Ser un ‘ECO-ALFA-9’, una pasión

Y no sólo una pasión, sino una forma de entender las relaciones entre las personas, el tender una mano al desconocido dentro de un mundo carente de segundas intenciones, donde ninguna persona es más que otra. Se trata de la radioafición, un hobby muy arraigado en nuestra ciudad que cuando la situación lo requiere pasa de ser un simple pasatiempo a jugar un papel importante en catástrofes y emergencias. Éstas pueden tirar por tierra la mejor de las redes de telefonía móvil o de conexión vía Internet, pero nunca dejarán aislado a quien posea una pequeña radio con una antena. Si usted es una de esas miles de personas que a diario hacen uso de una red social comprenderá mejor qué se siente. Qué emociones recorren su cuerpo, quizás durante sólo uno o dos segundos, cuando al teclear su nombre de usuario y contraseña aparece aquello de ‘Tienes una solicitud de amistad’. Basta un sólo ‘click’ de ratón para saber de quién se trata y, a partir de ahí, le toca decidir a usted. Ahora sustituyamos el teclado, el ratón y la pantalla por un equipo de radio, unos auriculares y, en el caso de los más avanzados, una buena antena. Y cambiemos la letra impresa por la palabra hablada. El resultado no es más que una afición que atrapa a quienes la prueban conscientes de que para aquel que nunca la ha experimentado resulta un mundo complicado de entender. Una afición que, cuando es necesario, rebasa los límites que encuadran cualquier hobby para convertirse en mucho más. Es la radioafición que, cuando es preciso, se transforma en una actividad solidaria tan o más efectiva que la de cualquier ONG.

Unos ‘walkies’ obsequiados durante el día de su comunión despertaron la curiosidad en José Antonio Méndez, actual presidente de la Asociación de Radioaficionados de Ceuta o, lo que vendría a ser lo mismo, la ‘EA9’ (leído en el denominado ‘Código Q’ utilizado por los radioaficionados ‘Eco Alfa 9’). “Un día comencé a usarlos y me salió un vecino de Ceuta, de ahí a una pequeña emisora puesta en la ventana con una antena de coche a tener en casa un buen equipo y una antena”, comenta, “y no tengo más porque carezco de espacio en casa”.
Echar un vistazo a su agenda de móvil es de chiste. Donde cualquiera teclearíamos, por ejemplo, ‘Mariano Ordóñez’ para anotar el nombre de quien cuenta con una de las mejores instalaciones de radioaficionados de la ciudad él tiene anotado ‘Mariano EA9LS’. Sustituye los apellidos por los denominados distintivos que otorgan personalidad radiofónica a cada uno de estos ‘locos’ de las ondas. Méndez es ‘EA9CD’. Ambos nos hacen una pequeña demostración de en qué consiste la radioafición desde casa de Mariano, un chalet situado en Loma Margarita custodiado por dos grandes antenas que le permiten contar casi todo el tiempo con una buena propagación. O más bien ‘Doña Propagación’. Hay que tenerle respeto porque de ella depende en buena parte el éxito o el fracaso de cada conexión.

Al abordaje
Al oído de quien no ama las ondas radiofónicas resultará molesto. Un desagradable ruido, como si un panal de abejas nos rondase, aparece cuando Mariano gira un par de ruedas y pulsa dos o tres teclas del equipo. Pero rápidamente contactamos con ‘EA9BO’ y se inicia la conversación. Es Antonio García Barones, uno de los radioaficionados caballas con más edad (76 años) y quizás con más tiempo libre. Está inmerso en el Concurso de la Santina de Covadonga que se disputa entre los días 1 y 12 de septiembre, así que nos saluda y continúa con la competición. Horas después, en un rato de descanso, cuenta cuándo y cómo le nació el gusanillo de la radio. “Trabajaba como consignatario de buques junto a mi padre, y veía cómo los camioneros utilizaban sus radios hasta que un día decidí comprarme una para contactar con ellos cuando se encontrasen ya en Algeciras”, explica. Corría el año 94. Dieciséis años después no hay día que no se ponga los cascos. “Ahora, al estar jubilado, tengo todo el tiempo que quiera”, bromea, “cuando no es en una frecuencia paso a otra y siempre hay alguien con quien contactar”.
Ni José Antonio, ni Mariano, ni Antonio manejan idiomas, pero gracias a unas cuantas palabras anotadas en inglés que muchos traspasan a una ‘chuletilla’ han podido contactar con casi todos los rincones del mundo. De este a oeste y de norte a sur. El objetivo: recoger ‘QSL’ (o confirmación de contacto) de los 360 países reconocidos por la International Amateur Radio Union (IARU). Un mapa mundi que todos tienen en la cabeza y en el que el mundo queda dividido de un modo un tanto peculiar. “Para los radioaficionados está al mismo nivel un país como por ejemplo Francia que Ceuta”, explica Ordóñez ante el mapa que adorna la buhardilla, “así que como proporcionalmente somos menos, cuando entramos en banda el resto de radioaficionados del mundo nos comen”.

¿La primera red social?
Un señor de Burlada (Navarra) fue el primer contacto que Mariano resgistró aquel 5 de junio de 1981. “Estoy seguro de que no fue el primero en realidad, porque no anoté desde el primer día”, dice con cierto tono melancólico. Acaba de rescatar su bloc de registros de un armario donde además conserva cientos de cartas y tarjetas de confirmación de todos los rincones del mundo. Todas bien ordenadas en carpetas plastificadas, en grandes cajones y en función de los países de procedencia. Cada uno de esos pedazos de cartón fino atesora una bonita historia. Se emociona al mostrar la que recibió desde la isla ‘Pedro I’, situada en la Antártida. “Fue una expedición especial en el 2008 formada por personas de varios países como Suiza, Noruega o Estados Unidos”, explica, “era muy difícil contactar con ellos, en Internet se puede ver cómo vivieron durante aquellos días y como se comunicaban desde dentro de una especie de iglú”.
La mayoría de los contactos son efímeros. Apenas se cruzan unas palabras, aunque siempre hay excepciones y, cuando se logra dar con alguien de algún país latioamericano o que simplemente pueda hablar español quizás la conversación se prolongue durante unos minutos. Y si en algo coinciden todos es en la satisfacción personal que da poder contactar unos segundos con un lugar remoto del otro lado del planeta. “Si hay algo que me sigue llamando poderosamente la atención y con lo que disfruto es al escuchar alguna isla de las que llamamos difíciles, por ejemplo, en cualquier punto del Pacífico”, confiesa Méndez. En esos momentos el corazón comienza a latir más y más rápido y algo revolotea en el estómago. La emisión y recepción de una tarjeta ‘QSL’ será la prueba de que lo ha conseguido.
Otra de las características de este micromundo de los radioaficionados es la ausencia de jerarquías. “Aquí todos somos iguales, las clases sociales dejan de existir y todos tenemos nuestro distintivo que nos hace únicos y a la vez iguales”, prosigue Méndez. Quizás opine eso desde que logró hablar unos segundos con el rey Juan Carlos I en una ocasión, pues su majestad es un confeso radioaficionado. “Fue durante un concurso donde estuvimos unos 9 ó 10 en La Tortuga, sobre las nueve de la mañana”, narra el presidente de los radioaficionados ceutíes, “todos se habían quedado dormidos cuando me habló y, al ver el distintivo, no me lo creía”. Se nota que no lo inventa, aunque le costó convencer al resto de que el contacto se había producido. ¿Imaginan que en su Facebook el verdadero monarca se interesa por ser su amigo? En la radiodifusión todo eso es posible.

Y un lugar solidario
“En una ocasión contacté con un australiano que llevaba 20 años sin ver a su hermano, que vivía en La Línea”, afirma García Barones, “me dijo el nombre, le busqué en la guía, conseguí dar con él y, casualmente, también era radioaficionado así que un día logramos que se pusieran en contacto”. Momentos entrañables que les colman de orgullo y que dan sentido a su afición más allá de la satisfacción personal de cada cual. Reencontrar familiares o ayudar a que una persona salga de un atasco que tú conoces bien guiándole mejor que el más claro que los mapas o GPS son pequeños episodios que te hacen sentir útil cuando eliges la banda y te pones los cascos. Pero hay más, mucho más.
La red de radioaficionados resulta clave ante cualquier catástrofe. En esas situaciones límite como terremotos o huracanes en el que todo el sistema de comunicaciones de un país entero se cae durante días. En esta línea trabaja la Red de Radioemergencia del Ministerio del Interior (REME), de la cual Méndez es miembro. “Todos los países, entre comillas, desarrollados utilizan a los radioaficionados como voluntariado especializado porque podemos contactar con cualquier parte del mundo y no nos influye que se caiga el teléfono e internet”, explica, “nunca estamos incomunicados porque estos equipos funcionan a doce voltios, así que si no tengo corriente pongo una bateríad e coche y funciona”. Con una antena diretiva se puede, asimismo, dirigir la señal hacia donde se necesite.
Ya han sido varias las ocasiones en las que se ha actuado. Hace cinco años, ante un desastroso incendio en Marruecos, fue una de ellas. “Montamos una red de banda aérea para que el centro de control del incendio pudiera mandar los hidroaviones que daban apoyo a ese fuego”, cuenta Méndez. O la última ocasión con motivo del terremoto de Chile, donde Méndez ejerció de coordinador para la zona europea y se encargó de recopilar información que estaba interesada en familiares. “Aquí en Ceuta tuvimos el caso de una chilena cuyo hijo estaba allí y, como lo llamaba al móvil y no daba con él, me dieron los datos del chico contacté con los responsables en el terreno y al cabo de dos o tres días dimos con él hasta que se buscó la vida para contactar con su madre”. Un sinfín de historias. Y las que quedan...