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El Señor de Ceuta, el Cristo al que arropa el barrio del Príncipe

La parroquia de San Ildefonso, ubicada en el corazón del barrio del Príncipe, es única. Lo es por esa combinación mágica integrada por el fervor de los cristianos que cada viernes no faltan a la misa que allí se celebra y por el amor y respeto que genera en toda la barriada de mayoría musulmana.

Allí se encuentra el Cristo de Medinaceli, el Señor de Ceuta al que arropa todo el barrio del Príncipe. A su lado, la Virgen de los Dolores.

Cada viernes ambos titulares reciben las flores, los rezos y la devoción de un grupo de fieles que no falta a esta cita y que cada vez va en aumento.

María, Carlos, Rafael, Toñi, Isidro son solo algunos de los que hallan en esta visita al Príncipe esa paz y esa calma tan necesarias en estos tiempos.

El padre José Manuel González se encarga de la misa, siempre de 17:30 a 18:00 horas cada viernes. Es entonces cuando las puertas del templo se abren para todo el que quiera subir y acercarse a un barrio que cuida con el mayor de los respetos a un Cristo de Medinaceli que es el Señor de toda Ceuta sin excepción.

La misa de todos los viernes

“Es la parroquia de San Ildefonso y Santa Beatriz de Silva que está unida a dos templos, uno aquí y otro en la barriada de Juan Carlos I. Aquí tenemos como tradición una misa los viernes con motivo de la presencia del Medinaceli. La tenemos a las cinco y media de la tarde”, explica el padre, mientras comienzan a llegar en goteo distintas personas para participar de la misa.

Unos preparan flores, otros van directos a ver al Cristo y a la Virgen, hay quienes sacan su teléfono móvil para obtener otra nueva fotografía porque ninguna va a ser la misma.

Los fieles que acuden terminan formando una pequeña gran familia, se trata en muchos casos de personas que nacieron en el Príncipe y no olvidan el que fue su barrio, pero también hay miembros de la Cofradía y devotos. El padre José Manuel no falta a esta cita.

“Llevo muchísimo tiempo viniendo, creo que son 28 años diciendo misa aquí habitualmente. En la época en la que estaban los hermanos franciscanos de Cruz Blanca venía más porque tenía misa con ellos, pero ya después, siempre los viernes”, detalla.

Una devoción en aumento que cuida la Hermandad

El hermano mayor del Medinaceli, Juan José Carnero, se muestra orgulloso de que se vaya notando poco a poco un incremento de asistencia a esta misa en el Príncipe. Para la Hermandad es un honor el aumento de los fieles devotos.

“Estamos intentando que la asistencia a la eucaristía por nuestros sagrados titulares se incremente cada semana. Últimamente estamos notando que aumenta el número de fieles devotos. Estamos muy satisfechos y contentos de que la gente nos acompañe el día de la misa en honor a nuestro Cristo y a nuestra Señora”.

Carnero se emociona al reseñar lo que supone el Cristo de Medinaceli para la Hermandad, arrastrando una devoción que se extiende a toda la ciudad y también al barrio del Príncipe. Lo tiene claro es, en mayúsculas, el Señor de Ceuta.

“Es lo máximo, nuestro Cristo y nuestra bendita Madre es todo, estamos trabajando para que la devoción por ellos aumente en nuestra ciudad”, expresa.

Desde la Junta de Gobierno se intenta que todas las personas que quieran ver a los titulares en su parroquia puedan hacerlo, como así ha ocurrido con ceutíes que viven en la Península y que, de regreso a su tierra, añoran volver al templo.

“Desde la Junta de Gobierno intentamos que todo el ciudadano que quiera visitar a nuestros titulares y que esté por diversos motivos en la Península o tenga alguna promesa pueda acercarse a ellos. De hecho, aquí vive un matrimonio de guardeses que custodia a los titulares y aunque no sea horario de misa, abren las puertas y dejan que estas personas se acerquen a nuestro Cristo y a nuestra Virgen. Si no es posible, desde la Hermandad ponemos todos los medios para que no se vayan de la ciudad sin verlo”, detalla Carnero.

Los guardeses de la iglesia: José Carlos y Encarna

Esos guardeses son Encarna Muñoz y José Carlos Fernández. Él gallego, ella de San Fernando. Son los custodios de las imágenes. Viven en la iglesia felices, llenos de paz, entregados al papel que se les encomendó. Llegaron a Ceuta para cumplir una misión que les llena de vida.

“El señor obispo quería que se custodiase esto, buscó a ver si había algún voluntario. Nosotros pertenecemos al Camino Neocatecumenal, somos matrimonio y nos vinimos aquí para custodiar y cuidar esta iglesia”, explica José Carlos.

“Sobre todo”, añade Encarna, “hacemos un servicio a la Iglesia, porque estamos tan agradecidos a ella... nos ha dado tantos dones, nos ha ayudado, nos ha dado la fe y como signo de agradecimiento nos vinimos él y yo. A los ocho meses de casarnos, hace 8 años, nos vinimos a Ceuta para cumplir una misión”.

En esa misión se han encontrado con unos vecinos, como confiesan, maravillosos. Afortunados de vivir en el Príncipe, su mensaje resulta clave para valorar adecuadamente una barriada que arrastra las peores etiquetas.

“Son muy amables: Mohamed, Abdeselam, el de la ferretería, Manolo el de la farmacia…”, enumera José Carlos, perdiendo la cuenta porque esos nombres en el fondo engloban a muchos más, a los residentes de un barrio que respeta este templo ubicado en la subida de la plaza del zoco, teniendo de compañero al local de la asociación de vecinos.

“Estamos encantados, la gente nos saluda, tenemos toda la confianza, las personas son muy amables”, añaden.

La misión de esta pareja de guardeses o custodios es estar aquí, en la iglesia del Príncipe atendiéndola como se debe. “Estamos aquí protegiendo al santísimo que está todo el día encendido, haciendo compañía y cuidando de la iglesia”, explican, haciendo alusión a unas labores que complementan con otras en el centro de convivencia de Juan Carlos I, frente al colegio Santa Amelia.

“Nosotros servimos a la Iglesia, queremos donarnos, ahí está la felicidad”, completa Encarna.

El Señor de todos, también de María y Toñi

Las feligresas María Mata González y Toñi García González irradian felicidad tras la misa de este viernes.

No faltan nunca a esta cita, les da vida y supone el momento esperado en una semana en la que añoran subir al barrio y saludar a esos vecinos con quienes compartieron parte de sus vidas. No tienen dudas a la hora de contestar a FaroTV.

“Esto es lo mejor del mundo, lo mejor de Ceuta porque es nuestro Cristo, yo digo que es mío, pero es de Ceuta, de todo el mundo”, explica María, quien pide a la gente que suba al barrio a visitarlo.

“Que vengan a verlo porque aquí no pasa nada. Los muchachos se ponen contentos porque venimos”, detalla, en alusión a los vecinos del barrio.

María lleva toda la vida yendo al que fue su barrio acompañado de sus sobrinos. Es un momento especial y único para quien vive con fe esta misa teniendo delante a los sagrados titulares a quienes sus fieles ofrecen sus rezos y flores.

Junto a ella acuden sus sobrinos cumpliendo con una costumbre necesaria: subir al Príncipe supone arropar al Cristo, pero también saludar a las amistades, a aquellos amigos con los que se criaron en el barrio, comprar unos pasteles, recorrer las calles, ver la casa donde pasaron su niñez.

Esa mezcla de recuerdos y de fe alimenta sus espíritus, esa visita al barrio sirve para cargar las pilas tanto a ellos como a los vecinos que los reciben con abrazos porque los esperan.

El Medinaceli lo es de todos. “Una muchacha musulmana me dijo que el Señor es suyo también, le pusieron un ramo de flores al Cristo” en el último traslado. “Ellos se han criado con el Cristo de siempre”, explica María con una belleza en la mirada propia de quien encuentra aquí vida.

“El Señor me han enganchado”, apostilla Toñi, cuyos antepasados son del Príncipe. En su familia se cuentan bodas y festejos en un barrio que formó parte de sus vidas. “Tengo al Príncipe en mi corazón y al Señor”, explica.

Ese respeto al que aluden María y Toñi se aprecia en cada detalle, en los saludos de los vecinos del barrio a los devotos del Cristo que suben cada viernes.

Porque el Señor de Ceuta tiene esa fuerza que lo ha convertido en el de todos los caballas, también los que viven en el Príncipe. Quizá por eso todos dicen que es único.

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