Uno de los cambios más importantes que se ha registrado en las agendas de los gobiernos y de los principales partidos políticos, desde finales del siglo XX, ha sido la inclusión de las cuestiones medioambientales. Al principio eran puntos de colorido verde que unas agendas cuyos ejes eran otros, pero el deterioro progresivo de la calidad de vida y el estrechamiento del futuro de nuestro planeta han servido al menos para que la política medioambiental escale posiciones entre las cuestiones de calado público.
El gobierno ceutí sólo nominalmente ha incluido dentro de sus prioridades políticas el estado del medio ambiente en nuestra ciudad. Tenemos una Consejería de Medio Ambiente y un montón de empresas y entes con finalidades medioambientales, pero con pocos objetivos cumplidos.
Pero si esto es malo, lo peor realmente es la utilización que hace de los criterios medioambientales para otros fines. La única vez que se le ha visto al gobierno de Juan Vivas con alguna preocupación respecto del ruido, nuestra primera fuente de contaminación, ha sido con ocasión de las manifestaciones de parados y de subsaharianos. Había mucho ruido y había que actuar.
Pensaba yo con una extrema candidez que Juan Vivas, para mantener un poco la imagen, iba a tomar algunas medidas contra otras fuentes de ruido que hay en Ceuta, pero no ha sido así. Los vehículos con música atronadora siguen paseándose tranquilamente por las calles de la ciudad sin que la Policía Local reciba la orden de desarrollar una intensa actividad contra este molestísimo comportamiento. Hay una multitud de motos sin tubos de escape y no se hace absolutamente nada y, si se hace, demuestra que no con la eficacia necesaria.
La cantidad de pequeñas obras en nuestras calles, además de ser un despilfarro de dinero público, machacan la salud de los ciudadanos. Obras que no paran, que necesariamente generan mucho ruido, y que no terminan nunca. Todo ello por no hablar del ruido provocado directamente por los servicios de la Ciudad o de sus empresas municipales que no andan con demasiado cuidado para actuar sin que se enteren en un radio de trescientos metros.
Tiene razón Juan Vivas en considerar que el ruido perjudica al ciudadano, pero lo que deslegitima sus actuaciones es que manipula las consecuencias del ruido. Si el ruido viene provocado por una manifestación que perturba la calma chicha que él impone en Ceuta, entonces el ruido es malísimo; si el ruido lo provoca la corporación municipal, sus empresas, la desidia de su gobierno o de sus posibles votantes entonces Juan Vivas y los suyos se dedican a ignorarlo llanamente.