Siete días de confinamiento. Siete días en el que todo se repite. Que esto siga siendo así es una buena noticia, nunca fue tan bien acogido el famoso Día de la Marmota. Los ciudadanos de Ceuta salen a la calle para hacer sus compras, es la única válvula de escape permitida. Seguir en las casas es la orden y es la única forma de evitar la expansión del virus. Las cifras son duras, pero la unión hará posible que sean menos de lo temido.
En la calle la responsabilidad prima entre casi todos. Se guardan los espacios de seguridad en las entradas a los establecimientos. La mayoría sale con guantes y mascarillas, en pleno debate sobre si es necesario o no llevar esta protección. Pero el miedo prevalece y se prefiere ir protegido a cualquier lado.
Los establecimientos de alimentación así como las farmacias están abiertas, atendiendo al personal que llega a hacer sus compras básicas, estando el mínimo tiempo en la calle. Quienes salen de sus casas en vehículos son controlados por las fuerzas de seguridad, pero también por los militares, cuyas unidades permanecen de apoyo revisando los vehículos que transitan para ver si se trata de traslados con motivo del trabajo o de labores de primera necesidad.
Y si alguien todavía no se ha enterado de la gravedad de los incumplimientos, si todavía hay quien no asume la importancia de quedarse en casa, ahí están quienes se lo recuerdan. Por ejemplo Protección Civil o la misma Policía, que no cesan en transitar con sus vehículos por todas las zonas de la ciudad con la megafonía informando a la población de que debe permanecer en sus casas.
Es la norma, es la obligación, es lo que hay que hacer por la salud de todos. Porque esta batalla hay que ganarla, porque la responsabilidad debe imperar, porque de los gestos acertados depende que todo salga bien, que todo funcione, y que el número de afectados por coronavirus sea el menor posible.
Y entre todos los vecinos surgen gestos de solidaridad. Hugo, un pequeño de la barriada de Solís, toca la flauta para amenizar a los demás residentes del barrio. Los hay que ponen música para ser escuchada en común. Las salidas a los balcones y ventanas se han convertido en una válvula de escape. Todos llevan esta situación como pueden. Es la lucha del día a día, la lucha por superar estas jornadas de confinamiento. Ya se supera una semana y cada día que se tacha en el calendario es un día más de vida para todos.
Nada, después de esto, será lo mismo. O nada deberá serlo. Porque somos testigos de cómo un virus ha parado a todo un país, a todo un mundo. Quizá sea el momento de recapacitar quiénes somos, en qué nos hemos convertido o, sencillamente, en dar valor a lo que realmente vale: la salud.
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