El próximo viernes, 5 de septiembre se cumplirán 78 años del fusilamiento del alcalde republicano de Ceuta Antonio López Sánchez Prado. En sus últimas horas en espera de la ejecución pensaría que con ello se terminaban los sufrimientos y represión sobre su familia. Pero no fue así, y en 1940 estaban en una cárcel sevillana su mujer y su hija por luchar contra la dictadura franquista.
Dolores Escacena, no podía, pese al cariño, continuar por más tiempo en Ceuta y cruzarse en la calle con personajes que se sumaron al golpe y contribuyeron al asesinato de su marido. Es una mujer joven, con tan solo cuarenta años. Le ofrecieron regentar una pensión en Sevilla y con ello poder conseguir sacar a la familia adelante, tenia cuatro hijos. La situación económica en la que quedó era muy angustiosa, en el consejo de guerra se detalló que apenas tenían 19,50 pesetas en el banco y ninguna propiedad.
Pero no conforme con esto, la Falange local le requisó su vehículo, un Chevrolet de 1935. Su amigo el farmacéutico Joaquín Alonso ayudó en todo lo que pudo a la viuda, vendiendo el instrumental médico de su consulta de la calle Real, frente a la Iglesia de Los Remedios. Días antes de ser fusilado dejó dicho que algunas piezas se las regalasen al prestigioso otorrinolaringólogo malagueño Lazarraga. Este, durante los últimos años, pasaba consulta cada mes en la de Sánchez Prado.
En abril de 1937 ya estaba la familia del Alcalde en la capital hispalense regentando una modesta casa de huéspedes. Parece que las cosas podrían enderezarse, a pesar del drama vivido. Incluso su hija Carmen, de veinte años, consiguió trabajo en el diario El Correo de Andalucía y en Ediciones Beti, aunque estuvo muy poco tiempo, ya que al tener conocimiento la empresa del pasado de su padre sería despedida.
Dolores Escacena, desde su llegada a Sevilla, comenzó a contactar con otros militantes de izquierda que habían creado una pequeña resistencia al franquismo. La policía la vigilaba porque sospechaba de sus reuniones y le seguía muy de cerca, pero lo que más deseaban era detener a todos los miembros de la izquierda sevillana. La brigada policial urdió un plan para hacer que Dolores les llevara sin saberlo a los dirigentes. Y así fue como en la mañana del 3 de noviembre de 1938 se presenta en la pensión una joven con una carta escrita por la socialista Emilia Tovar dirigida a ella, donde le explica que se encuentra en la cárcel de Granada.
En dicha carta le pide que ayude a esta joven, que porta la carta, por estar perseguida y con el deseo de combatir contra el régimen. El nombre ficticio de la policía secreta, Ana Ochoa. La mujer de Sánchez Prado le manifiesta que le ofrecerá toda la ayuda posible y le presentará a los diferentes enlaces de la izquierda sevillana. Su hija Carmen, consciente de la barbarie cometido a su padre en Ceuta, le insiste en ayudarla siempre que su madre se lo permita. Tras la aprobación le comenta que no se preocupara, que le presentará a un enlace del Partido Comunista en el periódico donde ella trabajaba.
Dolores Escacena y la falsa dirigente socialista Ana Ochoa se dirigen a la casa de las hermanas Fernández Ballesteros. El hermano de estas, era un dirigente del PSOE en Sevilla, pero tras el golpe tuvo que huir y se encontraba en el consulado del Gobierno de la República en Gibraltar. Las hermanas le comentan que viniendo de la viuda de Sánchez Prado le ayudarán en todo lo que puedan. Al salir, Dolores le comenta que se comunicaban con su hermano Alberto en Gibraltar a través de un inglés que viene a Sevilla.
Después se dirigieron a la Mutualidad Andaluza de Viajantes, una vez allí le presenta al encargado, Manuel Bueno, quien le manifestó que era una persona de izquierda, aunque como falangista pasaba desapercibido. Le comentó: “Estoy escribiendo un libro sobre el movimiento si cayera en manos de Franco me fusilaba”, añadiendo que el Partido Comunista en Sevilla estaba nuevamente cogiendo mucha fuerza.
La ficticia militante de izquierda, continúa casi diariamente visitando a la mujer de Sánchez Prado y esta acompañándola a los miembros de la izquierda sevillana. A los ocho meses, la brigada policial estima que tiene todos los datos y se pone en marcha. La maquinaria represiva se puso en marcha y son cientos los detenidos. El 28 de junio de 1939 la policía se persona en la pensión de la mujer de Sánchez Prado y la detiene junto a su hija y su cuñado.
Vuelven a vivir aquella trágica madrugada del 18 de julio en Ceuta cuando detuvieron a su marido. Madre e hija estarán en prisión hasta 1940. A los pocos años, el 20 de abril de 1946, su hija Carmen falleció debido a las penurias pasadas en la cárcel. Dolores Escacena Carreño fue una mujer fuerte, con personalidad y llena de recuerdos. Se trasladó a Madrid donde vivió junto a su familia sus últimos años, falleciendo el 16 de febrero de 1993. La inhumación se produjo al día siguiente en el cementerio de La Almudena.
En las guerras civiles, la violencia fuera de los frentes se ha basado con mucha frecuencia en motivos sórdidos, venganzas personales, envidias y rencores. Uno de los ejes fundamentales del aparato represivo del régimen franquista fue el encarcelamiento masivo de todo aquel que formaba parte la anti-España, convirtiéndose la cuerda de presos en la imagen habitual de la posguerra. En diciembre de 1939 había más de 270 mil reclusos en España. Repartidos por decenas de centros de reclusión, la mayoría de ellos improvisados y sin las mínimas condiciones de habitabilidad e higiene.
Tribunal de responsabilidades políticas
La mujer del alcalde, Dolores, recibió el 6 de noviembre de 1939, una notificación del Tribunal de Responsabilidades Políticas imponiéndole una multa por las actividades de su marido. Donde se indicaba que el medico y alcalde Sánchez Prado estaba en ‘paradero desconocido’. Seis meses después recibe otra notificación imponiéndole una multa y dándole un plazo para un posible recurso. No pudo presentarlo, no solo por la desolación tras el asesinato de su marido, sino porque ella y su hija Carmen se encontraban en la cárcel de Sevilla. En 1940 la sentencia se hizo firme: “Resultando que dictada la sentencia le fue notificada al condenado, quien dejó transcurrir el tiempo que la Ley señala, sin que haya utilizado recurso contra la misma, se declara firme la sentencia dictada en este expediente de Responsabilidad Política contra Antonio López Sánchez Prado, al que se le notificará en forma, haciéndolo en su domicilio. Se le requiere para que en el plazo de veinte días haga efectiva la sanción económica”.
¿Homenaje de la Ciudad Autónoma?
Este viernes, 5 de septiembre se conmemora el fusilamiento del Alcalde de Ceuta Antonio López Sánchez Prado. Todos los años se organizan por parte de algunos partidos, sindicatos y asociaciones algún acto con la colocación de unas flores en la estatua de la Gran Vía. Creo que las autoridades locales deberían encargarse de perpetuar su significado y organizar un acto institucional donde estén presentes todos los concejales, sindicatos y ciudadanos que se quieran sumar al acto. Ese día de 1936, en los albores de la Guerra Civil, no solo se fusilaba al alcalde más querido por los ceutíes, si no a la propia democracia.
Y, además, precisamente fue la Ciudad Autónoma la que cimentó la estatua, que realizó el estudio de los hermanos Predrajas. Es raro el día que alguien no deja un ramillete de claveles en su estatua. Y deberían ser las autoridades, en este caso comandadas por la Ciudad Autónoma, las que tienen que contribuir a que este trágico aniversario nunca se olvide y que nuestros hijos sepan qué significó aquella lucha por la democracia de hombres como este Alcalde. Fue un modelo para muchos. Médico antes que político, su detención y posterior ejecución causó conmoción en una sociedad ceutí que admiraba a este benefactor facultativo y para quien esta figura representa, como Alcalde, la esencia y lucha por la democracia.
Es una pena que fechas como ésta terminen pasando desapercibidas para la ciudadanía y solo unos pocos las recuerden.?Las instituciones deberían precisamente perpetuar ese recuerdo. En Andalucía se hace con Blas Infante, asistiendo la Presidenta de la Junta, en Cataluña partidos e instituciones, en nombre de la Generalitat de Catalunya, rinden homenaje a Lluís Companys…
El Alcalde y médico de profesión, es el símbolo que se eternizó con el regreso a la democracia en nuestra ciudad. Su figura representa la lucha contra las dictaduras por la que dio su vida. En su consejo de guerra lo dejó bien claro: “Me pude marchar a Tánger, pero mi lugar estaba junto a los ceutíes, que tanto confiaban en mi”.
A buen seguro, en la soledad de aquel calabozo, de hace casi ocho décadas, todavía el alcalde confiaba y mantenía la esperanza de un posible indulto. Pero no fue así, se recibió desde la Jefatura de las fuerzas militares del norte de África, con sede en Tetuán, el “enterado” y aprobación del fallo del Consejo de Guerra. En su interior sabia que las tropas sublevadas tenían como primer punto crear pánico y miedo entre la población civil con ejecuciones sumarísimas y él en estos dos meses de detención había sido testigo de muchas.
Cuando las manecillas del reloj apenas marcaban los primeros minutos de la madrugada del 5 de septiembre de 1936, el juez militar teniente coronel Ramón Buesa en compañía de su secretario se desplazan desde el acuartelamiento de Sanidad (actual manzana del Rebellín), donde se celebró el consejo de guerra, hacia el Cuartel del Rey, donde el alcalde se encontraba detenido junto a su secretario De la Torre y los vecinos de la barriada del Sarchal, Ángel Guijo y Fidel Vélez. La ejecución se llevó a cabo a las nueve de la mañana, en la playa del Tarajal. El médico forense certificó las muertes y en un furgón de Sanidad militar fueron transportados al deposito de cadáveres del cementerio de Santa Catalina, donde se le entregó por orden del juez militar los cadáveres a los familiares para verificar su entierro, pero dejando bien escrito: “Que no podrá hacerse con pompa”.
Alcalde Sánchez Prado, símbolo de la democracia
Cuando los miembros del consejo de guerra leyeron el fallo del “falso” juicio, pensarían que acababan con la misma democracia… "En la Ciudad de Ceuta a cinco de Septiembre de mil novecientos treinta y seis, reunido el Consejo de Guerra de Oficiales generales para ver y fallar la causa instruida por presuntos delitos de rebelión y sedición. Que debe condenar y condena a los procesados Don Antonio López Sánchez Prado, Adolfo de la Torre Guillen, Ángel Guijo Higüero y Fidel Vélez Roldan a la pena de muerte por el delito de rebelión militar”. A las 6,30 de la madrugada llegó el piquete encargado de la ejecución y hacen guardia en la puerta. Tras una agónica madrugada, a las 8,30 los sacaron, en la puerta del cuartel les esperaban dos camionetas de automovilismo y un coche. Algunos civiles, desde las aceras y sobretodo desde las puertas de las casas colindante con el cuartel, “Patio Hachuel”, ven salir a Sánchez Prado junto a sus compañeros, esposados y custodiados por fuerzas militares, en sus rostros se ve la tragedia que les espera. Nadie se atreve a levantar la voz, el miedo los atenaza. Tras recorrer las camionetas los escasos tres kilómetros, llegan a la zona conocida en el Tarajal como “el tripero”, allí un piquete de 20 hombres al mando de un oficial se llevó a cabo la ejecución.
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