Catedrático emérito de Didáctica y Organización Escolar de la Universidad de Málaga (UMA), abanderado de la Pedagogía Crítica que rechaza la “domesticación” del alumnado y aboga por formar personas “que no se dejan engañar y son solidarias” y docente desde hace casi 60 años, Miguel Ángel Santos Guerra cerró este miércoles su estancia de 2 días en Ceuta para participar en un curso sobre cultura evaluativa y en un encuentro con equipos directivos sobre liderazgo educativo.
Antes de su última cita, el autor de cerca de 80 libros sobre Educación compareció en rueda de prensa junto al director provincial del MEFP, Javier Martínez, uno más de los que le consideran un referente ineludible en la materia, para escucharle defender con pasión la necesidad de maestros y profesores que sean salmones y manzanas, que naden contracorriente y ayuden a madurar y a crecer a su entorno. Que den ejemplo, también, y que sean “optimistas”.
El desafío y el potencial de su labor es, remarcó, ciclópeo, pues está seguro de que “la solución a los problemas de Ceuta, a largo plazo, profundamente planteados, no está ni en los despachos ministeriales ni en los cuarteles ni en las iglesias ni en las industrias ni en las multinacionales: está en las escuelas y en la Educación entendida como algo más que la mera acumulación de conocimientos porque supone la transformación de los individuos y, a través de ellos, de la sociedad”.
Santos Guerra extendió, eso sí, más allá de los colegios e institutos la responsabilidad del reto. “La escuela es el epicentro de los procesos de Educación”, reconoció, “pero también las familias son contexto educativo. Y la sociedad. Y los medios. También son una escuela de aprendizajes. Hace falta un pueblo entero para educar a un niño porque si lo que hace la escuela lo deshace la familia, si unos van en una dirección y otros en la contraria, nunca progresaremos”.
A partir de esa premisa, el pedagogo puso de relieve la importancia de la ejemplaridad cotidiana. “No hay”, advirtió, “forma más bella y eficaz de autoridad que el ejemplo”. A su juicio, si en estos días “hablamos mucho de ética y de valores” es “porque no se cumplen, no se practican, pues de otra forma se aprenderían por ósmosis. Si fuésemos ejemplares en la familia, en la política, en la escuela... Los niños lo aprenderían casi sin darse cuenta, de forma automática, por eso insisto tanto en la necesidad de que seamos un ejemplo que puedan imitar los niños y jóvenes”.
“Intrínsecamente optimista”
Un modelo, además, que tiene que nutrirse del optimismo. “Esta es una profesión intrínsecamente optimista porque es consustancial, como mojarse para el que va a nadar, porque la educabilidad se rompe cuando pensamos que el otro no puede aprender o que nosotros no podemos ayudarle a conseguirlo: ahí se truncan todas las posibilidades de aprendizaje y mejora”, avisó.
Desde el punto de vista del ponente “educar es enseñar a pensar y a convivir desarrollando solidaridad para construir una sociedad en la que quepamos todos, no solo los privilegiados”, porque la Educación debe ser “el motor de la democracia” y “la mejor arma transformadora de una sociedad”, resaltó parafraseando a Alcalá-Zamora y Mandela.
“En ese empeño debemos estar todos, principalmente los docentes, con los que habría que hacer un ejercicio de reflexión profunda porque si su tarea es la más importante que hace el ser humano, trabajar con la mente y el corazón de los niños, deberían hacerlo los más sensibles y valiosos de una sociedad, no quienes no valgan para otra cosa”, cuestionó los actuales métodos de selección.
“Cómo se elige para esta tarea es muy importante, como también lo es cómo se les forma y cómo se les trata cuando la desarrollan como piedra angular de la calidad del sistema educativo”, subrayó Santos Guerra, un convencido de que para dirigir un centro hay que ser manzana. “Si metes una en una bolsa con frutas verdes, estas maduran por la influencia beneficiosa, humilde y persistente de las feromonas de la primera. En una escuela”, comparó, “tiene autoridad y liderazgo quien ayuda a crecer, a madurar, a la comunidad, porque quien aplasta, humilla, silencia, machaca o desalienta tendrá poder, pero no autoridad”.
Los docentes también deben ser, opina, salmones, sobre todo en un contexto neoliberal “que contradice casi todos los presupuestos de la Educación, que prima el individualismo, cada uno a lo suyo y relativismo moral: todo vale por el poder, el dinero y la fama”.
“La escuela como institución que, a mi juicio, educa, es la que va contra todos esos valores. Tiene que ser contrahegemónica y sus profesionales, también. Ir contra la corriente. Es más fácil dejarse llevar, pero solo a los peces muertos los arrastra la corriente. Si bajan muchos muertos”, terminó, “es otro motivo para seguir contra ella sorteando esos cadáveres”.
El problema es la familia, si no hay educación en casa después todo eso se refleja en las aulas.
Todos estos pedagogos son muy buenos dando la charla pero como dicen más abajo ya me gustaria verle dando una clase con la gran cantidad de sin vergüenzas ( no hay otra palabras) que te encuentras en un clase.
Todo muy bonito para dar una charla.
En la realidad te encuentras con que existe una pérdida de autoridad del profesorado, centros masificados, que en el caso de secundaria en Ceuta, aún no se ha vuelto a las 18 horas, que existe falta de maestros y profesores, que hay un alumnado complicado, una excesiva burocracia, que no existe apoyo al profesorado por parte de muchos equipos directivos que no quieren complicaciones... entre otros problemas.
Sin duda sería muy pedagógico ver a algunos de estos teóricos impartiendo clase en algunos centros de primaria o secundaria, en estas circunstancias, con grupos a los que hay que entrar a dar clase con un escudo.
Esperemos que el nuevo Director Provincial tenga la suficiente sensibilidad y capacidad de gestión que hasta ahora brillan por su ausencia.
Es muy fácil ejercer de salmón o de manzana desde un despacho.
Educación: una palabra que lo es todo.
Sí,seguro, que lleva razón, pero gracias a esas grandes ideas compartidas por muchísimos docentes en Ceuta y Andalucía estamos a la cola de todo, es más, nos permiten entrar en la lista porque somos europeos; pero vaya con cualquier otra país del tercer mundo estaríamos discutiendo quien se lleva la "cucurbita".