Pequeña y gran pantalla han puesto de moda en los últimos años eso de que la muerte no es necesariamente el final del camino con títulos como Bienvenidos a Zombieland, Guerra mundial Z (pendiente de estreno), la televisiva y exitosísima The Walking Dead o Memorias de un zombie adolescente, la producción que en esta ocasión centra nuestro interés. Obviamente el subgénero de gruñidores comecerebros no es nuevo (nos ponemos de pie en homenaje a Romero), le faltaríamos al respeto a tantas y tantas cintas míticas de terror, pero resulta innegable que se ha “revitalizado” el interés popular…
El joven Jonathan Levine pone su firma a guión (adaptando la homónima novela) y dirección de una película que mezcla el humor con el Apocalipsis y una pizca de romanticismo para hipertensos. Sin mucha pretensión trascendental y ninguna grandilocuencia, podía tomar nota en esta faceta la también apocalíptica, espectacular, y americanísima Oblivion, seguramente no enganchará a todo aquel que se tome muy en serio el tema muertovivientil (para gustos, los colores, oye) y espere un proyecto menos lúdico-festivo, porque en realidad escenarios y trasfondo son simples excusas para refrescar la historia de King Kong o el monstruo de Frankenstein en las figuras de R(omeo), el susodicho zombie adolescente, y Julie (viva ella), la muchacha de la que se enamora perdidamente y cuya influencia puede obrar el milagro de que lo que está muerto sea capaz de volver a su saludable estado anterior…
En un reparto en el que también aparece John Malkovich de manera efímera, tenemos como principales sostenes del asunto a Nicholas Hoult y Teresa Palmer. El primero (más conocido por haber sido el niño de la cinta de Hugh Grant Un niño grande y luego novio de Jennifer Lawrence que por otra cosa), meritoriamente expresivo, dadas las circunstancias, y anodina la segunda (ninguno de sus anteriores trabajos con más pedigrí que poseer una belleza ojerosa de sonrisa triste que le otorga cierto parecido a Kristen Stewart, no sabría decir si ello supone algo bueno o malo). Juntos no desprenden más chispa que dos piedras mojadas, pero los momentos hilarantes sí funcionan.
El cómo toman contacto los protagonistas y cómo lo mantienen después no tiene ni demasiado sentido ni tampoco mucha importancia, pero el caso es que, sin pedir mucho más a lo que desde el primer minuto se cuelga sin rubor para quitar presión el cartel de “chorradilla simpática”, el resultado es agradable y efectivamente simpático, con poco giro de guión y una divertida manera de narrar del protagonista, con delirantes conversaciones en off consigo mismo, especialmente meritorio en un ser que sólo puede gruñir.
Hay que prestarle ojo a la fotografía del gran Javier Aguirresarobe y oído a la banda sonora de Marco Beltrami y Buck Sanders, que huye apropiadamente y con personalidad de estridencias megalómanas. Sin complejos y con gran sentido del humor, hay lo que hay, y lo que hay es ni más ni menos que lo que ven. O lo toman o lo dejan…
…
El Polillas estaba inmerso en un buen proyecto deportivo para el mes de diciembre. El…
Agentes de la UDYCO de la Costa del Sol, con apoyo de componentes de la…
Desde el pasado miércoles, un contingente formado por profesionales de la protección civil marroquí se…
Sirve con delicadeza la leche. Presto y sigiloso, deja en la barra dos cafés acompañados…
El Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA) ha firmado un convenio con la empresa…
La autoridad judicial ha ordenado el ingreso en prisión a la espera de juicio de…