Tribunas

Sala de espera, por J.D Benedicto

Tú sabes que yo estoy enfermo del azúcar, llamada en plan finolis como diabetes. Una de las peores que tiene el ser humano y a la vez tengo un vicio muy feo que quiero dejar que es la bebida, me califico como un alcohólico.
Por culpa de esta conjunción perdí la vista. Aunque los médicos me advirtieron y me dijeran que dejara la droga legal del alcohol es mucho más fuerte que mi voluntad. Cada vez que me descuido caigo.
La deducción de esto es que no es por mis malas compañías, sino soy yo que debo de cambiar. En mi último escarceo con la bebida me tuvieron que llevar al hospital y meterme en la U.C.I. (unidad de cuidados intensivos). Me había dado un infarto.
Yo la verdad que no recuerdo nada de nada. Sólo que tuve un sueño o algo parecido. Ya que es muy raro lo que te voy a contar. Yo estaba flotando en el techo, era una cosa muy extraña, yo nunca he estado en esta situación y como es lógico al verme así empecé a observar todo lo que había en esa estancia, eso se denomina la curiosidad humana.
Lo primero que vi fue muchas camas pero tan sólo tres personas ocupaban las mismas. Una de ellas ante mi asombro era yo, o por lo menos era lo mismo de feo que yo.
La verdad que primero me dio un poco de repelús, pero saqué los suficientes arreos para acercarme lo máximo hacia la figura que se encontraba en esa cama, la estuve observando durante varios momentos y todas las facciones de la cara y la conjunción de la complexión del cuerpo daban el dato sin ningún tipo de dudas que eso era mi cuerpo.
Vinieron como era lógico unos pensamientos muy descuadrados que no tenían nada de solución lógica en esos momentos.

“La conclusión mía fue que no se me ocurriría nunca más levantar un vidrio con alcohol dentro”

Tenía un montón de aparatos puestos, sueros, etc. Me preocupé un momento y empecé a relacionar. Yo flotando una persona que creo yo que está ahí y puedo ser yo. ¿Qué me está pasando? Fue una impresión muy fuerte. Ya que me veía fuerte con vida y sin embargo algo parecido a mí yacía allí pegado a un montón de aparatos. ¿Qué era todo eso?
De repente escuché, a través de la pared, en una estancia al lado de la que me encontraba, a alguien que estaba llorando y una voz que reconocí de inmediato era mi hijo mayor que decía: “Era una cosa lógica, no puede beber y venga a beber”.
Entonces y no se como lo hice me encontré en la otra habitación con una cantidad de personas que pude sin ningún tipo de dudas de identificar como mis hijos, mi mujer y una cuñada mía.
Yo estaba en el techo sufriendo ya que estaban llorando y entonces sólo entonces pude comprender que estarían, en esa circunstancia, por culpa mía sufriendo una vez más. Y la conclusión mía fue que no se me ocurriría nunca más levantar un vidrio con alcohol dentro.
Tenía que poner algún remedio lo antes posible, para poder salir de este trance y otra cosa que también deduje si salía Era una promesa muy fuerte por todo lo que conllevaba pero estaba dispuesto a cumplirlo.
Ante esto empecé a pensar y dije para mí creo que estoy muerto luego me voy a despedir de mis familiares y fui uno a uno a darles un besito en cada mejilla a cada uno de ellos, sin ningún tipo de prisas y con una tranquilidad muy grande recreándome en la escena uno a uno.
Observé cómo mi hija se puso la mano derecha en su mejilla derecha en el momento cuando le di el primer beso y la verdad me hizo llorar. La explicación que pensé en esos momentos es que ella era receptiva, la única que se dio cuenta del ósculo que había repartido a cada uno de mis familiares. Observé que después del beso se puso un poco nerviosa y empezó a mirar de un lado a otro.
Era como si estuviera buscando algo, o a alguien. Yo estaba junto a ella pero no podía ni decirle nada ni tampoco me salía las palabras para poder entablar una conversación con ella.
Cuando pude hablar con ella y le hablé sobre este tema me explicó que presentía que alguien que no era real estaba por allí pululando, pero no encontraba la ubicación donde estaba o estuviera esa presencia.
Yo no le dije nada de lo que estoy relatando aquí ya que no sabía como podía reaccionar. Yo aunque tenga la cabeza algunas veces fuera de su sitio también se sopesar este tipo de incidentes y no tengo ganas de meter a nadie dentro de ningún centro de rehabilitación psíquica.
Hay que tener mucho cuidado con quien se dice este tipo de cosas, ya que no sabemos la reacción que puede tener. Lo normal es poner cara de raro, esto induce a que nos están calificando de persona que no está bien de la cabeza o por el contrario mirarnos de arriba a bajo y pensar desde esos momentos que no volverán a hablar otra vez con ese individuo para evitar que le pueda pegar algo, como si las vivencias raras de otro mundo tengamos nosotros la culpa de haberlas vivido”.

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