Opinión

La Siberia

Siberia, también llamada la Rusia asiática o la Asia del Norte, representa más del 75% del territorio ruso, pero tiene una densidad de población muy baja. Solo 36 millones de personas, que representan el 28% de la población rusa. Lógico, si pensamos que las temperaturas pueden alcanzar los 50ºC bajo cero, o incluso los 68ºC bajo cero en algunas partes de la Siberia Oriental. Aunque amplias zonas tienen un suelo permanentemente congelado, la mayor parte está compuesta de zonas boscosas y pantanosas. Stalin, que era especialmente sanguinario, la utilizó construyendo una serie de campamentos de prisioneros, conocidos como los Gulag, para realizar trabajos forzados. De ello daría cuenta Solzhenitsyn en “Archipielago Gulag”.

Aunque parezca mentira, más de 3,2 millones de hectáreas eran pasto de las llamas el lunes, principalmente en las regiones de Yakutia, de Krasnoyarsk, y de Irkutsk. Los anormales 30º de temperatura y los vientos, han ocasionado una de las mayores catástrofes ambientales de los últimos tiempos. Por si nos faltaba algún desastre provocado por el cambio climático, nos llega este desde las heladas tierras siberianas. Desastre especialmente grave, porque está provocando una aceleración no prevista del deshielo del Ártico. Las autoridades rusas, que se resistían a intervenir, al tratarse de zonas prácticamente despobladas, prevén que el fuego dure hasta febrero.

Según la NASA, el humo llega ya a América del Norte. Las informaciones que nos llegan a través de medios nacionales, también hablan de que casi 600 centros de población están siendo afectados por el humo. Sin embargo, el gobernador de Krasnoyarsk, Alexandr Uss, consideró el pasado lunes que lo que está pasando en Siberia «es un fenómeno natural contra el que es inútil e incluso negativo, luchar». Declaración sorprendente, si la comparamos con lo que manifestó el jefe del Servicio Meteorológico ruso, Maxim Yakovenko, que achaca al cambio climático la causa de los incendios e inundaciones que este verano asolan Siberia. Como informa el diario ABC, Yakovenko dijo días atrás en rueda de prensa que «primero fueron las inundaciones, luego los incendios (...) el motivo está a la vista. Son cambios climáticos que ya están en marcha». Según sus palabras, «en los últimos 6 o 7 años hemos constatado que el número de eventos peligrosos ha aumentado de dos a tres veces comparado con las décadas». El meteorólogo aseguró que «en los años 80 y 90 se daba una media de entre 100 y 150 fenómenos naturales peligrosos anuales, mientras que ahora se registran entre 400 y 500, cifra que podría ir a más en los próximos años».

Quizás no nos estemos dando cuenta del desastre medioambiental que está provocando el cambio climático. Ni de que, posiblemente, el tiempo de evitar la catástrofe casi se ha acabado ya. Algunos científicos ya nos hablan de que lo que urge ahora es prepararnos para una transición eficiente que nos ayude a convivir con unas temperaturas muy por encima de la media de la era preindustrial. Si lo que los estudios preveían era que en torno a 2100 habríamos alcanzado una temperatura media superior en 2º C, si no poníamos remedio, lo que nos sugieren estos nuevos desastres es que esta media se alcanzará bastante antes.

En un artículo publicado en estas mismas páginas (“El Estado del Planeta”), se daban una serie de datos, extraídos de textos académicos. Por ejemplo, se decía que de todos los gases de efecto invernadero, el dióxido de carbono (CO2) es el gas de efecto invernadero más importante producido por las actividades humanas, al ser el responsable del 50-60% del calentamiento global. Gran parte de CO2 procede de quemar carbón, pero un creciente porcentaje proviene de los tubos de escape de los vehículos a motor. Lo que se calcula es que la concentración de CO2 y otros gases de efecto invernadero en la atmósfera duplicaran los niveles preindustriales de 1860 hacia 2050 y continuará creciendo. Los estudios científicos sugieren que hay una influencia humana perceptible en el clima global.

En un reciente estudio publicado en Nature se confirma que el cambio climático actual no tiene precedentes en la historia de la humanidad. Lo que demuestran este y otros estudios internacionales, con participación española, es que el clima de los últimos dos mil años no ha registrado un cambio global de las temperaturas como el que se está experimentando en la actualidad. Lo que han hecho es reconstruir y comparar los datos de temperatura de diferentes periodos, concluyendo que en la era común ninguna otra alteración del clima como la actual fue global y simultánea en el mundo.

Pero, como también decíamos en nuestro artículo referido anteriormente, se vislumbra una seria amenaza para la salud humana, pues se duplicarán o triplicarán el número de muertes debidas al calor, empeorarán las enfermedades respiratorias, se alterarán los suministros de alimentos y de agua potable, alterando los patrones de enfermedad. Se incrementarán enfermedades como la malaria, encefalitis, fiebre amarilla, dengue y otras enfermedades propagadas por insectos…Todo ello traerá un incremento del número de refugiados medioambientales (entre 50-150 millones de personas según algunos expertos), que emigrarán ilegalmente a otros países, causando un gran desorden social e inestabilidad política.

Las soluciones de las que hablan los científicos para hacer frente al cambio climático pasan por reducir el empleo de carbón, mejorar la eficiencia energética, cambiar a energías renovables, reducir la deforestación, emplear la agricultura sostenible y disminuir el crecimiento de la población. Así de sencilla, a la vez que complicada, es la situación. Actuar es urgente. Esperemos que Rusia, que es uno de los países que más contaminan en el mundo, junto a China y EEUU, no se sume también al coro de irresponsables negacionistas del cambio climático, encabezados por Trump en América del norte y Bolsonaro en Brasil, y que aún estemos a tiempo de salvar nuestro planeta. Por lo menos, que nos dé tiempo para prepararnos para convivir con estas anormales temperaturas.

Pese a todo, a nosotros nos gustaría hacer un viaje en el Transiberiano. A ver si algún día tenemos tiempo y tranquilidad para comenzarlo. Aunque sea por fases, como el Camino de Santiago.

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