Hace unos días superamos los 100 muertos. Quién nos iba a decir que íbamos a tener que informar de tantos fallecidos vinculados a la covid-19. Fueron 100, 101... hasta los 103. Una auténtica tragedia que nosotros narramos, que ustedes leen, pero que sufren directamente aquellos que han tenido que perder a sus seres queridos y, además, de una manera tan cruel, sin poder siquiera despedirse. A pesar de esta situación tan dura, seguimos sin darnos cuenta de lo que está pasando. Ya no me refiero al movimiento negacionista, sino al nefasto, egoísta y deplorable comportamiento que siguen teniendo aquellos a los que les da igual no ya solo contagiarse, sino provocar que el nivel de riesgo aumente contagiando a los demás. Si algo nos ha demostrado el virus es lo egoístas que podemos llegar a ser. No tiene remedio, parece que hubiéramos nacido con esa tara.
En todo el debate en torno a la pandemia aquí solo importan los intereses particulares de cada uno, las presiones de los grupos de poder y los cambios que se adoptan supuestamente por criterios técnicos pero que solo obedecen al impacto del momento. Esa es la impresión que da, si no no tiene explicación que cada fin de semana se vean auténticas tropelías y nada se haga o se diga al respecto. Se dictan decretos, se da difusión a las multas que tramita la Policía para ofrecer una imagen de acción reacción... ¿pero qué vemos todos los fines de semana?, ¿por qué no se atienden las llamadas de ciudadanos informando de las aglomeraciones que se producen en determinados puntos de la ciudad? No se actúa ahora ni se hizo antes, porque han sido cuantiosas las denuncias hechas público e incluso los vídeos difundidos de eventos que incumplían las medidas sanitarias sin que se actuara al respecto. Seguimos sin darnos cuenta de la terrible situación que vivimos, de lo que muchos han pasado y siguen pasando.