Ha sido una resolución complicada. Quienes desde fuera asisten a la difusión de sentencias se quedan con lo que mediáticamente impacta: el fallo. Pero hasta llegar a él hay cientos y cientos de folios con conclusiones y detalles apurados y medidos al máximo para no dar lugar a quiebra alguna.
Después llegan los recursos, los análisis y ese intento por cuestionar un trabajo en el que la Sala ha dejado su sello.
La sentencia del caso Emvicesa era una de las más esperadas, su difusión y el seguimiento previo de las jornadas judiciales no hicieron más que acercar a la ciudadanía a lo que es el funcionamiento de una maquinaria conformada por funcionarios de todo tipo, cada uno con un rol asignado, que hacen que la justicia funcione.
820 folios resumen el trabajo del tribunal de la Sección VI para fundamentar todo lo que fue este procedimiento que colocó en el punto de mira la política que en materia de vivienda se aplicaba en la Ciudad.
Una política que quebró, que terminó en el juzgado tras una operación policial de envergadura y que deja a uno de sus responsables condenado. Algo no se hizo bien, responsabilidad de la clase política es que no vuelva a suceder, como también pronunciarse sobre aquello, sobre lo que sucedió y lo que se frenó.
Los magistrados Fernando Tesón, Rosa de Castro y Emilio Martín Salinas dejan su ‘marca’ en una sentencia histórica que sale a la luz tras meses en los que se ha tenido que combinar su redacción con la vida judicial encomendada al máximo órgano judicial que, incongruentemente, es mantenido bajo mínimos en cuanto a recursos humanos y materiales.
Los tres magistrados han conformado una piña para el ‘parto’ judicial más difícil, y lo han tenido que hacer sin dejar de lado la complejidad de otros muchos casos como el recién celebrado macrojuicio de blanqueo de capitales, los recursos que deben ser analizados, la masificación de apelaciones relacionadas con temas asociados a la banca que está generando un auténtico bloqueo y un día a día que no cesa. Porque hay más vida tras el caso Emvicesa, pero lo que no hay es más magistrados.
La sentencia, trabajada, analizada por bloques, sin dejar de lado ninguna de las cuestiones planteadas, razonada, fundamentada y redactada en un lenguaje que ha intentado ser cercano y sin rodeos es el resultado del trabajo que ha sido complejo.
Han sido meses duros, de labor continuada, metódica, de correcciones, debates... porque el tema era delicado, porque lo que se llevó a juicio fue toda una manera de proceder anómala en la que se puso en tela de juicio la adjudicación de viviendas y una política que saltó por los aires con la promoción de las 317 de Loma Colmenar.
Hay que leer más allá del fallo. La guinda es el punto y final a un trabajo sin fisuras.
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