El éxodo marroquí tiene sus consecuencias directas en Ceuta. Decenas de inmigrantes se ocultan en chabolas que ellos mismos fabrican para intentar el pase irregular a la península. Uno de los sitios en donde están proliferando es el sendero que conduce desde San Amaro hasta el cementerio.
Cada jornada, decenas de jóvenes marroquíes deambulan por este lugar. Se ocultan cerca de la playa tanto de San Amaro como de la Bolera: justo son las zonas de donde han partido varias embarcaciones rudimentarias, algunas de ellas interceptadas por las fuerzas de seguridad.
Pero también lo hacen en pequeños campamentos muy escondidos, a pie de carretera, en Santa Catalina. Camufladas entre los árboles pasan desapercibidas y allí se refugian jóvenes para esperar las horas de salida de los camiones que, cargados de basuras, se dirigen hacia el puerto. La combinación del frío con la mala preparación de estos habitáculos convierten el lugar en un punto de riesgo en donde ya se han producido peleas entre sus moradores.
Además de las cabañas hechas en pleno monte, los inmigrantes han ocupado viviendas abandonadas en esta ruta, como la que hay situada cerca del monolito.
Allí cada vez duerme más gente aprovechando que se trata de una infraestructura abandonada. A pie de playa, en garitones antiguos o en chabolas, habitan más, al igual que en locales comerciales que están cerrados como un puesto de comida.
El trasiego de todos ellos es constante. Día tras día, noche tras noche hacen la misma ruta. Van y vienen con pequeñas bolsas de comida o con lo que recogen de los contenedores.
Van y vienen buscando la manera de alcanzar la península de forma irregular, se mueven siempre por la misma zona aunque algunos frecuentan también el puerto. Son, todos ellos, jóvenes e incluso menores que huyen de Marruecos, coincidiendo con la instauración del servicio militar obligatorio.
El parque de San Amaro y su entorno se ha convertido también en otra zona de pequeños asentamientos, así como las casas o solares abandonados que hay tanto en San Antonio como en las proximidades del centro Infanta Elena. Los propios inmigrantes aseguran que solo “se buscan la vida”, que su intención es marchar fuera, que esperan el momento y mientras tanto viven como pueden.
Pernoctan en Ceuta, desde que cruzaron la frontera se han asentado en la ciudad a modo de figuras invisibles que hacen una ruta diaria que pasa desapercibida ante el resto de la población pero que cada vez está integrada por mayor número de personas. Las decisiones que se toman en Marruecos tienen sus consecuencias directas en Ceuta, receptora de una presión que huye de esa ‘mili’, de la precariedad existente así como de la falta de futuro que encuentran en su país.
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