Categorías: Opinión

Sacarle punta al lápiz, terapia al viento

“ Y por frontera, la fidelidad a Paganini y el muro de las lamentaciones que te hace no llegar al gran público, al ciudadano de a pie”. No tengo por costumbre, no entra en mis planes, replicar cuando lo hacen a lo que expreso. No escribo matizando o marcando diferencias sobre lo que leo a otros opinadores. Me merecen profundo respeto pues cada uno es, dice y piensa en función de múltiples razones, convicciones o dudas. Solo puede motivarme a hacerlo una alusión directa y con nombre, siendo tolerante y respetuoso, pero con el deber de clarificar equívocos ajenos o errores propios, desde tu propia cosecha.
Y esto viene a cuento de que al hacer balance próximo a los nueve meses, escribiendo y siendo publicado en la mayoría de medios impresos y digitales de nuestra tierra,  sólo he tenido una réplica a un artículo en un medio donde fue publicado sin haberlo sido el mío que la provocare. Hecho insólito, raro, que provocó mi correspondiente cabreo, expresado en clave interior y que motivó mi silencio,  ostracismo, a perpetuidad por parte de aquellos que dirigen dirigidos y se conforman con su juramento de fidelidad, más allá de lo profesional, y en correspondencia reciben pluses por “buen chico”, para satisfacción del jerarca, del Paganini que no acepta pluralismos que ensombrezcan su capacidad potestativa, de ir “guiándonos en el mundo local”, servilismo y praxis del “atado y bien atado”.
Al replicante ciudadano, nada que objetar. Al que me tachó de desestabilizante, de no seguir los dictados de la exclusiva, mis condolencias ante su servitud y cadenas ya oxidadas, pero con el eximente de que el pobre hombre, no da para más. La lealtad, su devoción y rectitud, su precisa exactitud y nobleza de pernada, siguen los cánones del profesional enconsertado que disfruta con el ¡viva mi Señor y renuncio por lacayo abufonado!.
Pero en los tiempos por llegar pueden suceder muchas cosas y confío encontrarme en circunstancias y deseos de conocer al voluntario esclavo de sus propias contradicciones, a quien a pesar de todo le deseo larga vida y anhelo de libertad.
Reitero mi llamada a recobrar tu ingenuidad, desde la libertad comprada por aquellos que se pudrirán en sus bajezas, caducos, pasajeros y prepotentes de sumidero.
En Melilla, hoy sábado, segundo de enero y denunciando con congojo contenido, felonías y pobres de espíritu, en vísperas y deseos incontenidos de contacto con mis supervacacionados pillines .
Dicen que el tiempo lo cura, casi todo. Veámoslo en el nuevo año ¿otra oportunidad por merecida?.

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