Decir que el mar Mediterráneo se ha convertido en un vertedero no es ninguna novedad. Muchas poblaciones que viven junto a este mítico mar lo han confundido con un enorme cubo de basura. Arrojan todo tipo de objetos, sobre todo aquellos fabricados en el material de la modernidad: el plástico. Este material tiene la propiedad de ser barato de producir, fácil de modelar y perdurable. Lo que es una ventaja en términos económicos se convierte en una maldición en la esfera medioambiental. El tiempo estimado de perduración del plástico es de entre 100 y 1.000 años, por lo que está considerado un material de descomposición muy lenta y a largo plazo. Para poner un ejemplo, una botella de plástico se calcula que tarda unos 500 años en desintegrarse, aunque si está enterrada este tiempo se prolonga aún más.
El Mediterráneo, al ser un mar compartido, se convierte en el paradigma de la globalización de los problemas medioambientales. Aunque determinados países hayamos avanzado en nuestras políticas de protección, conservación y gestión ambiental no por ello nos libramos de las consecuencias de la absoluta dejadez medioambiental de nuestros vecinos. Nuestra ciudad es un ejemplo de lo que estamos diciendo. Con cada día más frecuencia nos encontramos, después de unos días de levante, con nuestro litoral lleno de basura traída por el mar. La impotencia es absoluta, pues no es basura generada en nuestra ciudad, pero los residuos no entienden de nacionalidades. Ante esta situación no queda más remedio que alzar la voz para exigir al vecino reino de Marruecos que mejore su gestión ambiental y acabe con todos los vertederos que mantiene abiertos junto al mar, tal y como han denunciado las asociaciones ecologistas del norte marroquí. La Unión Europea, -que entrega a Marruecos más de 200 millones de euros al año en ayudas-, debería tomar cartas en el asunto y protestar ante esta situación consentida por las autoridades marroquíes. Pero no lo harán, al menos que las autoridades ceutíes, como perjudicadas, denuncien estos hechos en el seno de las instituciones comunitarias. Entre todos pagamos de manera muy generosa a los europarlamentarios para que solucionen los problemas que afectan a los territorios pertenecientes a la Unión Europea. Deberían tomar nota de lo que estamos denunciando. No es tolerable el aspecto que ofrecen en estos días playas como las del Tarajal.
Mientras que las soluciones políticas llegan, si algún día lo hacen, no queda más remedio que limpiar la basura que nos llega desde el mar. Hay que acabar de inmediato con la espantosa imagen que ofrece nuestro litoral. La puerta de Ceuta no puede ser un inmundo vertedero de plásticos y todo tipo de residuos. Medios existen, lo único que hace falta es ponerlos a trabajar con celeridad. Lo que los ciudadanos vemos, no puede resultar invisible para las autoridades locales. Y si no disponen de suficientes ojos pongan al personal del plan de empleo a vigilar nuestras costas, como ya se hizo con éxito hace varios años. De este modo, cumpliremos un doble propósito: educar a nuestros ciudadanos y sensibilizarlos por las cuestiones medioambientales.
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