Después de soportar el Desastre de Annual que costó miles de bajas, con el Expediente Picasso que intentaba depurar responsabilidades en el Ejército y sometido a un lento desgaste en la llamada campaña de pacificación o desquite, con la que se avanzaba demasiado lentamente en el Rif, el General Primo de Rivera que presidía el Directorio Militar, decidió abandonar el territorio conquistado y replegarse sobre las Plazas de Ceuta, Melilla, Tetuan y Larache.
Cuando el Residente General francés Mariscal Lyautey conoció la noticia del repliegue español, se sintió profundamente indignado. La retirada española, que se llevó a cabo con grandes sacrificios de hombres y material, dejó en manos de los rifeños una extensa porción de territorio que amenazaba al hasta entonces tranquilo Protectorado francés. El popular Mariscal de Francia no había ahorrado sus críticas al Ejército español por la desbandada de Annual, derrota que él consideraba inexplicable para un Ejército moderno. Sin embargo, ahora intuía el peligro, porque las Fuerzas Armadas de España que ejercían de tapón al norte de Fez, se habían replegado sobre Melilla.
Las protestas francesas no sirvieron de nada. El Dictador Primo de Rivera había tomado una dolorosa pero firme decisión. Y el Mariscal Lyautey se vio obligado a reforzar los fuertes al norte del río Uarga, para proteger la rica zona de los Beni Zerual y el camino de Fez. Como habían previsto los franceses, Abd el Krim atacó la nueva línea de defensa y desbordó todas las fortificaciones que se habían previsto. Desde Abril de 1925 en que se produjo el ataque, hasta el 20 de Julio del mismo año, - tres meses escasos - los franceses sufrieron 5.710 bajas (1.005 muertos, 3.710 heridos y 995 desaparecidos) junto a 70 prisioneros galos y 2.000 de tropas coloniales y perdieron 51 cañones, 200 ametralladoras, 5.000 fusiles, diez millones de cartuchos,11.000 proyectiles de artillería,, 60.000 granadas de mano, 35 morteros y otros 2.800 proyectiles para estos, lo que les acercaba peligrosamente a las cifras del “inexplicable desastre español de Annual”.
De pronto, Francia descubrió que necesitaba negociar con España porque, de otra forma, tendría que afrontar ella sola una guerra de desgaste, política y militarmente insoportable. En cambio, si España mantenía su presión en el norte, los rifeños deberían luchar en dos frentes y ello traería su derrota. El enfrentamiento franco-español había sido tan profundo durante años, que Abd el Krim no había previsto un entendimiento de las dos potencias europeas. Francia había estado permitiendo la venta de armas a los rifeños a través de la frontera argelina y los españoles lo sabían. Los fusiles Lebel y las municiones que mataban a tantos soldados españoles, eran en parte franceses y, frecuentemente, el protectorado francés había servido de santuario a los hombres del caudillo rifeño. Los oficiales de ambos paises no colaboraban, los contactos fronterizos leales eran inexistentes y España también acogía bereberes disidentes de la zona francesa. Lyautey, siempre altivo, no era la persona adecuada para capitanear una política de colaboración con España.
El Gobierno francés envió a Marruecos al Mariscal Philipe Petain, el héroe de Verdum, que tenía relaciones aceptables con los militares españoles y se le asignaron importantes refuerzos. Inmediatamente comenzaron los contactos hispano-franceses, uno de ellos con el propio Petain en Ceuta el 28 de Julio de 1925 para lograr esa colaboración militar y política tan necesaria para los galos. Estos imprimieron a las conversaciones una gran velocidad. El ataque rifeño a los fuertes del Uarga tuvo lugar en el mencionado mes de Abril de 1925 y el 17 de Junio de ese mismo año, comenzaron en Madrid las referidas conversaciones mixtas y el 25 de Julio ya existía una coordinación militar efectiva. Pero, a pesar de todo, Abd el Krim seguía infringiendo derrotas a ambos Ejércitos occidentales. Solo un ataque frontal al corazón del Rif podría aliviar la presión sobre Fez.
El General Primo de Rivera, auto-nombrado Alto Comisario, concibió dos columnas distintas, una que debía partir de Ceuta, al mando del General Saro y otra formada en Melilla que operaría bajo el mando del General Fernández Pérez. La flota española quedó a cargo del Almirante Yolif y la francesa del también Almirante Hallier. Todo el dispositivo fue confiado al Comandante en Jefe de las operaciones, el General José Sanjurjo y Escanell. La mencionada columna de Ceuta y la de Melilla encuadraron a unos dieciocho mil hombres escogidos. Todas las unidades famosas, los oficiales prestigiosos, los líderes adictos más conocidos, los barcos más eficaces y los aviones más modernos, iban a intervenir en la peligrosa acción.
La primera batalla había que ganarla en el terreno de la información. Las flotas estaban concentradas en Ceuta y Melilla, los muelles de ambas ciudades se hallaban repletos de material, municiones, vehículos y soldados y, sin embargo, a pesar de que resultaba evidente que algo importante iba a ocurrir, era imprescindible despistar a los espías rifeños que llenaban las calles de ambas ciudades. Por eso, se hablaba constantemente de maniobras e incluso de ataques a lugares muy distantes del centro del Rif, como Xauen. El Peñón español de Alhucemas, situado casi enfrente de Axdir, informaba constantemente de los movimientos de tropas rifeñas y de emplazamientos de artillería en la costa.
El escenario estaba previsto y los personajes, designados. La mayor máquina de guerra jamás formada en Marruecos se preparaba para asaltar aquellas playas. Además, los franceses habían concentrado en su zona 160.000 hombres y España 200.000, con lo que la presión sobre el Rif iba a resultar desmesurada. Enfrente, unos miles de rifeños armados con un variopinto pero importante surtido de armas, apoyados por desertores y extranjeros, pero decididos a defender su tierra, esperaban con tranquilidad a la impresionante flota combinada.
Axdir, el pequeño poblado rifeño en el centro de la cabila de Beni Urriaguel, la más belicosa del protectorado español, era el corazón de la rebelión que se había extendido desde Tetuan hasta Melillla, corriéndose por la Yebala, hasta las mismas puertas de Larache. Por eso, una solución rápida del problema implicaba un ataque a Axdir, para humillar a la cabila de Abd el Krim y quebrantar el prestigio de este. Y el ataque solo podía hacerse por mar, ya que la progresión por tierra había fracasado reiteradamente.
La verdad es que España también valoró positivamente la posibilidad de acabar con la rebelión rifeña, merced a la providencial decisión de colaborar por parte francesa. Por eso, se continuó con la firma de acuerdos para sellar una alianza que prometía ser sincera, al menos por esta vez.
Para doblegar a las tribus rifeñas sublevadas, aquellas que habían vencido sucesivamente a los ejércitos español y francés, se montó una operación digna de la terminada Guerra Mundial. En efecto, quedó establecida una fuerza en la que participarían la Marina, la Aviación y el Ejército de los dos países. Una escuadra de medio centenar de barcos de guerra y una treintena de transporte, aviones, hidro-aviones, globos aerostáticos, buques hospitales, barcazas de desembarco y miles de soldados españoles en la costa y franceses por el sur, afrontarían la difícil misión de lanzarse sobre las playas del Rif, trepando hasta las montañas que nunca habían sido hoyadas por soldados occidentales.
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