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Saqueo impune en ‘La Sirena’

Tres años después de completarse su restauración y con una inversión de 1,2 millones de euros a sus espaldas, el edificio ‘La Sirena’ es desde hace meses pasto del saqueo. De la rehabilitación –culminada gracias a los fondos librados en su día por el Servicio Público de Empleo Estatal y que se tradujeron en dos talleres de empleo que coordinó la Fundación Forja XXI– queda la estructura exterior, porque la interior es un recinto desvencijado que acumula cristales rotos, techos roídos e incluso enchufes arrancados de cuajo. El edificio de Punta Almina, remodelado siguiendo el diseño del arquitecto José Montes, fue entregado en enero de 2012 por el actual delegado del Gobierno, Francisco Antonio González, a la Comandancia General de Ceuta, pero desde aquel día sigue sin uso, sin proyecto visible de acoger ninguna dependencia oficial y, lo más preocupante, sin vigilancia efectiva que evite el pillaje del que se ha sido víctima últimamente. Una cadena delimita el camino que accede hasta el recinto y alerta de que el viandante se introduce en terreno militar, pero esa medida de protección se antoja estéril ante el acecho de los ladrones. Los cristales de las ventanas están destrozados y sus restos se esparcen por el suelo. En varias de ellas se han colocado paneles de madera para evitar el acceso. Las puertas, ahora cerradas, también muestran evidencias de haber sido forzadas. Nada que revista un mínimo valor permanece en su interior. El Faro fue testigo, ayer mismo, de cómo un vehículo con matrícula de Marruecos abandonaba el lugar cargado con dos puertas de metal. En uno de los ventanales aparecen incluso destornilladores e instrumentos punzantes que podrían haber sido utilizados para abrir puertas o desmontar mobiliario desde el interior que, presumiblemente, podría haberse encargado a menores colados a través de los barrotes, por donde luego habrían salido las planchas de metal. Lo poco que queda, porque lo demás ha desaparecido. La historia reciente de ‘La Sirena’ es lo más cercano a un enorme despropósito. Tras entregarse a su legítimo propietario, el Ministerio de Defensa, éste no dio muestras nunca de estar interesado en buscarle un cometido a las instalaciones. Desde entonces las puertas permanecen cerradas a cal y canto y el recinto sin protección continua, toda una tentación para los desvalijadores. Tampoco llegó a buen puerto el proyecto de Septem Nostra, que propuso en colaboración con el grupo ecologista SEO Birdlife que el edificio, gracias a una situación privilegiada para la observación, se transformara en un centro de interpretación de la naturaleza, especialmente para avistamiento de las aves migratorias que sobrevuelan Ceuta en su camino de ida y vuelta desde o hacia tierras más cálidas en función de la estación del año. El presidente de esa asociación conservacionista, José Manuel Pérez Rivera, ha manifestado en numerosas ocasiones a El Faro que ésa sería una función ideal, y de hecho así se lo trasladó a la Administración local, pero esa intención no ha cristalizado, a día de hoy, en ningún proyecto . En estos tres años transcurridos desde la rehabilitación, ninguna de las administraciones con competencia –la del Estado como propietaria o la local como redactora de alguna iniciativa que pudiera acoger entre sus paredes– ha encontrado un uso para ‘La Sirena’. “Y ahí está, a expensas de actos vandálicos que tiren por tierra el dinero público que se ha invertido para restaurarla”, lamentaba ya en el mes de enero Pérez Rivera en declaraciones a este periódico. “No entendemos cómo se puede invertir dinero público y pretender darle un uso privativo”, añadía hace apenas cuatro meses. Poco parece haber cambiado el panorama desde entonces. O sí, pero a peor, porque el deterioro y el vandalismo se han cebado con lo que en su día fue un punto de observación clave en el entorno de Punta Almina y el Estrecho. Septem Nostra también reclama desde 2013, sin éxito, que la infraestructura cuente con vigilancia constante, que en un primer momento corrió a cargo de efectivos militares de la Unidad de Servicios Básicos (USBA) de la Base Única pero que el tiempo ha demostrado insuficiente. La instalación, de hecho, está desafectada del patrimonio militar aunque continúe bajo el paraguas de Defensa. Cuando culminó la rehabilitación, las dos administraciones con presencia en la ciudad –la estatal a través de la Delegación del Gobierno y la local por medio de la Ciudad Autónoma– expresaron su interés en que ‘La Sirena’ se reutilizara para dar cabida a lugar de estudios e investigación medioambientales, pero en ese objetivo se cruzaron la crisis y los reajustes presupuestarios, y el proyecto acabó durmiendo en algún cajón. De ello da fe el estado que las instalaciones arrojan hoy.

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