Categorías: Opinión

Se reparten tortas

No sé si saben que hay gente que dicen que me pongo muy pesadita cuando les hablo de mujeres caídas y hombres que las empujan, pero también sabrán- que hace ya tiempo que me conocen - que a mí , estos comentarios, me importan un pito.                                             
En Ceuta, cuecen habas como en todos partes, pero algunas veces –de lo malo- hay más, aunque milagrosamente, quizás por ello mismo, es placer leer y escuchar variaciones sobre el mismo tema, bordándolo en lo positivo, para beneplácito de todos.
Andrés Calvo Muñoz, cabo primero de la Guardia Civil , destinado en los fiscales del puerto de Ceuta, se encontró de lleno con la violencia doméstica en la puerta de al lado , de su casa.
Se iba a las cinco de la mañana, a cumplir con su cometido, sí lo sé, ¡vaya horitas!, pero no me extraña , porque sé cómo y en qué condiciones, trabajan. Lo cierto es que el cabo, ya armado, vestido para la faena de verde y sin grana,  y sobre todo bien dispuesto, escuchó trifulca en la puerta de un vecino y esta gente que está dispuesta a lo que los demás no haríamos , para meternos en problemas, se hincó de lleno en él. Me decía una vez una mujer madura en una peluquería, sin conocerme- confidencias de secador, ya saben, que son las mejores- que lo peor no es que te peguen, sino que encima el maltratador sea alguien importante o respetable en la comunidad , porque las cosas se complican.                                                                                                                                                 
En el caso de ella, desgraciada mil veces, era cargo decisivo en una comisaria, jefe de jefes , imposibilitándola, ya no solo a denunciar, sino a que alguien la creyera, viéndose obligada a dejarle hijas, a las que no quería y marcharse en pos de libertad obligada , lejos de su lado , abandonada por todos , hasta los más íntimos suyos, solo respaldada por dos hombres de su entorno, que sabedores de lo que pasaba,  la ayudaron- en secreto- a sacar cabeza, poco a poco. El cabo Calvo, no sabía que tras aquella puerta que le abrió una mujer herida y valiente- que sacó fuerza de donde no tenía para salvarse y salvar a su hijo , de un marido que había vuelto , solo, para completar una venganza- había un subteniente. No es secreto desvelar que los civiles se gobiernan como los militares y los mandos, son los mandos , hasta cuando se tiende la colada y sus mujeres los ejercen con la misma autoridad en el patio de vecinos, como ellos en los cuarteles.                                                                                                                     
El subteniente que se llamaba Ventosa, no hay la menor duda, se resistió al asalto de un inferior al mando, pero no le valió de nada, porque Calvo no estaba dispuesto a que en su finca -ni en su vida- hubiera ningún atropello y lo paró, como se paran los ríos para sembrar las tierras con su cauce e hizo que su mujer viviera y que su hijo estudiara y fuera un hombre el día de mañana, conduciendo al que estaba haciendo tantos meritos a donde se supone que debía estar,  hacía demasiado tiempo.
Ahora le han dado un premio , pero él no para de pensar en los ojos de Yolanda y en las muchas, que, como ella,   terminan escapando  del destino, entre las varas de la fatalidad, a su suerte segura y negra , porque nunca pensó , su puesto es muy diferente, que se encontrara con otra cosa que defraudadores, delincuentes de otra calaña, pero no con un hombre que quería matar , a lo que más debería proteger, a su familia, porque la familia es sagrada, tu casa y tus vecinos, el lugar donde ellos te están esperando. ¡Poca pena le pondrán a aquel que encuentra la puerta trabada , porque su mujer y sus hijos temen su regreso!, ¡poca pena, para aquel que quiere matar y se le ve en los ojos y lo para un cabo que va a trabajar , porque cree en algo más que las palabras, en los hechos, de mujeres matadas, asesinadas por manos , no extrañas ni de delincuentes , sino de asesinos de cara familiar y esclava , de una foto de boda,  que aún reposa en la mesilla de noche!.   Esposó entonces al esposo, en un día que amanecía rosado, sin sangre reseca en las escaleras, ni llantos de mujeres , coro de plañideras que denotan ausencia, aprisionó a un maltratador, a alguien que dirá que perdió la cabeza y no pudo matar como le dictaba su naturaleza.

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