El pasado jueves 14 se marchó mi padre, Don Estanislao Mena Córdoba, a punto de cumplir 94 años, y no por esperada su muerte es menos dolorosa, pero aprendí con Freud en su texto preciso y precioso, titulado 'Duelo y melancolía' que además del duelo como la reacción frente a la pérdida de una persona amada, hay otro aspecto que le acompaña, se trata de hacer un trabajo para elaborar que el objeto amado ya no existe más, retirando toda la líbido de los enlaces con ese objeto, aunque la existencia del objeto perdido continúe en nuestra vida psíquica, o dicho de otra forma en la memoria, en el recuerdo, en la transmisión cuando hablamos de él.
Por esto comparto con ustedes una semblanza de mi padre, que ha tenido muchos conocidos en la ciudad de Ceuta, y quizás deseen rememorar conmigo. Mi padre era un emprendedor como pocos, tocó casi todos los palos que pasaban por delante de él. A pesar de que tuvo una infancia difícil, marcada por el paso de su padre por la cárcel por sus ideas, durante la guerra civil, Antonio Mena López, un hombre honesto y convencido republicano. Lo perdieron todo, salvo la fuerza del trabajo. Para sobrevivir, su madre cosía, y cada hijo tenía una especialidad, la de mi padre era coser botones, jamas le vi coser uno, nunca dijo nada de esas dificultades, miraba al futuro, nunca hablaba del pasado.
Todavía recuerdo el día, en San Amaro, que me enseñó a montar en bicicleta, yo tendría unos cinco o seis años, poco después, me permitió ir en bici tras el coche hasta llegar a casa, aquel día era como si hubiera ganado el Tour de Francia.
El ciclismo se convirtió en mi pasión. Cuando niño, siempre decía, “de mayor quiero ser Bahamontes”. Que decir del día que los “Reyes”, a los 11 años me trajeron una bicicleta de “carreras”, para mi la única que había en Ceuta, y en la que gastaba los ahorros para mejorarla y parecerse mas a la de mi ídolo.
Era un trabajador incansable, un jefe muy querido y valorado por sus empleados, estos me han contado vivencias y anécdotas que marcaron sus vidas. “Tu padre me ha enseñado todo lo que sé”, fueron las palabras que escuché a los 14 años, me lo dijo “el mejor oficinista de Ceuta”, que era como lo consideraba mi padre. “Tu padre es la persona que mas contabilidad moderna sabe en Ceuta”, otra de las frases de este hombre.
Cuando terminaba Preu, antes de irme a Cádiz para estudiar Medicina, le pedí trabajar en alguno de sus negocios. Así fue como entré en SUCONA, fue un tiempo divertido, no porque no tuviera nada que hacer, había mucho trabajo. Compartí tiempo con dos empleados muy queridos por mi. Divertido por lo que ellos me enseñaban y yo no terminaba de aprender, pero este gesto de mi padre, me permitió conocer mas de cerca su mundo.
'El sabicuco' era el sobrenombre con el que lo conocían, cuando llevaba un tiempo trabajando con ellos, empezaron a llamarme “El sabicuquín”, al darse cuenta de que las veía venir de lejos. En esos momentos lo tenía de jefe, en ningún momento me trató como a su hijo, era un empleado mas, se lo agradezco.
He conocido a empleados a los que los ayudaba a comprarse una casa, muebles, etc., y se los dejaba pagar como pudieran, sin pedir nada a cambio. También he sabido que fiaba a los clientes sin intereses. También he conocido a los que les proporcionan su primer trabajo, tantas buenas cosas he conocido de él...
Nunca me empujó a trabajar en los negocios, todo lo contrario, respetó mi decisión de ser médico cuando tenía 12 años, y de ser psiquiatra a los 18. Poco antes de irme a Cádiz a estudiar, apareció un día con unos libros que me había pedido sin decirme nada, entre ellos un atlas de anatomía, había apostado por mi decisión.
En estos últimos años, cuando tras mas de treinta años de alejamiento, comencé a ir a Ceuta regularmente para trabajar, recuperé la frecuencia en la relación con él, y me queda la satisfacción de que nuestras comidas, charlas, recuerdos, lo vivificaban.
En estos últimos tiempos, cuando la edad lo tenía encerrado en su mundo, hablar de la playa del Sarchal, su playa de siempre, de la peña de la resbalosa, o de la de peña de la muerte, recordarle a sus amigos, sus negocios, lo emocionaban.
Un día al volver de una de nuestras comidas, señaló una construcción de ladrillos y me dice, “ese ladrillo lo he hecho yo”, recuerdo de los tiempos de la “Cerámica del Tarajal”, uno de sus primeros negocios.
Comencé a leer a Freud a los dieciocho años, y decidí mi futuro en esa vía, luego he seguido mi formación en París, con las enseñanzas de J. Lacan, el mejor lector y continuador de la obra de Freud. Este autor retomando el texto del duelo que nombraba al principio, y refiriéndose a aquellos modos de celebración mas primitivos, dónde festejan la muerte del difunto dice:
“¿Porque no regocijarse de que el difunto haya existido?... celebran el advenimiento de aquel que fue a la clase de gloria que merece, simplemente, por haber estado vivo entre nosotros”
Estas Navidades brindaré por el tiempo que mi padre estuvo vivo entre nosotros, especialmente conmigo, aunque también lloraré, por no poder brindar con él, como hicimos tantas veces.
Hasta siempre Señor Mena, hasta siempre Don Estanislao, un honor haber coincidido contigo en la vida.