El Jurado del VII Premio María Miaja a la mujer ceutí del año ha acordado conceder el galardón que lleva el nombre de la primera gobernadora de Ceuta a Salvadora Mateos, la que hasta hace unos días era la delegada del Gobierno en nuestra ciudad. Un premio que reconoce la lucha contra la violencia de género y la apuesta por la igualdad.
Un galardón que entrega la asociación de Mujeres Progresistas de Ceuta María Miaja y 'Búscome'. La entrega de este reconocimiento será este martes, 15 de noviembre, a las 19.30 horas en la Sala de Usos Múltiples de la Biblioteca Adolfo Suarez. Se trata de una edición muy especial del premio puesto que este 2022, María Miaja cumpliría 100 años.
En su labor al frente de la Delegación del Gobierno, Mateos ha estado presente siempre en cada minuto de silencio por una nueva víctima de la violencia de género, en cada acto de repulsa o de apoyo a las mujeres que intentan salir de esta lacra social. Esto ha motivado que en esta séptima edición el jurado haya decidido que el premio recaiga en su persona, una referente y defensora de la igualdad.
El pasado año, el premiado fue el escritor e historiador Francisco Sánchez Montoya, un gran “caballa” que ha detallado la historia de mujeres de Ceuta durante la guerra y la represión de casi cuarenta años.
Historia del premio
Este premio fue instituido por el Partido Socialista Obrero Español de Ceuta, siendo secretario general José Antonio Carracao. En sus primeras ediciones fue entregado a Micaela Navarro, presidenta del PSOE de Andalucía y a Miguel Lorente, director de la Oficina Contra la Violencia de Género, en los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero.
María Miaja Sánchez, su historia
Nacida en Ceuta el 20 de noviembre de 1922, era una mujer luchadora que transmitía un fuerte compromiso de sus ideas. Vivió sus 84 años con una gran intensidad, separada muy joven y junto a su madre y hermanos sacó adelante a sus tres hijas en una sociedad que no la recibía con la dignidad que se merecía, haciendo gala de sus ideas dentro del rol que como mujer ocupaba.
Durante la guerra y la postguerra no cesó su actividad como mujer progresista haciendo frente a una autoridad intransigente de la única manera posible, saliendo a la calle con un vestido rojo bermellón desafiante y valiente, hasta que la vigilancia de Falange la hacía volver a su casa a cambiarse bajo la amenaza de ser encarcelada. A partir de entonces, siempre, llevó los labios pintados de rojo.
No se lo merece.