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“Si una vivienda es ilegal, todas lo son en el Príncipe”

{jaimage crop="TC" /}En Príncipe Alfonso nadie lo comprende aunque se esfuercen en hacerlo, al menos algunos. ¿Por qué sus viviendas son consideradas ilegales? Admiten que no tienen papeles, pero echan la vista atrás y recuerdan que muchos de los que hoy viven en las miles de casas que conforman esa barriada, se vieron obligados a irse hasta el extrarradio de la ciudad.

Los padres de los propietarios de hoy ya han nacido en esas casas antes de pasárselas a sus hijos y sus abuelos, vivían en las Murallas Reales antes de que se mudaran al barrio. Por eso a la calle Norte la denominan la calle del Ángulo, porque la mayoría de sus habitantes vivía antes en el Patio de Armas de las Murallas. La calle Sur estaba poblada en su mayoría por marineros que se ganaban la vida con la pesca y las calles más céntricas, como la de Rafael Orozco, eran propiedad de cristianos en su mayoría que poco a poco fueron siendo realojados en Viviendas de Protección Oficial. Entonces vendieron sus casas a los que ahora les pagaron y se encuentran sin ningún derecho de propiedad pero pagando el catastro, la luz y el agua desde hace años. Lo mismo sucedió con la comunidad gitana, a la que poco a poco se fue realojando en Erquicia y Loma del Pez o incluso en Los Rosales, provocando el traslado de la comunidad musulmana que vivía en la antigua Plaza de Toros tras el Mercado de Hadú hasta el Príncipe. “Poco a poco, esto se fue convirtiendo en un gueto, donde apenas quedan un puñado de cristianos cuando hace tres décadas, por ejemplo, en el colegio había mucha más interculturalidad”, explican desde la Asociación Vecinal de la barriada, que se ha tomado en serio lo de reivindicar la regularización de miles de casas construidas con mucho esfuerzo por parte de sus antepasados o adquiridas pagando un dinero a los que se iban a una vivienda de protección. “En ese último caso deberían haberse hecho realojamientos y no permitir que otros se lucraran y los que las construían como podían, esa es la verdad, con chapas y lo que podían adquirir, poco a poco las fueron mejorando”. Ahí es donde radica el quid de la cuestión: los vecinos piden que en lugar de amenazar con derribos, debería tomarse más en serio la situación porque “si derriban una casa en Príncipe Alfonso, deberían traer máquinas excavadoras y comenzar a echar abajo todas las viviendas desde el Puente del Quemadero porque entonces todos somos ilegales, salvo tres casos contados”, apunta el presidente de la AAVV, Abdelkamil Mohamed.
Un punto y aparte fue la entrada de España en la Comunidad Europea “donde la ley obligaba a que los musulmanes no fueran unos apátridas y se tenían que eliminar las tarjetas estadísticas y se concedía la nacionalidad a los que demostraban que eran españoles...”. Muchos no tenían propiedad y no podían demostrar nada. Posteriormente la Asociación Vecinal recuerdo un gran logro: se conceden una serie de ayudas económicas para erradicar el chabolismo por parte de la Unión Europea y son muchos los que apuestan por mejorar las viviendas y con esfuerzo van eliminando las chapas de las paredes, poniendo nuevas plantas y acondicionando sus casas. “La UE gana porque erradica el chabolismo y Defensa y el Ayuntamiento ganan dinero en multas por no tener licencias de obra que todos hemos tenido que pagar por realizar obras”. Para los que cumplen con el pago de la infracción, ese dinero que desembolsan significa una especie de legitimidad para las viviendas, pues si multan por ellas es porque existen al fin y al cabo, al igual que el pago del catastro y los servicios municipales.

Las soluciones
La solución es relativamente sencilla. Los vecinos piden que Defensa ceda los terrenos y que el Ayuntamiento se ocupe de legalizar las viviendas no sin antes emitir informes técnicos de las que presentan unas buenas condiciones de habitabilidad. “Llevamos décadas reivindicando la legalización de la práctica totalidad de la barriada, porque realmente si se ponen a echar abajo lo que es ilegal, la barriada quedaría reducida a tres casas que cuentan con papeles de las cesiones que Franco hizo a militares como agradecimiento”. El presidente de la barriada pone voz a un vecindario cada vez más extenso donde el fenómeno de la construcción sigue desarrollándose “y finalmente lindaremos con Benzú hacia un lado y con Juan Carlos I hacia otro porque el problema va creciendo”. Desde la Asociación Vecinal apuntan otro dato: “Todo aquel que cuide, habite, mejore, acondicione y adecúe un local se puede considerar que es propietario legítimo cuando pasan muchos años y aquí hablamos de décadas”, explican. Lamentan que a todas esas personas “nunca se les dio una casa ni se regularizó su situación” y que “ningún gobierno ha hecho nada para poner orden en este asunto”. Hace cinco años, el Pleno de la Asamblea aprobó la regularización de estas casas. “Nunca se ha hecho una inspección técnica del estado de una sola vivienda”, denuncian lamentando que ahora desde Fomento quieran echar abajo casas ilegales. “Seamos sinceros: si aquí una vivienda es ilegal y la derriban, deben hacerlo con todas y echar abajo Príncipe Alfonso”, concisan los vecinos que calculan que un 99,3% de la población reside en casas ilegales pese a pagar impuestos.

Desde hace décadas

El antiguo cartero de la barriada, Paco, recuerda aún cuando todas las culturas convivían en las calles de Príncipe Alfonso. “Entonces éramos muchos cristianos... ahora nada más quedamos dos: mi mujer y yo”, dice entre risas. Le gusta su barrio, pero no niega que quizá si su trabajo no hubieses estado tan vinculado a la barriada, se hubiese ido junto a los que lo hicieron para trasladarse a una de las Viviendas de Protección Oficial que se les ofrecían. “Entonces empezaron a ofrecerles pisos a los cristianos y yo la verdad tenía aquí el trabajo y no me convenía”, apunta. Desde la Asociación Vecinal lamentan que fue hasta la barriada a donde enviaron a los musulmanes que vivían en el Ángulo de las Murallas Reales o a los que residían en la antigua Plaza de Toros “construyendo un gueto poco a poco y ocupando esas casas que los que se iban a nuevas viviendas se las vendían y por las que pagaban un dinero”. Reconocen que no tenían propiedad porque las casas se hicieron sobre suelo de Defensa, pero “es necesario legalizar esta situación”. Van a seguir luchando por ello porque consideran que es justo ya que “nadie nos ha tenido nunca en cuenta a pesar de reivindicarlo durante décadas”.

Mariam, una de las únicas propietarias que aún viven

Mariam Busian es una de los dos únicos propietarios legales que quedan en Príncipe Alfonso. “Antes había un cristiano, el señor Sánchez, que ya falleció”, explica. En la puerta de su casa, desde una terraza, se divisa la inmensidad del mar y en días de poniente, se pueden ver los arenales marroquíes y sus montañas. Una higuera marca el comienzo de su propiedad y permanece como vestigio de una inmensa huerta que cultivaba su padre y que ahora se ha convertido medio en estercolero, medio en suelo para viviendas que poco a poco han ido usurpando su propiedad. “Mi madre siempre contaba que la reina se lo regaló a mi abuela como consuelo a la muerte de uno de sus hijos luchando en el frente”, explica mientras saca de una bolsa de plástico decenas de papeles que marcan lindes y reconocen que esos terrenos son de su propiedad. Antes, en la zona conocida como Arcos Quebrados, había tan sólo una casa. Ahora son decenas que se han ido construyendo poco a poco desde que falleció la abuela de Mariam. Madre de tres hijos, uno falleció en el frente, otro vivía en Arcos Quebrados y la madre de Mariam, fueron los que heredaron esos terrenos, de los pocos que gozan de titularidad en Príncipe Alfonso que no pertenecen a Defensa. La madre de Mariam se casó con un teniente de Regulares que posteriormente se retiró como capitán y con el que tuvo 14 hijos. Ella es la penúltima y la que ahora pelea con algunos de los vecinos a los que advirtió de que allí no se podían construir una casa porque el terreno era de su propiedad. “No les importó, incluso algunos me amenazaron y me pidieron que dejara de molestarlos. Es una injusticia y sinceramente, ojalá pudiera irme de aquí y vivir en el centro, por ejemplo, lejos de problemas”. Fue hace una treintena de años, cuando falleció su madre, el día que comenzaron los problemas. “Entonces la gente dejó de respetar el espacio, perdieron la vergüenza... y ahora mires por donde mires hay casas en lo que antes era una huerta de la que apenas queda ya una higuera”, dice señalando el árbol, a los pies de su casa, y observando el horizonte. Es un terreno amplio. También hay una mezquita que goza de una cesión de la propietaria. “Mi madre cedió el terreno para que la construyeran”, recuerda. Ha denunciado la situación muchas veces, cuando comenzaban las obras de una casa nueva... “pero no ha servido de nada. No hay justicia. Y allí viven todos, tranquilos, sobre mi propiedad y no se puede hacer nada”. Es la otra cara de la misma moneda: un descontrol que requiere control y que sigue siendo incontrolable. Para unos y para otros.

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