Pese a la mañana gris y al pronóstico de lluvia, el Domingo de Ramos se desarrolló según lo previsto, con La Pollinica engalanando las calles, ante la emoción de cientos de caballas. Gloriosos Jesús del Dulce Nombre y la Madre de Dios de La Palma.
Seis horas y media que tardaron en acudir al calendario un año. Seis horas y media que se vencieron en la lógica implacable del tiempo pero que permanecerán, a buen seguro, en la memoria de cientos de ceutíes. Seis horas y media de fervor, sentimiento, emoción, liturgia, respeto, devoción. Seis horas y media desde que de Manzanera salieran a las 18:00 de la Capilla de Madre de Dios de La Palma y San Bernabé primero Jesús del Dulce Nombre y acto seguido la Madre de Dios de La Palma. Seis horas y media que se consumieron más allá de la medianoche y que sirvieron para dar el pistoletazo de salida a la Semana Santa de Ceuta.
Y no fue, sin embargo, una procesión exenta de preocupación, máxime cuando la mañana había amanecido –y continuado– gris, la lluvia sacudía la ciudad con el café del desayuno y las páginas especializadas en meteorología, nunca mejor referido, aguaban la fiesta: el presagio de lluvia contaba con un elevado porcentaje. Pero ya fuera por una cosa u otra, y hubo quien pensó que por intervención divina, fue justo cuando el Dulce Nombre salía, acompañado de los acordes del himno nacional y por la ovación de los presentes, unas quinientas personas, el instante en que el sol brilló más en toda la jornada. Sol limpio que mostró la cara de Jesús, la hermosura del paso y el buen caminar. Lejos, las nubes contemplarían también sin asomar en exceso, la salida de La Palma.
Pasaban ya cincuenta minutos desde la salida de la capilla, cuando el itinerario fue cumpliéndose poco a poco, con serenidad y elegancia, guiados ambos pasos por el acompañamiento musical correspondiente –en el Misterio, la Agrupación Musical Jesús Caído y Virgen de la Amargura de Ceuta; y en el palio, la Banda Municipal Albaida del Aljarafe de Sevilla– y por ese otro sonido que se produce de cuando en cuando, si la ocasión lo merece: el del corazón palpitando bajo el pecho. De modo que tras los Jardines de la Argentina, vino el Puente de Cristo y luego Edrisis, Pepe Durán, Plaza de África, en torno a las 20:15 horas en la carrera oficial, Victori Goñalons, Jáudenes, estación en la Santa Iglesia Catedral, O'Donnell, y de nuevo Plaza de África como punto de regreso hacia la casa, en Manzanera, donde esperaría la entrada cuando ya un nuevo día, sería una realidad.
Dirigidos por primer año por José Gabriel Alcalá, que además de Hermano Mayor es capataz de la Hermandad, La Pollinica, fundada en mayo de 1924, mostró el cuidado habitual que le caracteriza y que constituye, de hecho, un glorioso inicio de semana de pasión, un Domingo de Ramos y emoción.
Antes de las doce y media de la noche, entrando en la madrugada con encanto y más de seis horas de Estación de Penitencia en la espalda, la jornada había dejado más imágenes para el recuerdo. Como la ilusión de los niños, el rezo de los abuelos, el ruego de los papás. Estampas preciosas –inmortalizadas en las retinas de los presentes, bañadas por la luz amarilla, o anaranjada, o blanquecina de la luna, según fuera el momento del día y de la noche– en las calles de la Ceuta cofrade. Postales perfectas de familias abrigadas al calor de las imágenes en las que creen, de nazarenos iluminados por los cirios, del cortejo de los pasos. Un abanico de sensaciones, pues. Y todo, pese a la lluvia, que no cayó y tampoco calló el sonido cofrade de la Semana Santa de Ceuta: así durante seis horas y media de un mundo de fe y fraternidad. {galerias local="20160320_dulcenombre" titulo="Imágenes de la Pollinica"/}