Me levanto a las 7. Esta noche he dormido profundamente. Mi compañero ya está a punto de marchar y hoy tengo sentimientos contradictorios: por un lado la alegría del gran día, la llegada a Santiago, y por otro, esto se acaba. Preparo todo e intento despedirme de alguien, estoy solo en el albergue. Salgo a la calle y ... lloviendo. El camino no se quiere despedir de mí sin una jornada de lluvia, así que pongo los plásticos a las alforjas y me pongo la chaqueta impermeable. Comienzo a pedalear y paro para desayunar en la primera cafetería que veo. Cuando salgo ya no llueve, pero el día está como con niebla y hace frío. Me cuesta mucho coger ritmo, no consigo entrar en calor, y además el camino sigue siendo un auténtico rompe piernas, pero gracias a la energía que da el saber que ese día acabaré en Santiago, me da fuerzas.
Pasado Santa María de Melide y después de pasar un precioso lavadero con indicación del camino, próximo al riachuelo de San Lázaro, me sale un “tío”, y tras saludarme señala el riachuelo, precioso, lleno de antorchas indicando el camino de piedras por donde hay que pasar. Me aconseja que tengo que bajar de la bici y con cuidado pasarlo con ella. Durante todo el proceso me va diciendo donde tengo que pisar. Esta será una de las imágenes que me han quedado grabada del camino, ¡qué felicidad!. Le doy las gracias y continúo mi pedalear.
Después de 14 Km. entro en Arzúa. El cuerpo me pide un café caliente porque todavía no he entrado en calor, así que realizo una parada en una de sus cafeterías de la calle principal.
A los 28 Km. pasado As Ras, paro en el café-bar Andaina, que por cierto, tiene en su terraza un ejemplar gigante del mítico Pelegrín, (mascota oficial del Xacobeo), y aprovecho para cargar la mochila de agua. Me siento con dos ciclistas que vienen desde Sevilla, llevan ya muchos días pedaleando. Me preguntan desde donde vengo, hasta me da vergüenza decirlo ¡con lo que me está costando!.
Una vez pasado San Antón, ya a menos de 20 km de Santiago, entro en un robledal que será el último y como los otros de gran belleza. Hago unos videos en pleno descenso.
Tras pasar cerca del aeropuerto de Santiago, entro en Lavacolla y paso el rio Sionlla, por lo visto, es donde antiguamente los peregrinos se despojaban de sus sucias vestimentas y se aseaban de cuerpo entero antes de entrar en Santiago. En breve, llego a uno de los grandes enclaves del camino, el ‘Monte del Gozo’, llamado así porque antaño se veía desde aquí a lo lejos, las torres de la catedral. Subo con la bicicleta hasta el monumento que se levantó para conmemorar la visita de Juan Pablo II en el año santo de 1982.