Miles de seguidores del expresidente brasileño Jair Bolsonaro invadieron el domingo el Congreso, la sede de Presidencia y el Tribunal Supremo en la capital del país provocando graves daños en lo que se ha interpretado como un claro intento de golpe de Estado contra el actual presidente, Lula da Silva.
¿Qué puede suceder cuando se asaltan las urnas a patadas y los resultados de las mismas no son asumidos por otros partidos políticos?
Cuando se rompen las reglas del juego que se han consensuado por todas las partes y éstas son vulneradas? Todo vale. Caos, destrucción, amenaza de golpe de Estado, metástasis para cualquier democracia convertida en República bananera en un tris tras.
Observamos con la boca abierta los acontecimientos sucedidos en las últimas elecciones de la primera potencia del mundo, los Estados Unidos de América. El presidente saliente desligitimó los resultados acusando de fraude al Partido Demócrata. Trump llamó a sus hordas a la rebelión, a la toma del Congreso y a cualquier acción que supusiera un boicot para el candidato ganador. No hay que irse muy lejos para extrapolar estos dos sucesos a lo que vivimos en nuestro país. Acusar al Gobierno de ilegítimo conlleva sembrar odio, minar las instituciones y poner en tela de juicio todas decisiones del ejecutivo.
¿Cómo defenderse de estas iniciativas golpistas? ¿Quiénes se responsabilizan de los tambores de guerra nunca asumidos por los causantes?
Este año iremos dos veces a los colegios electorales, volveremos al lenguaje cotidiano de la descalificación, de las acusaciones, de los peligros que amenazan si ganan unos u otros, del “y tú más”.
¿Entramos en la asamblea y nos liamos a porrazos? ¿Esperamos al alcalde electo para pegarle un porrazo?
Nos vamos a Madrid fletando autobuses con los disconformes y lapidamamos a los diputados electos?
¿ Nos limpiamos el culete con la Constitución?
Oigo en muchas conversaciones que los políticos roban, el gobierno roba, Hacienda saquea, que los enchufes y las mordidas proporcionan trabajo, que el SEPE siempre llama a los mismos, que los jueces estan comprados, que si patatín y patatán.
Este es el caldo de cultivo del golpismo populista que amedranta la libertad responsable y los cimientos del sistema cada vez más debilitado por los justicieros que se erigen en salvapatrias.
La escuela debe vacunar a las futuras generaciones para evitar, mediante la educación, una pandemia sin precedentes cuyas consecuencias serían letales para la polis.
Qué no nos roben la Filosofía, defendámosla con unas y dientes, hagamos ejércitos de filósofos. ¡¡¡ NO PASARÁN!!!
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