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Sargento ceutí Vázquez - Historia olvidada

En este recién terminado octubre hemos cumplido ocho décadas de un suceso que marcó la historia de nuestro país: La Revolución de Asturias en 1934. 

Y un ceutí, el sargento Diego Vázquez Corbacho, tuvo un papel decisivo. Una vez terminada la insurrección, el sargento ceutí sería Juzgado en un Consejo de Guerra sumarísimo celebrado en 1935, y fusilado. Desde un primer momento fue una figura destacada, apoyando a los revolucionarios, intentó convencer a sus compañeros de armas del Cuartel del Milán Nº 3 de Oviedo para que se unieran a la Revolución, y al no conseguirlo, se unió a los obreros. El comité revolucionario le pone al frente de un Batallón de 500 mineros procedente de Mieres y asalta el Cuartel de las Pelayas.
El resorte que hizo que el proletariado asturiano se alzara en armas a la conquista del poder político fue la entrada el 4 de Octubre de 1934  de tres miembros de la CEDA en el gobierno. Los comunistas, que ese mismo día habían firmado su entrada en la Alianza obrera, trataron de precipitar los acontecimientos, sin embargo los socialistas, que eran la fuerza obrera mayoritaria, se negaron a actuar hasta no haber recibido la orden desde Madrid. En la madrugada del día 5 de octubre el comité revolucionario impartió sus primeras órdenes y se abrieron los escondites de armamento.
Tras hacer público el consejo de guerra su veredicto y su condena a muerte. Rápidamente se conoció el fallo en Ceuta, no fue un día normal para sus paisanos. El padre, Miguel, profesor de la banda militar del grupo de Regulares de Ceuta, se encontraba al lado de su hijo en Oviedo, y en Ceuta, en la calle Machado, estaba su madre, África Corbacho, junto a su otro hijo Miguel, también sargento de Regulares en Ceuta. A las cinco de la tarde recibieron un telegrama en Ceuta, enviado por el padre desde Oviedo: "Diego condenado a la última pena, hagan gestiones”.
La corporación municipal de Ceuta, tenía que celebrar sesión a última hora de la tarde. Al comenzar toma la palabra el concejal del partido Comunista Antonio Berrocal: "Acabo de recibir la notificación del consejo de guerra a Diego Vázquez condenándolo a la pena de muerte, solicito que pidamos al Gobierno el indulto". Antonio Mena, republicano radical, pide se levante la sesión para dar mayor trascendencia a la petición de clemencia. A esta se unen todos los concejales. El alcalde, Víctori Goñalons, expone que cuando tuvo conocimiento de la condena envió varios telegramas entre ellos al presidente de la República. Tras varias intervenciones, los concejales acuerdan solicitar el indulto y que el alcalde se desplace a Madrid.
  El 15 de enero, el diputado del partido Radical Tomás Peire, el alcalde Víctori Goñalons y el padre de Diego Vázquez visitaron al presidente de la República, al presidente del Gobierno y al líder de la derecha, Gil Robles. El condenado, al tener conocimiento de la campaña emprendida por sus paisanos, el 24 de enero de 1935, envía un telegrama al alcalde para que lo haga llegar a todos los ceutíes: “Enterado, intercede por salvar mi vida agradezco a mis queridos paisanos que sin mirar en ideas, en la nobleza de sentimientos al solicitar mi perdón, más que por mi por mi querida madre, gracias”.
  El 30 de enero de 1935, se reunió el Consejo de Ministros para tratar varios asuntos, entre ellos el posible indulto. El Consejo finalizó sobre la una y media de la tarde. Al salir, el presidente del Gobierno, Alejandro Lerroux según costumbre, facilitó a la prensa la referencia verbal de los acuerdos. Sobre el indulto indicó a los periodistas que el Gobierno ya había tomado un acuerdo y que por la noche daría cuenta de la resolución. Los periodistas le recomendaron al padre del sargento Vázquez que se desplazara a Oviedo junto a su hijo, que ellos le telegrafiarían en cuanto tuvieran alguna noticia.

Sánchez Prado envía telegrama pidiendo el  indulto

Sus paisanos, sin distinción de clases, ni partidos, se movilizan y se comienza una campaña para pedir al Gobierno el indulto. Sánchez Prado tomó la palabra en la sesión municipal del 4 de enero de 1935 apoyando la solicitud que dirige la corporación a las autoridades nacionales. También particularmente envió un telegrama como diputado que fue, en las Cortes constituyentes, manifestando que Vázquez demostró caridad, interviniendo su influencia para indultar a prisioneros revolucionarios. “Señor Rafael Sánchez Guerra, Palacio Presidencial. Madrid. Le ruego transmita a su excelencia Presidente de la Republica, suplica de indulto Sargento Vázquez condenado a muerte tribunales de Oviedo, atendiendo a que Sargenta Vázquez demostró caridad y nobleza interviniendo su influencia para indultar prisioneros de revolucionarios”. Sus conciudadanos se movilizaron para salvar la vida de su paisano, las cartas y telegramas de las distintas asociaciones fueron masivamente enviados a Madrid, pero sin efecto, y el sargento Vázquez Corbacho sería fusilado en Oviedo el 1 de febrero de 1935, en plena Segunda República..

Vázquez escribe una carta a los ceutíes antes de su ejecución

En la madrugada del 1 de febrero de 1935, en la soledad de la cárcel de Oviedo, el sargento ceutí Diego Vázquez, escribe una carta a sus paisanos agradeciéndole las múltiples muestras de afecto y las gestiones que se realizaron  desde Ceuta para que se llevara a cabo su indulto. La carta de Diego decía: “Oviedo, 31 de enero 1935.  Señor alcalde de Ceuta, con gran sentimiento pongo estas letras para que en mi nombre de las gracias al pueblo de Ceuta mi pueblo natal, al que nunca he olvidado, ni olvidaré, desde el sitio que el Gobierno de la Republica me designe. Esta carta se la pongo a las cuatro de la mañana, últimas horas de mi vida, pues a las nueve de la mañana seré fusilado. Le saluda cariñosamente Diego Vázquez”.
    A las nueve de la mañana se llevo a cabo la ejecución. El redactor del diario sindicalista Tierra, Ignacio Barrado, explica como se vivieron esos momentos en Ceuta: "En España entera se extendió la noticia con la rapidez de las grandes catástrofes. En todos sitios la indignación se manifestó espontánea. Pero donde culminó fue en Ceuta. Ayer quedó paralizada la vida de la ciudad. La gente caminaba consternada, en los cafés, círculos y casas particulares toda conversación giraba en torno a su paisano. Para sus compañeros de armas, el Sargento Vázquez, será tildado de traidor, sin embargo para los asturianos que vivieron con él la revolución y sus paisanos ceutíes, a tenor de la anterior crónica pasará a ser un héroe, aunque un héroe olvidado.
      Tras el triunfo del Frente Popular en febrero de 1936, el Ayuntamiento presidido por el republicano Sánchez Prado acuerda que una calle lleve el nombre del sargento ceutí. Lo que se realizó en abril, cambiándose la calle Clavijo por Sargento Diego Vázquez. En ese día tamien se cambiaron otros nombres con motivo del aniversario de la proclamación de la II República. La Avenida Villanueva por teniente coronel  López Bravo, la calle Sevilla por Luis Sirval, la calle de la Barriada de San José, "A" se denominó Luis Bello y la calle Linares,  por Aída Lafuente.
      Según el historiador Francisco Taibo la explicación del porqué de que la Revolución de 1934 triunfara durante dos semanas en Asturias, mientras fue arrasada sin mayores problemas en el resto de España, hay que buscarla, además de en el hecho de que Asturias fue el único lugar donde la Alianza Obrera logró integrar a la CNT, en la minuciosa preparación de la insurrección que hicieron las organizaciones obreras asturianas, y singularmente la fuerza obrera hegemónica, los socialistas (UGT-PSOE-JJSS), lo que no sucedió en el resto de España.
     Los socialistas asturianos no eran más izquierdistas que los del resto de España (la mayoría de los dirigentes del PSOE y del Sindicato Minero Asturiano (SMA) estaban alineados con el sector “moderado” encabezado por Indalecio Prieto. En lo primero que se diferenciaron fue en que no reprimieron las movilizaciones obreras que se produjeron a lo largo de 1934, al contrario de la dirección nacional que repetía continuamente la consigna “Nada de organizar huelgas” porque ello “debilitaría” la preparación de la insurrección. Así de febrero a octubre de 1934 hubo seis huelgas generales en la región que afectaron fundamentalmente a las cuencas mineras. Algunas de ellas fueron políticas, como la que organizaron en solidaridad con los socialistas austríacos.
      Un elemento clave en la preparación de la insurrección eran las armas y parte de ellas los obreros las consiguieron robándolas pacientemente una a una de las fábricas de armas de Oviedo y de Trubia. Otras las compraron a contrabandistas o las trajeron desde Éibar a través de una red creada por las Juventudes Socialistas y el sindicato del Transporte de la UGT de Oviedo. La dinamita la obtuvieron de las minas. Todas las armas (1300 fusiles y cuatro ametralladoras) y explosivos (millares de cartuchos de dinamita) se escondieron en catorce depósitos clandestinos (diez de los socialistas, dos de la CNT y dos de los comunistas) que la Guardia Civil no logró descubrir (varios millares de pistolas estaban guardadas en las casas de los obreros comprometidos en la sublevación).

Desde el puerto a la calle Machado

Una vez que el sargento ceutí fuera ejecutado en Oviedo, su padre vuelve a Ceuta. Al llegar al puerto son muchos los que allí le esperan para ofrecerle su aprecio y el sentido pésame por la ejecución de su hijo. Tras desembarcar, Miguel Vázquez, junto con los que allí se dieron cita marchan andando hasta la calle Machado, donde le espera su mujer y su otro hijo, organizándose una gran manifestación de duelo. El diario sindicalista Tierra, escribiría: “No se recuerda recibimiento más emocionante que el dispensado a los doloridos viajeros. El puerto se encontraba repleto por millares de personas de todos los sectores políticos y representación de la industria y el comercio. La atribulada familia fue acompañada hasta su domicilio, en actitud de silencio".
      Fallecieron mil quinientos revolucionarios durante los combates que siguieron al levantamiento armado y más de doscientos durante la represión. Los heridos fueron más de dos mil. También entre las fuerzas represoras hubo otros trescientos muertos (según Julián Casanova y Hugh Thomas, que coinciden en los datos). En toda España fueron encarceladas entre treinta y cuarenta mil personas, y miles de obreros perdieron sus puestos de trabajo. La ciudad de Oviedo quedó asolada por los incendios, los bombardeos atacantes y la dinamita de los defensores. El gobierno suspendió las garantías constitucionales; numerosas corporaciones municipales disueltas, locales de sindicatos y partidos cerrados y periódicos clausurados. Los jurados mixtos (recién instaurados durante el «bienio reformista») suspendidos. La «contrarreforma» se hizo más contundente.

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