Ceuta. Ciudad hermosa. La Perla del Mediterráneo la llaman. Con unas vistas preciosas. Con un juego de luces que la hacen única y con unos rincones dignos de ser descubiertos. Ceuta es todo eso y más… pero depende de cómo se cuide, de cómo se la respete y de cómo se la proteja. Porque la acción de los incívicos convierte parajes preciosos en una ruta indeseable. La combinación de
senderos en
San Amaro, que conducen hacia la fortaleza del Hacho, tiene un encanto que fascina. Pero a pie de trayecto uno se encuentra con…
basura. Restos de todo tipo, llevándose la palma las famosas mascarillas. Esas que empezaron a distribuirse para protegernos del covid y se han convertido en un arma mortífera contra el medio ambiente y contra los animales que quedan atrapados en sus gomas. A pesar de las advertencias las seguimos tirando al monte.
Los senderos, convertidos en una ruta especial, ofrecen la imagen de acumulación de basuras, de restos dejados por los humanos convertidos en auténticos animales. ¿Por qué somos así? Habría que educar mejor a todos, a estas y a las posteriores generaciones, porque nos estamos cargando el planeta y nuestra Ceuta. Habrá que pensar quiénes son los animales. Las asociaciones en defensa del medio ambiente insisten en la necesidad de protegerlo. Si no mantenemos lo que se limpia poco podemos hacer por salvar esta Ceuta única. Y los rincones abandonados crecen, se multiplican. Y no solo a pie de calle con el abandono de basuras y enseres de todo tipo, sino también en nuestros montes. Qué lástima que haya zonas tan hermosas en las que la vegetación se tenga que mezclar con residuos que además contaminan el planeta. Ceuta tiene imágenes dignas de postal. Si entre todas no la salvamos, la iremos dejando como la triste Cenicienta que nunca pudo mostrar su mejor rostro.