Una pitada profunda,
larga, ronca, interminable…
Y entre blancas espumas
de surcos de agua, de sal,
de besanas de mar,
cruza el “correo”
“Virgen de África”,
luego, el “Victoria”,
las farolas verde y roja,
de la bocana del puerto,
puntas del rompeolas
del puerto de Ceuta…
¡Timón a estribor!
-grita el capitán.
¡Timón a estribor!
-se responde…
¡Timón a la vía!
-vuelve gritar el capitán.
¡Timón a la vía!
-Se vuelve a responder…
¡Derecho como va!
-De nuevo grita el capitán.
¡Derecho como va!
-de nuevo responde,
el lobo de mar…
¡Fondo!...
-otra vez grita el Capitán.
Se larga la cadena,
que retumba clara allá,
a golpe de eslabones,
escobenes y estopores,
y el ancla, al fin, ¡fondea!...
Y el buque -paloma
de luz-, que a la mar
azul, azul blanquea,
gira la crujía y la proa,
y besa los tristes muelles
de las horas de espera.
¡Ay!, risas, lágrimas,
corazones olvidados,
que sienten, que aman
el amor añorado…
¡Ay!, tu mirada, tu boca
-deseos encontrados-,
acaso, como un río alejado,
no fluyen en la corriente
de un tiempo ausente, pasado…
Y, el “correo” arrumba,
-al eco de tus besos mojados-,
a la anunciada alborada,
que enciende, abrasados
a tus ojos oceánicos,
en llamas, ¡quemados!,
la primera caricia, el adiós
último del amor enamorado…
Una pitada profunda,
larga, ronca, interminable…
Y, el “Virgen de África”,
luego el “Victoria”,
cruzan la bocana del puerto,
mientras, en los muelles,
por un momento breve,
en un solo un instante,
un pañuelo blanco se alza,
se agita y se detiene
en la mano de rosa
de una muchacha de nieve….