Como expuse en artículos anteriores, el Desastre de Annual en Marruecos se saldó con un número de entre 8.000 y 10.000 muertos españoles (hay autores que citan cifras aun más elevadas). Aquella fue la peor y más triste derrota sufrida por las tropas españolas en el Protectorado de Marruecos, que a España le fue encomendado en la Conferencia de Algeciras de 1912 con la misión de pacificar la zona norte del país para someterla a la autoridad del Sultán, ante el que se declararon en abierta rebeldía. Era la zona más montañosa e improductiva, por oposición a la zona sur que Francia se adjudicó por sí misma, bastante más llana y mucho más productiva. Aquel desastre supuso para nuestro país una gran tragedia ante la pérdida de tantas vidas humanas, ingentes gastos materiales y también un duro golpe para la moral de nuestras tropas y para toda la sociedad española, sobre todo, por la masacre cometida contra nuestros soldados cuando ya se retiraban.
Pero la desgracia de aquel trágico desastre no vino sola, siendo todavía mayor porque, junto a tantos miles de compatriotas muertos, otros 658 españoles más fueron hecho prisioneros por Abd el-Krim, quedando cautivos el general 2º jefe, jefes, oficiales, tropa y algunos civiles, siendo llevados a la ciudad de Axdir e internados en campos de trabajo forzoso y en cárceles inhumanas. Aun cuando desde principio fueron vejados y maltratados, en los primeros momentos no les hicieron sufrir demasiado. Pero luego se iniciaron negociaciones encaminadas al rescate de los prisioneros. Abd el-Krim, exigió el pago por su rescate de la enorme cantidad de 4.000.000 de pesetas con el ingente valor de aquella época, más otras 270.000 pts. para el pago de los gastos de su repatriación a España, más la devolución de 40 marroquíes que habían sido hechos prisioneros por los españoles. El Gobierno español se resistía a pagar tan elevada suma; pero Abd el-Krim le presionó sometiendo a los prisioneros a crueles torturas, sufrimientos, trabajos forzados, hambre y toda clase de humillaciones, vejaciones y carencias, hasta el punto de que fueron abandonados a su suerte, excepto las mujeres y niños que recibieron mejor trato. Para que se tenga una idea de hasta qué extremos llegaron las atrocidades, baste con señalar que de los 658 prisioneros españoles, 301 murieron en los campos de trabajo, o de inanición, o tras contraer enfermedades como el paludismo, el cólera, etc, debido a su total abandono.
Tras el desembarco de nuestro Ejército en Alhucemas el 8-09-1925 y una vez reconquistado el territorio perdido, cuando ya se había pagado el rescate y los prisioneros habían sido repatriados a España, el Comandante General de Melilla nombró una comisión de investigación para que informara sobre el trato recibido por los prisioneros, mediante entrevistas directas a los liberaron en Taza (Marruecos). Dicha comisión, creada en julio de 1926, presentó las siguientes conclusiones: “Los cautivos recibían una alimentación muy precaria…les daban pésimamente de comer, media torta y a veces hasta 1/4 de torta de cebada y alguna temporada solo garbanzos (18 ó 20 unidades) cocidos y sin aceite ni sal. Los prisioneros eran obligados a trabajar hasta la extenuación, oficiales, sargentos, cabos, soldados y algunos paisanos que fueron empleados en trabajos forzosos sumamente penosos, castigándoles con la mayor crueldad…».
Fueron apaleados brutalmente por sus guardianes. Para hacerse una idea de la dureza y crueldad del mal trato recibido, baste señalar que, entre otras cosas, la comisión nombrada informó: «Respecto al número de prisioneros y paradero de los oficiales y soldados que no fueron después rescatados por causas de muerte, trato violento o mueryos a causa de enfermedades, fallecieron unos 300. En Tamasint desenterraron a 19. El Comandante General de Melilla remite con despacho del Estado Mayor la información instruida para aclarar el trato recibido por nuestros prisioneros durante el cautiverio, y unos 20 fueron desenterrados y profanados sus restos para buscar 2 ó 3 que tenían dientes de oro. A los rezagados en los traslados de los campamentos les asesinaban y a 18 heridos por una bomba de aeroplano los mataron a todos, y un soldado que pretendió escaparse fue fusilado, haciendo previamente formar a los prisioneros». Las mujeres y los niños fueron mejor tratados aunque a veces también sufrían agresión. La derrota, primero, con tantos muertos, y el cautiverio, después de los prisioneros, se convirtieron en una trágica pesadilla para España. No sólo cayeron prisioneros los militares, sino también algunos civiles.
En cambio, los prisioneros franceses fueron bastante mejor tratados y correctamente alimentados, porque pactaron la entrega de las posiciones, llegando el capitán a caballo con su máquina fotográfica y un perro de caza y todos los oficiales, con sus maletas y comieron bien durante el cautiverio, suministrándose de los convoyes españoles». Abd-el-Krim conocía perfectamente el maltrato de que eran objeto los prisioneros españoles, cuya dureza extremaba contra los oficiales y sargentos, dando muestras de ferocidad y salvajismo. Ordenó personalmente que fueran tratados con crueldad; también que los oficiales trabajasen en las carreteras, teniendo conocimiento de todos los horrores que se cometían contra ellos. El informe recogía los nombres de los guardianes marroquíes que destacaban por su crueldad y maltrato: “el jefe de los prisioneros Si Hamú, el Kaid Hamido, hermano del Pajarito, el cabo Amar y los guardianes Chaib y Cherry». Sin embargo, una secuela más que tuvo honda repercusión en el sentir del país sería el número de prisioneros cautivos de Abd-el-Krim fue la intervención española a través de distintas personalidades para liberar a los prisioneros, que iría desde la actuación institucionalizada de los distintos gobiernos hasta las gestiones personales del Padre Revilla o del abogado Hipólito Jiménez y sus cartas al rey Alfonso XIII; y también intervino activamente el empresario Horacio Echevarrieta, dando por resultado que en enero de 1923 fueran liberados 357, aunque la de algunos se retrasó hasta julio de 1926.
Durante el duro cautiverio se destacaron algunos jefes, oficiales y suboficiales en la ayuda y auxilio a los enfermos. Uno de los mayores problemas fue la asistencia médica a los prisioneros debido al gran número de heridos y enfermos. De ello se hizo cargo el teniente médico Antonio Vázquez Bernabéu, de la Policía Indígena de Melilla, que había caído prisionero el 16-06-1921 durante la acción de la Loma de las Trincheras, pero éste conseguiría huir el 21 de septiembre; posteriormente recibiría la Cruz Laureada de San Fernando por su heroico comportamiento. Pero luego sería asesinado al iniciarse la Guerra Civil por milicianos en Paterna (Valencia). El teniente Vázquez logró huir, siendo sustituido por el del mismo empleo Fernando Serrano Flores, que había caído prisionero en Dar Quebdani. Serrano tuvo entonces que buscar y formar ayudantes que le auxiliasen en su trabajo de enfermería.
Uno de estos ayudantes fue el sargento Francisco Basallo Becerra, que no solo aprendió a realizar curas y a poner inyecciones, sino que también se atrevió a realizar tratamientos médicos y sencillas operaciones quirúrgicas, por lo que era apreciado hasta por los guardianes llegando a tener cierta ascendencia sobre el jefe de éstos. Un año después, el teniente Serrano falleció de tifus, con lo que la labor del sargento Basallo se hizo todavía más importante, no sólo por sus trabajos sanitarios, continuamente expuesto al contagio y velando por la organización del campamento, sino también asegurando el suministro de medicinas e intercediendo ante el propio Abd el-Krim a favor de sus compañeros. Entre las labores más encomiables que realizó estaban las de localización, recogida e identificación de cuerpos insepultos, enterramiento de los prisioneros fallecidos e información por carta a los familiares de las víctimas que se la solicitaban a través del correo.
El sargento Basallo nació en Córdoba en 1892; era hijo de una familia humilde. De niño era de carácter apocado, tímido, sin iniciativa y sin voluntad. Con 20 años fue a efectuar el Servicio Militar al Regimiento de Infantería de Melilla, siendo defensor de la posición de Dar Quebdani, donde cayó prisionero, no sin haber luchado bravamente durante el desastre como defensor de la posición. La vida militar lo transformó en un hombre fuerte, con gran despejo intelectual, intuición previsora y actitud serena e imperturbable. Se había curtido con las armas en la mano en la adversidad del combate y templado en el yunque de la prueba del valor, transformándose en un valiente patriota. Se erigió en abnegado defensor de todos los prisioneros; les animaba, les consolaba, les daba moral para no desfallecer y les daba comida. Ayudaba generosamente a los enfermos con su ejemplo y magnanimidad. Hizo de practicante de ellos armándose de valor para amputar piernas y brazos carcomidos por la gangrena sin ser médico, salvando a muchos heridos, poniéndoles inyecciones hipodérmicas, buscándoles comida y medicamentos, fugándose de la mazmorra donde estaban encerrados y jugándose hasta 20 veces la vida con tal de llevarles alimentos y medicinas a los más graves de tifus y cólera, a los que personalmente cuidaba y asistía con afecto y de la forma más cariñosa, de manera que cuando los prisioneros sentían desfallecer su cuerpo y su espíritu bajo el peso de tantas torturas, crueldades y amarguras, allí estaba siempre Basallo con su entereza para animarles, levantarles la moral, auxiliarles y confortar a los deprimidos para que no se derrumbaran.
Supo ganarse a algunos de sus guardianes curándoles también a ellos y a sus familias. Protestó enérgicamente ante Abd el-Krim contra los malos tratos impuestos a los cautivos, por lo que fue salvajemente apaleado. Y lo hacía en abnegada misión fraternal elegida voluntariamente y llevada a término con sencillez, como el que cumple un deber elemental. Cuando llegó la hora de ser liberados en varias expediciones, él quiso quedarse y embarcarse en la última para poder seguir atendiendo a los enfermos que se quedaban. Liberado a principios del año 1923, desembarcó el día 20-02-1923 en Málaga, donde fue recibido por las autoridades civiles y militares. Los meses siguientes recibió continuas pruebas de afecto y reconocimiento durante las visitas que realizó a diversas ciudades para transmitir a las familias de los prisioneros los últimos deseos de aquellos que habían muerto durante el cautiverio, informarles de sus últimos momentos y voluntades, entregándoles los objetos que habían dejado.
Se organizaron festivales y banquetes en su honor; el Casino Español de Melilla le regaló un reloj de oro, y fueron incontables las felicitaciones que le llegaron de unidades del Ejército y la Armada.
El Gobierno le concedió en principio la Cruz de la Beneficencia de 1.ª clase y le otorgó un puesto como Practicante oficial, figurando con el número uno del escalafón. Fue recibido en Madrid por el presidente del Consejo de Ministros. El Banco de España lo colocó como Subinspector de los celadores en Barcelona. Fue inolvidable el homenaje que se le rindió en la sede del periódico ABC, a partir del cual mantuvo una larga relación con los marqueses de Luca de Tena. El día 1-02-1923 dicho periódico se hizo eco de la ejemplaridad del sargento Basallo para con sus compañeros mientras duró el cautiverio, resaltando su comportamiento en una extensa crónica para dar a conocer y ensalzar la gran obra humanitaria que realizó ayudando a sus compañeros cautivos, siendo objeto de numerosos halagos: ”Cuidó a los enfermos, enterró a los muertos, actuó de cirujano amputando brazos y piernas gangrenadas…”. Valle-Inclán lo citó en “Luces de Bohemia”. La Real Academia Española le honró concediéndole el Premio a la Virtud.
Sasallo trabajó algún tiempo en un asilo en Córdoba. Al finalizar la Guerra Civil se trasladó a Zaragoza, trabajando en una empresa cinematográfica. En 1964 recibió su último reconocimiento oficial, al serle concedida la Orden de África en su categoría de oficial.
La prensa nacional volvió a hacerse eco de su valor volviéndolo a homenajear al recordarle en 1973, cuando se cumplía el cincuentenario de su liberación. Los políticos, como ahora y siempre, politizaron su imagen, teniéndole unos como partidarios y otros como detractores. Falleció en Zaragoza el 19-05-1985 a los 93 años. Se han escrito varios libros sobre su vida y obra.