Opinión

La santería y el sincretismo en Cuba (I)

Cuando se visita Cuba, una de las características que más llaman la curiosidad, es el fenómeno religioso tan difundido en gran parte de la población y no solo entre las etnias afrocubanas, llamada santería. Aunque la religión católica sea la más visible por la existencia de templos, no ocurre lo mismo con la santería ya que carece de lugares de culto públicos y las ceremonias y ritos se celebran en las casas de los santeros.
Indagando en el origen y la evolución de esta manifestación religiosa, indudablemente sus inicios se encuentran en la cantidad de personas de origen africano que, formando parte del mercado de esclavos, fueron llevados a Cuba a partir del 1511. Este execrable comercio de seres humanos duró hasta 1886, aunque en diferentes oleadas cuantitativas y cualitativas. A partir de la llegada de los conquistadores españoles, por diversas razones, la escasa población aborigen de la isla desapareció prácticamente. Los propietarios criollos, poseedores de las plantaciones de caña y de los ingenios azucareros, ante la falta de personal laboral para sus explotaciones, recurrieron al mercado de esclavos.
Ciertamente, no fue solamente africana la población que llegó a la isla, sino también propios emigrantes nacidos en España, súbditos chinos y de otros países. Los africanos, que fueron fundamentalmente yorubas, dahomeyanos y bantús, trajeron consigo las creencias y tradiciones de sus países de origen. Sin embargo, el dominio colonial y religioso de la isla los obligó a bautizarse e instruirse en la religión católica. Estos recién llegados denominados “negros de nación”, se organizaron en los llamados “cabildos de nación” autorizados por la administración, porque además de servir como elementos de solidaridad, ayuda mutua y mantenimiento de su cultura, también servían como instrumento para el control de esta población.
Aunque la esclavitud exigía integración en los dogmas y creencias católicas, no renunciaron a las suyas y adoptaron una inteligente forma gradual de combinar ambas prácticas. Lo hicieron superponiendo las figuras de su religión con las de santos y vírgenes católicos, buscando similitudes reales o imaginadas, y externamente parecían practicar el exigido catolicismo, pero al mismo tiempo permanecían en sus originales creencias. Es lo que se llamó sincretismo religioso.
Durante los siglos XVI, XVII y XVIII al ser la santería −camino de los santos− una manifestación minoritaria no reconocida y además calificada como brujería, no hay mucha información sobre sus actividades y creyentes.
A partir del siglo XIX llegaron como esclavos gran cantidad de africanos de la etnia yoruba. Procedían del Africa Occidental, al sudeste de la actual Nigeria, limítrofe con la República de Benín ‒hasta 1975, Dahomey‒, Togo y Ghana. Habían constituido durante siglos un extenso imperio que, a causa de guerras regionales y acción de los colonizadores, fue destruido, por lo que gran parte de sus habitantes pasaron a engrosar el comercio de esclavos. Se calcula que llegaron a Cuba casi un millón y parece ser que muchos de ellos tenían una cierta instrucción e incluso eran sacerdotes de la religión yoruba, con conocimientos de la misma.
La población afrocubana de los siglos anteriores, ya practicaban las creencias religiosas que habían traído de África, posiblemente también adicionadas, en algunos aspectos, con las de otras procedencias que llegaron a Cuba y por supuesto por el sincretismo. Sin embargo, fueron estos nuevos yorubas recién llegados en gran número ‒a los que llamaron lucumií transcribiendo el saludo de su idioma “oluku mi “, “mi amigo”‒ los que organizaron en, cierto modo, la versión actual de la santería −conocida como la Regla de Ocha− adoptando incluso algunos aspectos del espiritismo.
En la Cuba colonial, la única religión que podía practicarse legalmente era la católica, prohibiéndose la práctica de otras confesiones. Cuando se produce la independencia y se constituye la República Cubana, la Constitución de 1901 permitió la libertad religiosa, aunque los ritos africanos no fueron muy bien aceptados. Batista, en 1940, elabora una nueva Constitución que define al país como laico y aunque se permitía libertad de cultos, aquellos que no eran cristianos, en la práctica, eran teóricamente ilegales.

"Originalmente en el Panteón Yoruba −conjunto de dioses que rigen la religión− existían más de 400 orishas, pero en la actualidad su advocación ha quedado reducida aproximadamente a una veintena"

Con la Revolución cubana de 1969 y el ateísmo implantado por el marxismo-leninismo, no se creó un ambiente favorable a la santería que, aunque reconocida, no gozó de predicamento. Sin embargo, fue el propio gobierno comunista, a partir de la caída de las ayudas de la Unión Soviética en los noventa y con la necesidad de conseguir recursos económicos, quien promocionó el turismo. Con ello salió favorecida la santería, porque se favoreció como un atractivo turístico más.
La diáspora cubana originada por la Revolución, la escasez económica y la falta de libertades, llevó consigo un gran número de practicantes de la santería, que la exportaron a EEUU, Europa y otras naciones iberoamericanas, donde encontraron aceptación en ciertas zonas y población.
La religión yoruba, la regla de Osha tradicional, tiene su origen en el Africa Occidental, carece de escrituras sagradas ‒por tanto, también la santería‒ y su fe se transmite de forma oral de generación en generación. Su elemento esencial es el aché o ashé, que significa la fuerza o energía original que rige el universo. Se personificó en Olodumare, el Dios todopoderoso, creador de todo lo existente, aunque no está en contacto con los humanos, por lo que es inaccesible a ellos. En este sentido es una religión monoteísta, por cuanto reconoce un solo Dios. Se manifiesta como versiones diferentes: Olofin, en contacto directo con los humanos, del que se desprende la energía espiritual y Olorun, que es el sol, la energía de Dios. Esta triple integración presenta, indudablemente, gran similitud con la Trinidad católica.
Como intermediarios de estas divinidades con los humanos nacieron los orishas ‒Olofin creó el primer orisha, Obbatalá‒ con un grado menor de divinidad, como facetas de Olodumare. Son deidades o energías superiores, encargados de regir los destinos de los creyentes, para los que su veneración es la forma de adoración al inaccesible Olodumare. Por lo que, en estos aspectos, hay quien la considera también una religión politeísta.
Los orígenes de los orishas, se contemplan como creados antes que la humanidad o como humanos a los que por su comportamiento y cualidades fueron convertidos en orishas. Los fundamentales se clasifican en Orishas Odde o “Guerreros” (Eshu, Elegguá, Oggún, Oshosi y Osun); y Orishas Principales o “de Cabecera” (Obbatalá, Oshún, Shangó, Yemayá y Oyá).
Originalmente en el Panteón Yoruba −conjunto de dioses que rigen la religión− existían más de 400 orishas, pero en la actualidad su advocación ha quedado reducida aproximadamente a una veintena. Son capaces de crear milagros y curar enfermedades, pero también traer desgracias y los creyentes no pueden comunicarse directamente con ellos, sino a través de un babalawo y la adivinación.
La religión yoruba también rinde culto a los antepasados, ya que creen que después de la muerte el Eggun o espíritu de los fallecidos, sigue teniendo gran influencia sobre lo terrenal. En lo que llaman “bóveda espiritual”, les rinden tributo ofreciéndoles vasos de agua y ofrendas de todo tipo como flores, velas, frutas, dulces, miel, comidas caseras e incluso tabaco y aguardiente. Asimismo, antes de comenzar cualquier ceremonia, debe rendirse tributo a los muertos.
Los orishas principales, también llamados “de cabecera” son Obbatalá (Virgen de las Mercedes, rey de los orishas, personifica la creación del hombre); Oshún (Virgen de la Caridad, reina de los ríos la femineidad, el amor y la belleza); Shangó (Santa Bárbara, dios del rayo, de la guerra y la belleza viril); Yemayá (Virgen de Regla, reina de los mares y de la maternidad); Oyá o Yansá (Virgen de la Candelaria o Santa Teresa del niño Jesús, domina los vientos, y acompaña a los muertos al cementerio); Orula o Orunmila (San Antonio de Padua, representa la sabiduría, la inteligencia y la astucia).
Los Orishas Odde, llamados “Guerreros”: Eshu (es una dualidad de Eleggua y otros orishas, vigila el cumplimiento del destino); Elegguá (San Antonio de Padua o Santo Niño de Atocha, dueño de los caminos de la vida); Oggún (San Pedro, dueño del trabajo y la fortaleza); Oshosi (San Norberto, dueño de la justicia y la cacería) y Osun (San Juan Bautista, es el vigilante y guardián). También goza especial predilección de culto, Babalú Ayé (San Lázaro, curador de enfermedades y epidemias).
Para los seguidores de la santería, cada uno de los orishas −unos femeninos y otros masculinos− están dotados de una propia personalidad, con unos atributos característicos. Invidualmente, se les atribuye un color, un elemento, un número y un animal.
“Hacerse santo” revela una fuerte fe religiosa y la decisión responde a diversos motivos en los creyentes - devoción, conseguir salud o estabilidad espiritual-, que toman esta decisión. El proceso es largo y además supone un coste económico significativo para el consagrado. No obstante, es cierto que, últimamente, ha proliferado esta práctica, bien por moda, por engaño de falsos padrinos o por la inclusión de la santería como un fenómeno comercial y turístico en la isla.
El ceremonial se llama Kari Osha y popularmente “hacerse el santo” y supone la consagración de un creyente a un orisha determinado como tutelar -guardando cierta similitud con el ángel de la guarda de la iglesia católica- y a través del proceso, llegar a convertirse en santero.
El inicio de un creyente en la religión yoruba, debe seguir un estricto protocolo. Mediante una adivinación por los oráculos adivinatorios, Orofi y los orishas determinan que puede tener lugar la consagración. La elección de un babalawo como padrino y una santera como madrina, los convierten en los guías de la consagración del creyente y velan por su moral religiosa. El babalawo le entregará los orishas Odde o guerreros y el Idde o mano de Orula, que determinará cuál será su orisha tutelar a lo largo de la existencia. Un santero o un iworo, le entregará los elekes, cinco collares consagrados de los orishas de cabecera (Obbatalá, Shangó, Yemayá, Elegguá y Oshún).

"La religión yoruba también rinde culto a los antepasados, ya que creen que después de la muerte el Eggun o espíritu de los fallecidos, sigue teniendo gran influencia sobre lo terrenal"

Este proceso de Kari Osha, dura siete días durante los cuales el aleyo o aspirante, debe permanecer sin contacto con el exterior, encerrado en una habitación, durmiendo en el suelo y con la cabeza rapada, como símbolo de su inicio a una nueva vida.
Finalizados los siete días, se hace la coronación del santo con una fiesta, música de tambores y abundante comida, pero la asistencia es restringida a familiares y amigos. Al día siguiente, se hace la lectura del Itá o conjunto de consejos que Orula y los santos le dan para que siga durante su vida. Acabada la ceremonia, el creyente se convierte en iyawó o yabó, primer escalón en la jerarquía religiosa. A partir de entonces, después de unos días de descanso, debe seguir durante un año una serie de normas. Sobre todo, llevar una vestimenta de color blanco, incluso en prendas interiores, cabeza cubierta, no salir de noche, no ser tocado excepto por su familia o pareja y no mirarse al espejo. Cumplido este periodo con ese comportamiento, pasa a ser olosha o iworo, comúnmente llamados o santero o santera.
Quienes deciden consagrarse, deben correr con un importante gasto ya que necesitan adquirir instrumentos, animales, alimentos variados, ofrendas al santo y un completo vestuario de ropa blanca que deben lucir durante el largo periodo de consagración.

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