es mejor amar que desechar, que es mejor hacerse solidario de verdad con quienes sufren y ayudarles con su esfuerzo personal. Es una labor muy personal y muy callada porque no necesita espectáculo sino el calor de la humildad en esa sinceridad del corazón que se necesita para poder vivir con dignidad. A nadie se le niegue ese amor sincero del corazón que se duele con el que sufre.