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Seinäjoki

El viernes, cuando nos disponíamos a volver de Seinäjoki hasta Helsinki, el tiempo era algo mejor. Resplandecía un magnífico sol que hacía que la nieve iluminara de forma especial la ciudad. La temperatura era de tan sólo veinte grados bajo cero. Nada que ver con los más de treinta bajo cero que teníamos una semana antes, cuando llegamos allí, ya de noche. Suena a chiste, ya lo sé. De hecho, en Finlandia hacen una broma con sus veranos, pues dicen que se diferencian del invierno en que nieva algo menos. Pero lo más espectacular fueron las imágenes que pudimos ver a través de la ventanilla del tren. Inmensos bosques nevados dignos de la mejor escena navideña.
La razón de este viaje ha sido un intercambio del programa Erasmus para profesores. Lo que yo he impartido ha sido un curso de Responsabilidad Social Corporativa en la Escuela de Negocios de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Seinäjoki, en el que han participado cerca de 50 alumnos de licenciatura y grado de Empresariales, de unas catorce nacionalidades distintas, incluyendo la finlandesa (también había tres estudiantes españoles, precisamente de Granada). En correspondencia con ello, la próxima semana recibiremos en la Facultad de Educación y Humanidades de Ceuta la visita de un colega de esa universidad, reputado especialista en Marketing, que podrá enseñar a nuestros alumnos durante una semana distintas técnicas de esta disciplina, incluyendo aspectos relacionados con el turismo y con las nuevas tecnologías.  Recomiendo especialmente la asistencia a estos cursos.
Seinäjoki es la capital de la estratégica región del Sur de Ostrobothnia, situada en el centro de Finlandia. La provincia tiene unos 140.000 habitantes. La ciudad, la mitad que Ceuta. Pero esto no impide que desde el año 1992 cuente con esta prestigiosa Universidad de Ciencias Aplicadas, en la que estudian cerca de 5.000 alumnos, muchos de ellos de países del mundo entero. Ni sus bajas temperaturas, ni sus largos días de invierno le impiden ser la sexta área en importancia económica del país y contar entre sus eventos con uno de los más prestigiosos festivales de tango del mundo. Curioso.
Suelo practicar bastante las relaciones internacionales en la Universidad, al igual que otros colegas. Por ello participo en Congresos que tengan que ver con mi ámbito de especialidad docente e investigadora. Pero cada vez estoy realizando más actividades de intercambio Erasmus, pues ello te permite conocer otros sistemas de enseñanza y a otros alumnos, de los que siempre aprendes bastante. El presente caso, que surgió de forma casual, tenía un especial interés para mí, por varias razones. Primero, porque el sistema educativo finlandés está considerado como uno de los mejores de Europa. Segundo, porque los países escandinavos, en general, disponen de un avanzado sistema de respeto y conservación del medio ambiente, y esta es una de las principales partes de la Responsabilidad Social Corporativa. Tercera, porque era la primera vez que me enfrentaba a un curso intensivo de tantas horas en poco más de una semana, y en una lengua extranjera.
Respecto al sistema educativo finlandés, efectivamente pude comprobar su seriedad y calidad. Un detalle, los alumnos estaban continuamente trabajando en la biblioteca, conectados a internet, o en clase. Otro. Uno de los días, a consecuencia de la fiebre, tuve una pequeña confusión horaria (en España tenemos una hora menos). Inmediatamente el Jefe de estudios fue a buscarme para ver qué me pasaba y para advertirme que los alumnos me estaban esperando.
En lo referene a la cultura medioambiental del país, aspectos relacionados con el reciclado, o la conservación del medio ambiente, se vienen enseñando en las escuelas desde hace mucho tiempo. A pesar de ello aún me quedó margen para explicarles las principales normas y estándares internacionales sobre Responsabilidad Social Empresarial o aspectos relacionados con la contabilidad medioambiental, en la que España es pionera. También para mostrar en vivo una práctica empresarial de mal comportamiento en Responsabilidad Social. Me volvía a llamar el 1004 de Movistar, en plena clase (la tres veces anteriores me habían sucedido en el retrete, en la cama y en plena conversación de trabajo en internet), practicando una de sus famosas sesiones de acoso telefónico a los clientes. El alto número de alumnos, quizás fue una prueba de que el curso era interesante, y que siempre hay cosas que aportar, por muy humildes que sean nuestras experiencias.
Sobre el  resultado del curso, también estoy satisfecho. Intenté aplicar y adaptarme al nuevo sistema educativo del Espacio Educativo de Educación Superior, que este año se ha puesto en marcha en la Universidad de Granada. En general no tuve problemas, ni con los estudiantes nativos, ni con los foráneos. Todos estaban imbuidos del mismo espíritu de trabajo diario, de búsqueda permanente y de cuestionamiento crítico de todo lo que se plantea. Una gozada.
Pero también hubo margen para establecer interesantes relaciones de investigación y turísticas. Ellos me enseñaran lo magnífico que resulta visitar la casa de Papá Noel, en dirección al Círculo Polar Ártico, cerca de Rovaniemi, en la tierra del pueblo Sami, a cincuenta bajo cero, y yo les mostré las fotos aéreas de Ceuta (también algunas de Granada), y les expliqué hasta dónde llegaba el Imperio romano en África, desde cuándo Ceuta es una ciudad española y europea (no de Marruecos), y cómo una de las mejores experiencias de nuestra ciudad era sentir el cruce de mares y continentes (con vientos de levante y de poniente incluidos) en tu cuerpo. Finalmente acabamos en la vieja prisión provincial de Helsinki, convenientemente restaurada y reconvertida en un magnífico hotel, cuyas habitaciones son las antiguas celdas de los prisioneros. Una joven y amable camarera finlandesa se dirigió a mí en inglés y pronunció perfectamente mi nombre: Aureliano. Me extrañó. Me explicó que había leído Cien Años de Soledad de García Márquez.

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