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El ruido en las calles que busca quebrar la acción de la Policía

“Ahora saltan por todo, tiran de pistola porque simplemente creen que alguien les ha mirado mal. Son niñatos y consumen drogas, pastillas... pero el problema es que tienen armas”. Es la reflexión de un vecino que resume con total claridad lo que está sucediendo en Ceuta. Un vecino marcado por el miedo, como tantos otros. El miedo que imposibilita visualizar una protesta en la calle o incluso colaborar abiertamente con la Policía y la Justicia. La ciudad asiste a un clima de crispación anómalo, focalizado en grupos concretos en el que asoman las denuncias falsas, los intereses e incluso las invenciones. Contra esto tiene que lidiar la Policía Nacional, que asiste al impacto social que causa esta deriva. Y cuando el impacto genera demasiado ruido ocurre lo que los agentes no quieren: que se trabaja peor porque ni la presión ni las prisas son buenas, tampoco las declaraciones falsas, cuando se trata de resolver crímenes. En Ceuta ya hay experiencia de muertes que terminaron sin culpables encarcelados, de casos archivados porque se pusieron en el camino más trabas que cooperación. Desde la pasada Semana Santa, cuando fue asesinado el adolescente Ibrahim Buselham, la Policía trabaja en resolver la cuadratura del círculo presentando ante la autoridad judicial a los implicados. Tras el crimen comenzaron los enfrentamientos: disparos, quemas, algaradas en las calles, denuncias falsas, alteración de pruebas, coacciones o declaraciones que solo pretendían generar ruido. Un ruido que va en contra de la resolución de este caso, un ruido que puede poner en riesgo todo el procedimiento.

Coacciones, extorsiones y difusión de vídeos antiguos con un interés concreto

¿Quién obtiene beneficios generando este tipo de crispación? Quienes antes formaban parte de una de las dos bandas vinculadas al narcotráfico y señaladas por la Policía como activas en el control de la droga y posesión de armas se revuelven ahora contra su patriarca. Nadie se fía del que tiene al lado y en la calle esto genera intranquilidad.
Víctimas de ataques con arma de fuego son denunciados a su vez por perpetrar delitos. La línea entre víctima y verdugo se difumina.
Los vecinos ajenos a esa delincuencia ahora exacerbada reclaman seguridad en sus barrios, denuncian la venta de droga en las calles a plena luz del día: cocaína, pastillas... una compra y una venta ejercida en las inmediaciones de la vieja comisaría, en Claudio Vázquez, en el entorno de ese círculo de calles para las que se reclama una mayor protección, lo que llevó a organizar una recogida de firmas para reabrir la antigua sede policial que continuará en septiembre tras haberse superado las 3.000 rúbricas.
El Cuerpo Nacional de Policía ha apostado por el despliegue de agentes y los controles llamativos visualmente con la advertencia de que no cesarán hasta que se vuelva a una normalidad que ha sido quebrada en cuestión de meses.
En este periodo de tiempo ha habido reemplazos de los grupos de la UIP, se ha mantenido el trabajo de los grupos de paisano e Información a pie de calle mientras se ha fortalecido un ambiente de cruce de denuncias, extorsiones para que se lleven a cabo determinadas declaraciones judiciales aunque sean falsas e incluso palizas y vejaciones que son grabadas en vídeo y difundidas meses después de forma viral por un interés concreto. ¿Quién se beneficia de todo esto?

El ambiente enrarecido y la condena social

Los vecinos de bien, residentes en las barriadas colocadas ahora en el punto de mira de esta inseguridad callejera, están obligados a convivir con ese clima enrarecido que no hace sino provocar miedo. De la cierta tranquilidad solo interrumpida por sucesos muy concretos que se vivía antes, se ha pasado a una situación adversa en la que no se sabe cuándo puede producirse un incidente que termine dejando a cualquier inocente en el hospital. Y no porque se haya producido un enfrentamiento sino porque quien dispone de arma considere que se le ha mirado mal y responda de la peor de las maneras. Armas en manos de adolescentes a los que regalaron motos y engatusaron con drogas. El resultado de las manipulaciones de las bandas que viven del movimiento de la droga y que se nutren de adolescentes para cometer delitos se sufre ahora.

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