Con este sugerente nombre se ha presentado una iniciativa, fresca, genuina y contextualizada a la realidad ceutí que contrasta con tanta marea mediocre, inútil y burocratizadora que domina el panorama turístico.
Cansados por el hueco discurso mediático sobre el mar, sin coherencia entre lo que se dice y como se actúa, nos parecen especialmente importantes las iniciativas de emprendedores ceutíes que se atreven a proponer proyectos de futuro para nuestra ciudad. Desde nuestro punto de vista han dado en el clavo, mostrando sensibilidad y fina intuición para darse cuenta de que los salazones tradicionales son una importante y genuina seña identitaria y además constituye una sana fuente de inspiración para emprender y prosperar, ayudando a los demás y ayudándonos a nosotros mismos.
La iniciativa la han puesto en marcha dos formas de ver Ceuta: Invinarte (a través de la sensibilidad y el refinamiento gastronómico) y Ceuta-Dreams (mostrando de una forma diferente el importante patrimonio natural y cultural que tenemos), que se han coaligado para dar forma a un proyecto sosegado y sin prisas que pretende impulsar, conservar y difundir un concepto genuino y tradicional de Ceuta que nunca ha sido tomado en serio más allá del disfrute del tapeo veraniego que para algunos es auténtica religión.
La tarea pretende sacar de la marginalidad a la artesanía salazonera para elevarla a un nivel más acorde con su milenario significado, como uno de los personajes que transitan por las islas encantadas de Herman Melville, se diría que quisieran rescatar una artesanía que deambula como perdida en el laberinto del tiempo y convertirla en uno de los prototipos culturales, económicos y sociales de Ceuta elevándolo a patrimonio de la humanidad.
Ahí es nada, el secado es otra de las víctimas del mecanicismo y la adulteración de la vida social, un rincón perdido en el tiempo donde solo habitan los ilustrados de la mar y sus cosechas, la rara avis que alegra almas de marineros y de caballas con acervo e identidad. Antes muchos hombres y mujeres libres de Ceuta disfrutaron de duros y reconfortantes trabajos al aire libre cerca del mar, ahora yacen encadenados a la pesadez del confort laboral y enjugan sus lágrimas al albur del consumo compulsivo y de una existencia sin vitalidad. El secado de salazones es una actividad de temporada que agoniza por falta de atención y de sensibilidad con nosotros mismos; es un alimento sublime tanto por su historia y su cultura como por su delicioso sabor, la propia esencia de la mar secada con la sencillez sapiencial y la contemplación del paso del tiempo y de los tiempos. Un patrimonio que dio sentido al desarrollo del comercio antiguo de Ceuta y que es sistemáticamente ignorado e infravalorado por el gran mandarinato del ayuntamiento.
Un tesoro vivo que pasa desapercibido año tras año y que tan solo se ha mantenido gracias a la lealtad inmemorial al sustento obtenido del mar por parte de unos pocos supervivientes culturales. Esta clase particular de ser humano está haciendo lo que siempre ha hecho, y no ha sido gracias a la Administración sino, incluso, pese a ella. El pecado de omisión es mucho más aborrecible que el de acción por lo que ver como desaparece algo sin hacer nada al respecto es del todo imperdonable cuando se está ocupando cargos de gestión política. Del gran mandarinato ceutí solo podemos esperar divisas electoralistas como son las declaraciones fastuosas que anuncian el mantenimiento de los puestos de trabajo municipales, las limosnas sociales y, por supuesto, las grandes obras que inmortalicen a la cabeza del Gobierno municipal. Por lo que el patronazgo privado y la unión de fuerzas con diversas tipos de instituciones son aparentemente el gran motor de dinamización de este proyecto tan ilusionante.
Es reconfortante escuchar a personas que sí creen en su tierra y están dispuestos a sacrificar tiempo y energías en rescatar del olvido un oficio antiquísimo. Las ideas están muy claras y por ello se ha diseñado un proyecto holístico que cuenta con profesionales del mundo de la restauración, el turismo y la cultura que en una mañana de jueves, no santo pero sí sagrado para nuestro mar y sus gentes, han expuesto los motivos y razones para comenzar con esta propuesta. Hay un trazado muy claro en este proyecto, que pasa por integrar voluntades y perspectivas, por ello toda la iniciativa se declina a partir del recurso (Patrimonio natural), su artesanía y producción (Patrimonio cultural) y su huella, impronta y desarrollo en la mente del ser humano a través de los tiempos (Patrimonio inmaterial). Lo que comienza con el reconocimiento de un recurso natural bendito, la cultura humana lo captura y trasforma en exquisito y, por último y lo más sublime, deja su enorme huella en la historia y la capacidad artística y creativa de la humanidad.
Este tipo de iniciativas que persiguen recuperar nuestras señas de identidad conciliándolas con la sostenibilidad y la productividad económica nos pone a prueba como pueblo. Nuestro progreso mental, el más importante y humano, depende del éxito o el fracaso de este estilo de proyectos siendo la más certera encuesta de lo que esperamos de nuestro futuro. ¿Queremos perseguir los cantos fatuos de las sirenas envenenadas de la burocracia y la subvención electoralista y clientelista o por el contrario aspiramos a realizar proyectos que contenten equilibradamente a nuestros espíritus y los concilien con nuestras señas de identidad, con los ingresos económicos y con nuestros recursos naturales?
Queda mucho por hacer y trabajar entorno a SalZone pero este tipo de proyecto recupera fe en nuestros recursos, también acervo y felicidad y nos ancla con firmeza y seguridad a nuestra tierra con nuestras ancestrales señas de identidad.